Hace solo unos días, el sitio web de la Coordinadora Internacional TESORO y de la Federación Internacional de Comunicadores Populares fue bloqueado porFacebook después de haber reproducido unos vídeos sobre algunas verdaderas atrocidades que se cometían en el Chile de Piñoechet y que eran denunciadas en las redes sociales por “comunicadores populares”, desde el lugar de los hechos y mediante lo que podían; también lo hicimos con los hechos que se produjeron en el Ecuador de “L” Moreno.
Según dijeron los “sensores” de esa Red Social:
Desde luego que no se aclaró quienes eran esas personas y en qué consistía “la ofensa”; nosotros pensamos que “la ofensa” -y las violaciones de los derechos humanos- las estaban cometiendo los (des)gobiernos chileno y ecuatoriano, cuando retransmitimos los materiales “ofensivos”.
De más está decir que las reclamaciones no se pueden concretar porque cuando se trata de enviarlas, entonces aparece otro mensajito que dice que se ha producido un “error” y que no se puede completar la acción emprendida y que “estamos trabajando en ello” (es como morirse de risa de los tontos que piensan que uno lo es). Por suerte, existen otras redes donde se puede no solo publicar lo que hacen Piñoechet y “L”, sino además denunciar el arbitrario accionar de Facebook; por ejemplo el servicio Telegram o la Red rusa VK.
Procedemos entonces a dar “cobertura” a algunos materiales interesantes sobre el particular y las publicaremos en todas aquellas redes y herramientas que sean un poco más democráticas y respetuosas de la libertad de información que Facebook.
Los casos recientes de detención y amenazas contra exfuncionarios del gobierno del expresidente de Ecuador Rafael Correa, desataron numerosas denuncias contra lo que muchos consideran una abierta persecución política por parte del gobierno. Múltiples y crecientes son las voces que más allá del entorno ecuatoriano se alzan en rechazo a la también llamada ‘cacería de brujas’, iniciada a partir del arresto del ex vicemandatario, Jorge Glas, reelecto después de acompañar a Correa, para dirigir los destinos del país y dar continuidad a la Revolución Ciudadana, como segundo de Lenín Moreno. Glas, acusado de asociación ilícita en el caso de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, fue arrestado en octubre de 2017 y condenado a seis años de prisión por un delito que, según su equipo legal, hasta hoy no se ha podido comprobar. Dos años después, el 16 de octubre último, un tribunal de última instancia negó el recurso de casación presentado a su favor, para solicitar su liberación por falta de pruebas y tras ser condenado por un Código Penal derogado. Pocos días antes, con el movimiento indígena a la cabeza, miles de ecuatorianos de diferentes sectores de la sociedad protagonizaron 11 jornadas de protesta contra la eliminación de subsidios a la gasolina extra y el diésel, marcadas por una fuerte represión policial y por acusaciones, desde el ejecutivo, de intentos golpistas organizados por exdirigentes de la llamada Década Ganada (período presidencial de Correa). Como resultado, Gabriela Rivadeneira, Soledad Buendía y Carlos Viteri, asambleístas de la bancada de la Revolución Ciudadana se encuentran bajo protección en la embajada de México en Quito y la prefecta de la provincia de Pichincha, Paola Pabón, enfrenta prisión preventiva por supuesta rebelión. El secretario ejecutivo del Movimiento Compromiso Social por la Revolución Ciudadana, Virgilio Hernández, es otro de los acusados de incitar al golpismo, y otros denominados ‘correístas’ también están bajo proceso investigativo. La situación reinante provocó pronunciamientos internacionales contra la actuación de la administración nacional y en reclamos de la liberación inmediata de los apresados y del cese a la persecución. ‘Veo con mucha preocupación los graves hechos que se viven en Ecuador y la persecución política y judicial que están sufriendo dos mujeres jóvenes que son referentes de la oposición política’, advirtió Alberto Fernández, pocos días antes