domingo, 21 de octubre de 2018

Cuba y la Constitución; algunos antecedentes históricos no muy divulgados Por Orestes Martí

Cuba y la Constitución; algunos antecedentes históricos no muy divulgados
 Por Orestes Martí
 

 Recientemente publicamos el trabajo Masonería Cubana: patrimonio de la nación en el que recogíamos la información siguiente: “La Gran Logia Masónica de Cuba celebró este 5 de diciembre el aniversario 158 de su fundación, con una sesión conmemorativa que contó, como eje central, con una conferencia de quien es considerado por los masones un asidero de la organización y sus miembros, el doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana….


 “En su discurso, el director de la Red de Oficinas del Historiador y el Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba, el doctor Eusebio Leal Spengler, resaltó la gloriosa historia de la masonería en Cuba, y cómo esta institución representa lo más puro de la personalidad de un hombre y la sociedad en la que se inserta. Momento en que recordó a «los que siendo laicos o hermanos, creyentes o no, lucharon por la independencia de Cuba y se consagraron a servirla», como el ilustre Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes”….
 En un libro en preparación, bajo el título “Triángulo y compás: la Masonería en Cuba y en otros sitios” de los hermanos Roberto y Adalberto Domínguez Lima, se recogen algunos interesantes temas sobre la masonería y otras entidades fraternales que en diferentes formas lucharon por la independencia y la libertad de su país.

 En estos momentos en que en Cuba se lleva a cabo un proceso encaminado a efectuar cambios en su Constitución, resulta verdaderamente interesante conocer algunas historias -en nuestra opinión- poco divulgadas sobre tales vínculos y los esfuerzos emprendidos por algunos de sus miembros.

 En el mencionado libro se recoge la siguiente nota, tomada hace algunos años de la web de la Gran Logia de Cuba de AL y AM (Antiguos Libres y Aceptados Masones) “Aunque desde finales del siglo XVIII existió en Cuba cierta actividad masónica, protagonizada por los emigrados franceses de Haití, no es hasta el siglo XIX que se funda la primera logia en la Isla por un francés radicado en Santo Domingo, y nombrado Joseph Cerneau. “El Templo de las Virtudes Teologales №103” se constituyó en La Habana, con carta patente de la Gran Logia de Pennsylvania, en el año 1804 de la Era Vulgar, y a éste le sigue la fundación de otras logias como “L`Amitié” y “Benefique Concorde”. A pesar de que Cerneau tuvo que marcharse rápidamente del país, acusado de instigador revolucionario; la masonería que él había inaugurado, se propagó con rapidez.

 Fueron masones de ideas democráticas los que fomentaron la primera conjura para la emancipación del país en 1809. Pero a la manera en que ocurren las cosas en las películas de capa y espada, la conspiración fue descubierta por la denuncia de un sacerdote que no tuvo escrúpulos en traicionar el secreto de confesión de una devota señora temerosa por la vida de su esposo involucrado en los hechos. Uno de los conspiradores, el abogado Joaquín Infante, masón de ideas separatistas, llegó a elaborar incluso lo que se considera el primer Proyecto de Constitución para la futura República de Cuba, un documento que llevaba en su espíritu lo más avanzado de la ideas de la época, pero que no tuvo la suerte de cumplir su destino.

Por su parte, el destacado intelectual e historiador cubano Eduardo Torres-Cuevas en su libro “Historia de la masonería cubana en seis ensayos” escribe: "En la década final del siglo XVIII se origina un profundo cambio en las estructuras económicas cubanas con la generalización del sistema agrario de plantaciones con fuerza de trabajo esclava. La sociedad adquiere un marcado acento esclavista, pero, paralelamente, se incrementa el campesinado y las capas sociales intermedias. La oligarquía cubana define su conformación y sus proyecciones. La Ilustración, en su expresión española, y la tradición criolla se convierten en las bases del pensamiento y de los proyectos de este núcleo hegemónico. Este contexto se ve fuertemente influido por tres procesos revolucionarios: el norteamericano, el francés -sin dudas, el de mayor incidencia- y el haitiano.

 El 17 de diciembre de 1804 se le otorga su carta de constitución a la primera logia masónica creada para Cuba. Llevó el nombre de Le Temple des Vertus Théologales, en francés, y venía funcionando desde 1802 “de la era vulgar”. Significativamente, su carta patente, con el número 103, no estaba expedida por el Gran Oriente de Francia sino por la Gran Logia de Pensilvania, por entonces el centro político más importante de los recién creados Estados Unidos de Norteamérica. Esta logia, raramente referida en los libros de historia de Cuba, tiene, sin embargo, un destacado papel en los procesos nacionales cubanos. Su núcleo constituyente original estaba formado por franceses y su primer Venerable Maestro, Joseph Cerneau, presenta especial interés, pues ha sido señalado por algunos historiadores de la masonería norteamericana como “el masón que más daño hizo a la masonería de los Estados Unidos”. Por el contrario, otros autores masones lo llaman “entusiasta y combativo hermano”, mientras que el gobernador de la Isla, Salvador del Muro y Salazar, marqués de Someruelos, le atribuyó “un carácter revolucionario”. Cerneau fue expulsado de la masonería norteamericana en 1813 por el Supremo Consejo de Charleston, Carolina del Sur, pero la logia que creó en Cuba se mantuvo y algunos de sus miembros estuvieron vinculados a las primeras conspiraciones separatistas. Éste es el caso de la que encabezó Román de la Luz, miembro de esa logia, junto con otros masones vinculados a ella. Digna de resaltar es la actuación de otro miembro de ese taller, Joaquín de Infante, quien escribió la primera constitución para una república de Cuba independiente, justo el año en que se aprobaba en España la de Cádiz (1812).

