Megatendencias 2019: hacia dónde avanza el mundo José Negrón Valera Sputnik
En ocasiones los cambios sociales se producen de forma imperceptible; en otros casos, no tanto.
Existen señales en el ambiente que permiten avizorar cómo la acumulación de pequeñas transformaciones en la tecnología, la economía y los modos de vida empujarán el mundo entero, con mayor o menor velocidad dependiendo de la región, hacia nuevos esquemas de producción y consumo.
Hace algo más de una década, nadie habría apostado que Kodak, el gigante de la fotografía mundial, caería destrozado por la insurgencia de una pequeña empresa de 12 personas llamada Instagram, que soportada en las redes y tecnologías de información y comunicación leyó el panorama que se avecinaba y supo aprovecharlo a su favor.
El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos publicó en 2012 su informe de Tendencias Globales, cuyo análisis prospectivo trataba de imaginar el rumbo del planeta hasta el año 2030.
Pasados seis años, y con las grandes evoluciones que hemos vivido en la situación geopolítica y económica, llamémosla deterioro del patrón dólar como moneda de referencia para el intercambio comercial, surgimiento de China y Rusia como nuevos bloque contrahegemónicos y el despertar de las masas trabajadoras en países europeos, tenemos un nuevo cuadro que debemos someter a examen.
Nadie mejor para hacer este recorrido que Igor Collazos, consultor en inteligencia estratégica, quien ya vislumbraba que la Balcanización se convertiría en un nuevo mantra para el desarrollo de las guerras de la élite global, en especial contra los países de gran valor geoestratégico.
— ¿Hacia dónde apuntan las megatendencias?
— Hay varios escenarios que se están manejando en términos demográficos, climáticos y tecnológicos que pueden afectar el futuro del planeta y la viabilidad de los Estados y las sociedades. Lo que más preocupa es el cambio climático, relacionado directamente con la producción de alimentos. Se prevé una severa crisis alimentaria en regiones subtropicales producto de la desertificación y las inundaciones. Uno de los más afectados es el sureste asiático, que son los grandes productores de arroz y cereales. Incluso en EEUU, en las zonas agrícolas del sur.
— He leído en los informes producidos al respecto que se está hablando del crecimiento de las ciudades como una tendencia a tomar en cuenta. ¿Cuál es tu opinión como arquitecto?
— El proceso de mudanza a las grandes ciudades se está acelerando. Hay ciudades que tardaron muchos años en alcanzar los 10 millones de habitantes: me refiero a Sao Paulo, Nueva York, entre otras. Ahora, las ciudades que alcanzan esas cifras pueden conformarse en el lapso de una década. Eso tendrá consecuencias por el modo de vida de la población, debido a que esto genera una gran demanda en alimentos y energía.
Quiero matizar algo: la urbanización en sí es beneficiosa para el planeta, pues permite concentrar servicios, permite reducir costos de transporte y energéticos. A medida que las ciudades son más concentradas, son más eficientes. El traslado de recursos del agua es muy costoso por kilómetro, así que, mientras más dispersa esté la población, se tiende a encarecer la dotación de servicios. El problema está en cuál modelo de urbanización es el que se impone. El modelo estadounidense, basado en suburbios y urbanizaciones periféricas, con uso de vehículos particulares, ha demostrado ser muy dañino para el planeta. Hay muchos movimientos que están revalorizando la ciudad densa, la ciudad tejida, peatonal, y la crisis energética va a implicar cambio de patrones de comportamiento.
— Esto podría impulsar la llamada economía circular…
— En sí misma, la economía circular o verde conforma una megatendencia. Hay cambios generacionales que tienen que ver con modos de pensar y reinterpretar el consumo. Te pongo por ejemplo, el endurecimiento de las certificaciones ambientales, lo cual se traduce en amenazas y oportunidades para los países. Nosotros, en Venezuela, tenemos empresas básicas que están expulsando una cantidad de "lodos rojos" altamente contaminantes. Esos lodos pueden representar, si no se tratan adecuadamente, tanto un daño para el ambiente como para su economía. Pudiera ocurrir que en unos años existan certificaciones ambientales que establezcan que solo se pueden comprar productos de siderúrgicas que tengan certificaciones de no deposición de lodos rojos.
— ¿Esos lodos rojos son desechos?
— Son desechos industriales de la producción siderúrgica o del aluminio.
— ¿La demanda de certificaciones ambientales transforman la economía? ¿De qué modo?