de ser electo presidente de Argentina el 27 de octubre, en referencia a Pabón y Rivadeneira. ‘La democracia tiene nombre de mujer y en Ecuador está presa. Libertad a Paola Pabón, prefecta de Pichincha, presa y Gabriela Rivanedeira, asilada. Mujeres, jóvenes, comprometidas y votadas por su pueblo’, alertó de su lado Cristina Fernández, exmandataria argentina y ahora elegida vicepresidenta de ese país sudamericano. Desde ese mismo punto, el Frente de Mujeres e Igualdad de Género de la localidad rosarina de Arroyo Seco denunció que una vez más ‘en nuestra región un gobierno neoliberal utiliza jueces y fiscales para encarcelar opositores a su gobierno e intentar con ello disciplinar e impedir cualquier tipo de organización en la protesta social’. Por su parte, el Consejo Asesor para temas jurídicos del Grupo de Puebla, conformado por reconocidos juristas internacionales, condenó el actual clima de persecución política y llamó a la apertura de un proceso de normalización democrática en Ecuador. ‘Situación de DDHH en Ecuador es gravísima. Después de matar y reprimir a indígenas, ahora Lenín Moreno se lanza sobre líderes políticos de oposición. Asambleísta @GabrielaEsPais y prefecta @PaolaPabonC, mujeres líderes y jóvenes, sufren brutal persecución’, afirmó el presidente del Partido Progresista de Chile, Camilo Lagos. Mientras, el eurodiputado de Izquierda Unida y activista por los Derechos Humanos, Manu Pineda, quien estuvo varios días en Quito, consideró que se inició en Ecuador una ‘cacería de la oposición’ y aseguró que la Cancillería ecuatoriana le impidió visitar a la prefecta de Pichincha. Organizaciones sociales e instancias internacionales también han hecho eco de las críticas y llamados a la dirigencia ecuatoriana a poner fin a los ataques contra funcionarios del gobierno de Correa, a quien no dejan de responsabilizar de los problemas económicos que sufre esta nación andina. La Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad rechazó categóricamente la intensificación de la persecución política contra la dirigencia y militancia del Movimiento Revolución Ciudadana y lo que definieron como ‘incitación al odio, la discriminación y criminalización de la política, instrumentada por el gobierno contra quienes defienden ideas adscritas al progresismo, al socialismo y otras expresiones del pensamiento’. En una Carta Abierta sobre la situación de Ecuador a raíz del paro nacional vivido los primeros días de octubre y la reacción oficial, expresidentes, parlamentarios e intelectuales del mundo plantearon que ‘el encono político y social en el que se encuentra este país hermano no se solucionará con más cerrazón del gobierno, no se ocultará con la omisión de la realidad de cierta prensa ni se detendrá con el encarcelamiento o exilio de dirigentes opositores’. La postura crítica internacional se suma a las voces que desde adentro, también claman por el respeto al derecho a la protesta y a la oposición de medidas antipopulares. En tanto, una comisión de expertos de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos investiga denuncias de violaciones a los derechos humanos y el uso excesivo de la fuerza durante los 11 días de protestas registradas del 3 al 13 de octubre pasado, que dejaron un saldo de al menos 10 muertes, mil 340 heridos y mil 192 detenidos, según la Defensoría del Pueblo. Hoy, el mundo sigue paso a paso las decisiones y actos de un gobierno, que electo para dar continuidad y profundizar los programas sociales aplicados a favor de los sectores más desoídos en Ecuador, pareciera haber dado vuelta a la página y plegarse a intereses oligárquicos, marcados por las recetas del Fondo Monetario Internacional y otros afines, alejados de las necesidades del pueblo trabajador.
Se preguntarán nuestros lectores ¿Y acaso un tipo de “tratamiento” y “cobertura” más equilibrado si los ofrecen/permiten los “grandes medios” más allá de lo que en ocasiones “dejan hacer” las redes como Facebook, Twitter y Youtube? Noooooooo, obviamente, no; les respondemos, son peores.