 Pero ¿Y que sabemos de Joaquín Infante? Consultemos con la Enciclopedia cubana ECURED: Joaquín Infante Infante. Abogado cubano, autor de la primera constitución independentista para Cuba. Fue autor de textos masónicos, de varios poemas y de una biografía de Francisco Javier Mina.


Nació en Bayamo en enero de 1775 y realizó estudios en Santo Domingo, donde se graduó como bachiller en 1796. Al regresar a Cuba se doctoró en Derecho, en 1799. Estuvo en la Isla de León, cerca de Cádiz, en 1810, y a su vuelta a la tierra natal llegó a ser uno de los principales integrantes de la conspiración de 1810, que dirigieron Román de la Luz y Juan Francisco Bassave –la cual agrupó desde algunos hacendados hasta negros y mulatos libres como José Antonio Aponte, quien fuera después el jefe de la llamada Conspiración de Aponte. Aprehendidos los conspiradores, Infante pudo escapar a Estados Unidos.

Luego se estableció en Venezuela, donde se unió a la Primera República que liderara Francisco de Miranda. En el año 1812 publicó en Caracas un proyecto de Constitución para Cuba de carácter independentista, primer texto conocido de su clase. La Constitución de Infante establecía cuatro poderes en el Estado: legislativo, ejecutivo, judicial y militar; limitaba los derechos de la población no blanca y mantenía la esclavitud. Entre mayo y junio de 1812, Infante fue auditor de Guerra y Marina en Puerto Cabello, a las órdenes del entonces coronel Simón Bolívar, y se le conoció por los realistas como el segundo Robespierre, por ser implacable en su persecución. Capturado el 7 de julio de ese año cuando abandonaba Puerto Cabello en una embarcación, fue encarcelado y juzgado en la fortaleza de esa ciudad, y se le remitió prisionero a La Habana en octubre del año siguiente, por la causa pendiente de la conspiración de 1810. Para entonces, las autoridades españolas de la Isla lo calificaban como «El mayor revolucionario que puede pisar el territorio cubano».

Liberado a poco se supone que por alguna amnistía-, publicó en la prensa habanera sus experiencias en Venezuela. Al ocurrir el retorno del absolutismo en España fue perseguido por el delito de masonería, por lo cual marchó a Cartagena de Indias, donde trabajó como abogado. Durante los años 1814 y 1815 fue miembro del Colegio Electoral de la ciudad neogranadina. Allí restableció sus contactos con Bolívar, a quien seguiría, y luego recorrió varias islas del Caribe. En 1816 se encontraba en Estados Unidos, donde contactó con los venezolanos Juan Germán Roscio, Mariano Montilla y José Rafael Revenga, activos luchadores contra el colonialismo español. Enrolado en la expedición de Francisco Javier Mina como auditor de Guerra, estuvo en Haití y desembarcó en México en abril de 1817. Hecho prisionero, fue encarcelado en San Juan de Ulúa, y luego guardó prisión en La Habana, en Cádiz y, por último, en Ceuta.

Desde entonces, el mayor misterio envuelve su azarosa vida de conspirador. Salió de prisión tras la revolución de Rafael Riego, publicó un libro en el cual abogaba por el reconocimiento de la independencia de Hispanoamérica por España, y, al parecer, entre 1822 y 1823 estuvo de nuevo en Cuba, de donde debió expatriarse tras el restablecimiento del absolutismo, aunque se afirma también que en 1825 se introdujo clandestinamente en la Isla. En diciembre de ese año escribió desde Cartagena de Indias una carta a Bolívar, quien le respondió desde Lima en marzo de 1826. Se desconocen la fecha y el lugar de su muerte….


Ahora bien ¿en que consistía el “proyecto de Carta Magna de Joaquín Infante?; volvamos a ECURED: "En su proyecto, Infante proponía un poder ejecutivo colegiado (ministro de Guerra y Marina, ministro de Rentas y ministro de lo Interior); un poder legislativo a cargo de un consejo integrado por 6 diputados, preferiblemente blancos y nativos de la región que debían representar.

Para ser elegible había que poseer, los de La Habana, no menos de 100 000 pesos y los del resto del país, entre 30 000 y 8 000. Era facultad de este consejo nombrar a los ciudadanos que ejercerían el resto de los poderes, así como a los oficiales de las unidades militares. Además, existiría un poder judicial compuesto por 6 jueces.

A estos tradicionales poderes de las repúblicas burguesas, “que debían equilibrarse entre sí”, Infante añadió el poder militar, confiado a un estado mayor integrado por un general en jefe, un mariscal de campo y dos brigadieres, el que argumentó alegando que los numerosos peligros externos que se cernían sobre Cuba, incluyendo invasiones, demandaban una atención especializada que no podía brindarles el ejecutivo

El abogado bayamés señalaba, además, que los jefes militares tendrían facultades exclusivamente en las cuestiones relacionadas con la defensa, a la que debía darse “todos los ensanches que exija la seguridad pública y la perfección de que es capaz”.

El proyecto de Infante mantenía la esclavitud “mientras fuese precisa para la agricultura”, reconocía a la religión católica como dominante, aunque sujeta a la Constitución, toleraba los demás cultos y abogaba por la austeridad del clero
Masonería Cubana: patrimonio de la nación
Masonerías en Cuba durante el siglo XIX
Eduardo Torres-Cuevas

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