Como el calor originado por el vino al recorrer las venas, la energía domina el cuerpo cuando suena la música e induce a buscar, con la mirada, la complicidad de una mano seductora para ceder a los impulsos.
Y así, dos seres rompen la inercia, convierten ese cosquilleo electrizante en gestos y hacen suyo el espacio, mientras evocan en cada paso milenios de historia, mitología y revelaciones, como la narrativa de un ballet, un musical o una fiesta, a la vista de un auditorio cautivado por la danza.
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