Las imágenes de millones de personas marchando en las calles de Chile, protestando contra las medidas neoliberales del gobierno de Sebastián Piñera, dieron la vuelta del mundo. Pero no fue por las portadas de periódicos como el New York Times. Las manifestaciones multitudinarias y la consecuente represión brutal de las autoridades chilenas, que resultaron en la muerte de al menos 19 personas, se dieron a conocer principalmente por las redes sociales, como Twitter, Facebook y YouTube. Confieso que soy suscriptora y lectora de la edición impresa del New York Times los siete días de la semana. Y no recuerdo haber visto las manifestaciones en Chile en una sola portada del periódico durante el último mes. Sin embargo, sí recuerdo reportaje tras reportaje en primera plana sobre las protestas anti-gubernamentales en Venezuela durante el último año. El New York Times ha publicado más de 900 artículos mencionando a Venezuela desde principios de enero del 2019. La mayoría han sido muy críticos contra el gobierno de Maduro, incluyendo editoriales del periódico apoyando la política del cambio de régimen promovido por el gobierno de Trump. El presidente Nicolás Maduro ha sido calificado como un ‘autoritario’, ‘dictador’, ‘tirano’, ‘hombre fuerte’, ‘represivo’ y otras ofensas que intentan desacreditar y debilitar su mandato. Cuando los manifestantes opositores en Venezuela usaron violencia en sus protestas, incluyendo bombas molotov, piedras, armas de fuego y otras formas violentas para agredir a la Guardia Nacional y a la policía, los medios internacionales los tildaron de ‘activistas en pro a la democracia’, ‘pacifistas’ y víctimas de la represión del Estado venezolano. Veamos unos ejemplos. Un artículo del 23 de octubre del 2019 en el New York Times, sobre las protestas en Chile y el Líbano, mencionó a 15 personas que habían muerto en las protestas (cifra para esa fecha), como si el Estado no fuera responsable. Incluso, el periódico ‘del récord’, como suele llamarse, escribió que “los manifestantes atacaron a fábricas, incendiaron a las estaciones del metro y saquearon los supermercados (…) forzando a Piñera a desplegar tropas en las calles (…) al menos 15 personas resultaron muertas, y un Sr. Piñera claramente perturbado, habló de ‘una guerra contra un enemigo poderoso e implacable’”. En contraste con la manera tan deferente y favorable como tratan a Piñera (el pobrecito presidente forzado a desplegar tropas contra el pueblo, al cual llama ‘enemigo’), el New York Times casi crucificó al jefe de estado venezolano. El “autoritario” Maduro es responsable por ‘masacres’, ‘violaciones de derechos humanos’, y frente a la crisis en su país ha ‘golpeado duro’ al pueblo, “enviando sus fuerzas de seguridad para aplastar la disidencia con operaciones mortales”. Piñera llama al pueblo “enemigo” y dice que está en “guerra” contra los manifestantes, y los medios lo tocan con ‘guantes blancos’. Si Maduro habla con el mismo lenguaje, lo llaman un ‘dictador brutal’, un ‘tirano’ que manda con ‘puño de hierro’. Incluso, cuando Piñera abruptamente suspendió la cumbre APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico), que iba a contar con la presencia de Donald Trump y el presidente de China, Xi Jinping, medios como el Washington Post echaron la culpa a las protestas. Ni siquiera mencionaron los muertos o la brutal represión a manos de las fuerzas de seguridad chilenas, bajo órdenes de Piñera. De hecho, a pesar de más de una docena de muertos, al menos un millón de manifestantes en las calles y la fuerte represión y violencia del Estado, yo no había visto ni un solo reportaje sobre Chile en los noticieros estadounidenses hasta que Piñera suspendió a la APEC, y eso porque se trataba de una visita de Trump a ese país. Los medios estadounidenses no han pasado ni un reportaje en pantalla sobre marchas de un millón de personas en contra de las medidas neoliberales de Piñera, marchas que fueron brutalmente reprimidas por el Estado, y miles de personas fueron heridas y detenidas. A cambio, Venezuela ocupó las pantallas de los canales de cable y los noticieros nacionales estadounidenses casi diariamente desde enero hasta junio, con auto-declarados expertos y pseudo analistas declarando la ‘pronta caída’ del régimen de Maduro. Pasaron entrevistas con el líder opositor Juan Guaidó, llamándolo ‘presidente’, aunque no goza de ese título legalmente, y repitieron una y otra vez los lineamientos del Departamento de Estado sobre Venezuela: Maduro es ilegítimo; la gente no lo quiere; la mayoría apoya a Guaidó; Maduro sale pronto; Maduro cae pronto; va a ser mañana; posiblemente hoy; aún no, pero pronto; ahora no se sabe cuándo, pero algún día será. El Departamento