— Puede pasar que aparezcan grupos sociales con demandas crecientes, como los hípster, que tienen patrones de vida y consumo que apuntan a esta economía circular. Ahora tienen 25 años, pero dentro de poco serán el segmento solvente de la economía, el segmento que le compra a sus hijos. Un hípster o una persona sensibilizada con estos asuntos pudiese exigir que la leche que le comprará a sus hijos o los pañales hayan sido hechos cumpliendo con estrictas pautas de protección ambiental. Un gran problema que nos da una aproximación a esto es lo que sucede con el plástico. Ya existe una isla del tamaño de Irlanda solo de plástico. No se puede cerrar los ojos a esa realidad.
— ¿Es un punto de inflexión para los modelos de producción y consumo?
— Estamos llegando a un momento en que ya no hay marcha atrás: o destruimos el planeta o cambiamos el modelo. Entonces eso, naturalmente, va a generar una consecuencia: vamos a pasar de una economía basada en el uso intensivo de materia prima a una economía basada en el uso intensivo de conocimiento e información. Esto tiene expresiones muy claras como la customización, donde los productos no se producen en masa, sino adaptados a las necesidades del cliente. Es decir, donde hay valor agregado de los productos.
— ¿Esto tiene que ver con esa clase de productos únicos, como los artesanales?
— La revalorización de lo artesanal y del mantenimiento se acrecentará. Cuando tienes una economía basada en el plástico, es una economía de lo desechable, de la sustitución permanente, te das cuenta de que es un modelo que ha llegado al límite de imponer una vida útil a los productos a través de la obsolescencia programada. Y esto ha llegado allí por la crisis de la sobreproducción. Hay una inmensa cantidad de productos que ya no sabemos dónde ponerlos.
— ¿Qué otras megatendencias prevé?
— Con el auge de las comunicaciones y la gran movilidad poblacional, pueden generarse pandemias. En los centros de análisis estratégicos de largo plazo, las pandemias son colocadas como la amenaza más peligrosa de todas, porque tienen un alto nivel de impacto. Incluso más que el de una guerra nuclear. Una persona incubada con una enfermedad puede llegar a estar en distintos lugares del planeta y con la ocupación progresiva de espacios cada vez más remotos pueden aparecer nuevos patógenos. Otra megatendencia, viene a ser la pérdida de soberanía de los Estados-Nación. Tienes una compañía como Apple, que quiere incursionar en el sector de la biotecnología… entonces ellos llegan ante un país con una gran deuda financiera y compran su deuda con la condición de que se les ceda una porción de su territorio para hacer lo que quieran bajo la denominación de 'Zonas Económicas Especiales'.
— ¿Qué debería hacer Venezuela y los países emergentes para adaptarse a las transformaciones?
— Venezuela debe entender que no podemos mantenernos como un engranaje más de una economía con alto gasto de materia, con alto costo ambiental y alto costo energético. Somos un país que ha exportado materia prima durante décadas y representamos un eslabón más en la cadena que está destruyendo el planeta, nos guste o no nos guste. Al ser proveedores de petróleo contribuimos a la creación de plástico. Esto es un contrasentido con la pretensión del objetivo cinco del Plan de la Patria que habla sobre 'Preservar la vida en el planeta y salvar la especie humana'. Por tanto, deberíamos progresivamente cambiar nuestra economía. Tenemos muchísimas oportunidades, entre ellas muchos talentos en distintas áreas, tenemos potencial en el área de servicios. Tenemos artesanos cuyos productos pueden terminar convirtiéndose en artículos de lujo. Entonces, necesitamos saber cómo posicionar nuestros productos, como marcas, como identidad
— ¿Cómo se lograría este posicionamiento?
— Te pongo un ejemplo. ¿Recuerdas la película de Disney 'Up'? Ellos usaron nuestros paisajes para recrear la película. Se apropian de nuestro patrimonio natural y le colocaron el nombre que a ellos les dio la gana. Así que no somos dueños ni siquiera del nombre. Muchos terminarán creyendo que el nombre de los tepuyes es el que Disney le ha dado. En Francia, si tú grabas una película donde aparezca la torre Eiffel, los impuestos que deben pagar son altísimos, porque allí hay un empoderamiento del Estado con el patrimonio cultural y natural del país.
— ¿Cómo consultor en inteligencia estratégica? ¿Qué recomienda?
— Viene un cambio de época que va a subvertir todas las relaciones a escala global. Vendrá un cambio generacional y los consumidores tendrán patrones de vida distintas a la actual, y debemos anticiparnos, proponer políticas que entiendan ese cambio. En todas nuestras empresas, fundaciones e institutos deberíamos ponerle máxima atención a los jóvenes de 15 años, estudiar su comportamiento, creencias, porque son ellos los que en 30 años van a activar la economía. Si no entendemos a los 'millenials', por ejemplo, entonces no vamos poder adaptar nuestros patrones productivos a esa realidad. Debemos entender cómo funciona el mundo a una escala amplia y prepararnos para hacerle frente.
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