Max Lesnik: Una historia de curas sin cura.
Por Orestes Martí
Hay personas que indudablemente son conocedoras de la Historia de su país. He tenido la oportunidad de conocer -incluso personalmente- a algunos con profundos conocimientos de tales historias, bien porque la han estudiado o bien porque también la han vivido -en ocasiones, de forma intensa- en ciertos momentos del decursar histórico concreto de un país específico.
A otros los conozco -y me honran con su amistad- sólo de forma epistolar o a través de contactos telefónicos o por otras vías.
Un amigo -Julio V. Ruíz- ha publicado una interesante información de otro amigo -Max Lesnik Menéndez- que vamos reproducir de forma íntegra.
Cuando el Cardenal de la Iglesia Católica Su eminencia Benjamino Estrella escriba sus memorias, tendrá seguramente un largo y revelador capítulo sobre su estancia en Cuba en los años 90 del pasado Siglo XX, cuándo era el Nuncio Apostólico de la Santa Sede siendo Papa en él Vaticano Juan Pablo II.
Tenía yo una muy buena amistad con el después Cardenal Estella, quien me pidió a mi que intercediera con Fidel para encontrar una mejor relación entre el gobierno cubano y la Iglesia Católica cubana.
Esto ocurría cuando se esperaba él nombramiento de Monseñor Jaime Ortega como nuevo Cardenal de Cuba y las relaciones entre Iglesia y Estado iban de mal en peor.
Cumplí con la petición del Nuncio y se aliviaron las tensiones después de unas cuantas idas y venidas mías de Miami a La Habana, con conversaciones mías con Fidel y con Monseñor Estella, hasta que se produjo en la Nunciatura Apostolica situada en la barriada habanera de Miramar, una entrevista entre Fidel y él ya nombrado Cardenal Jaime Ortega Alamino, una entrevista que el Nuncio había solicitado a Fidel por mediación mía.
Así fue como se resolvió entonces el viejo pleito de los años sesenta entre la Iglesia envuelta en tareas conspirativas y el gobierno cubano revolucionario.
Todo se hizo en el mayor secreto con la colaboración de mi viejo compañero de la Juventud Ortodoxa Manuel Piñeiro Losada — hombre de confianza del Jefe de la Revolución y los periodistas Luis Báez- muy querido por Fidel- y el corresponsal de la Agencia Francesa de Prensa, Alfredo Muñoz, argentino de nacionalidad, pero cubano por sentimiento. Los cuatro teníamos la amistad y la confianza del Nuncio Estella y por supuesto el visto bueno de Fidel. De ahí se allanó el camino para la visita papal a Cuba.
En su visita a la isla el Papa Juan Pablo II nos hizo la distinción de recibirnos a Manolito Piñeiro, a Luis Báez, a Muñoz Unsain y a mí en una audiencia privada en la Nunciatura de El Vaticano en La Habana pocas horas antes de su salida de Cuba. La audiencia papal solo fue para nosotros cuatro, como gesto de agradecimiento de la Iglesia a quienes de manera muy discreta habíamos contribuido a mejorar las relaciones entre el gobierno revolucionario y la Iglesia Católica de Cuba.
La historia, por supuesto es más larga de lo contado aquí y aunque nunca se ha dicho nada al respecto por parte del gobierno cubano, los hechos fueron así y forman parte de los “Secretos de Estado” que solo salen a la luz pública muchos años después de haber acontecido.
La razón de por qué he relatado esta parte de la historia secreta, de como se resolvió el viejo conflictivo entre la Iglesia y él gobierno revolucionario entonces liderado por Fidel, es porque estamos contemplando como unos cuantos sacerdotes de la Iglesia Católica y al parecer con él beneplácito de algunos de sus Obispos, están poniendo en peligro las normales relaciones que hoy existen entre la Iglesia y el Estado cubano.
Fue gracias a Fidel que él catolicismo ha renacido en Cuba. Soy testigo de ello como lo es el Cardenal Estella, hoy muy cerca del Papa Francisco en Roma.
¡Trabajo costó aquello para que ahora unos cuantos curas irresponsables pongan en peligro las relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano!
Vayan a Roma y pregúntenle al Cardenal Estella lo que pueda faltar de esta historia. Es que hay Curas que por lo visto no tienen Cura.
¡El que juega con fuego siempre se quema con sotana o sin sotana!. ¡Al Diablo con ellos!
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