de Estado de Trump publicó 167 comunicados sobre Venezuela entre enero y octubre del 2019. Sobre Chile ha publicado 17 en el mismo periodo, y todos mencionan a Venezuela y la postura conjunta en contra de Maduro. Ninguno menciona las protestas en Chile, los manifestantes muertos o la represión del Estado. La hipocresía es tan gruesa que no se la puede tragar. Otro caso parecido ha sido Ecuador, donde grandes protestas en contra del gobierno de Lenín Moreno han paralizado el país. El debilitado e impopular mandatario ecuatoriano hasta tuvo que mudar la sede del gobierno de Quito a Guayaquil para no enfrentar las protestas que llegaban hasta el palacio presidencial Carondolet. Moreno, como Piñera, usó tácticas de represión para neutralizar las protestas en su contra. Y como Piñera, tuvo que rendirse frente a las demandas del pueblo y retractar medidas impopulares como la eliminación de un subsidio en el precio de la gasolina. También como Piñera, Moreno impuso un toque de queda en ciertas regiones del país, y ordenó el uso de fuerza contra los manifestantes. Igual al caso de Chile, los medios estadounidenses no publicaron casi nada sobre la crisis en Ecuador y la brutal represión del estado contra el pueblo en rebeldía. El Departamento de Estado sí tuvo algo que decir sobre las protestas en Ecuador, a diferencia de Chile. El 11 de octubre, el Secretario de Estado, Mike Pompeo, publicó un comunicado apoyando al presidente Moreno y los “esfuerzos del gobierno de Ecuador para institucionalizar las prácticas democráticas e implementar reformas económicas”. O sea, nada sobre la represión de Estado, la brutalidad contra los manifestantes o su derecho a protestar. De hecho, en su comunicado, Pompeo anuncia: “estamos monitoreando las denuncias sobre actores externos involucrados en las manifestaciones” en Ecuador. Pompeo se estaba refiriendo a las acusaciones sin fundamento de Moreno sobre supuestos vínculos de Maduro y Venezuela con los disturbios en Ecuador. Ni Moreno ni Pompeo presentaron pruebas para evidenciar o fundamentar esas graves acusaciones. Por su parte, el New York Times no publicó mucho sobre Ecuador y las protestas anti-gubernamentales, con la excepción de algunos artículos favorables al gobierno de Lenín Moreno. Un reportaje del 3 octubre 2019, a comienzos de las protestas, se tituló “Ecuador declara estado de emergencia mientras trabajadores en huelga bloquean las vías”, como si el gobierno fuera forzado a imponer un estado de represión por las protestas en su contra. Aquí cabe mencionar que el gobierno de Maduro no ha impuesto ningún toque de queda (como hicieron en Chile y Ecuador), ni un estado de emergencia, a pesar de los múltiples intentos de golpe de Estado, manifestantes violentas, rebeliones militares y hasta atentados con bombas contra el presidente. Sin embargo, Maduro es el dictador, y Moreno y Piñera son los democráticos. Finalizo este análisis con una muestra del tono tan distinto en los reportajes del New York Times sobre Ecuador y Venezuela. El artículo sobre Ecuador termina así: “En una declaración el jueves, el Sr. Moreno denunció las protestas con lenguaje fuerte. ‘A aquellos que quieren imponer un caos como mecanismo para lograr algo, ha acabado su tiempo’, dijo. Agregó que no estaba dispuesto a reconsiderar la eliminación del subsidio de la gasolina: ‘Las medidas que hemos tomado son firmes’, declaró. ‘No hay posibilidad de cambiarlas’. (Semanas después, Moreno tuvo que retractarse y volver a imponer el subsidio)”. Como pueden leer, el periódico estadounidense presenta a Moreno como un mandatario fuerte, firme y serio. Le dan la palabra final en el reportaje y censuran a sus opositores, quienes son tratados en el artículo como caóticos, violentos e irresponsables. En contraste, vemos un artículo sobre Venezuela del 30 de enero del 2019, titulado “Maduro utiliza una fuerza especial policial para aplastar la disidencia”, que concluye citando no al presidente venezolano, sino a una opositora: “‘El gobierno te obliga a ser lo que ellos quieren’, dijo la sra. González. ‘Porque si no lo haces, te encarcelarán, o estarías muerto’”. Como dijo el intelectual estadounidense Noam Chomsky, “la función principal de los medios masivos en Estados Unidos es movilizar el apoyo público para los intereses especiales que dominan al gobierno y el sector privado”. Washington quiere un cambio de régimen en Venezuela para imponer un gobierno que favorece sus intereses. Ya lo ha logrado en Ecuador y Chile, por eso los medios hacen caso omiso frente a la represión estatal en esos países. Pero cuando se trata de Venezuela, no hay límites de su hipocresía y sus manipulaciones.
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