Ante todo -y como de costumbre- una nota
enciclopédica; en este caso sobre la República Árabe Saharaui
Democrática RASD; según ECURED: “República Árabe Saharaui
Democrática (RASD). El Sahara Occidental o Español, que se extiende
desde el río Draa hasta la Güera en la Península del Cabo Blanco en su
reborde atlántico, está limitado en su interior por fronteras políticas,
que son al norte el reino de Marruecos, separados por el Uad Draa y al
sur con Mauritania. Parte del Gran Desierto o Sahara, con el cual
comparte sus características de desierto subtropical cálido, que aquí
suaviza el océano. La principal ciudad en Sahara Occidental ha
sido siempre Laâyoune, ó Aaiún, como la llamaron los
colonizadores españoles. Ésta fue la capital de la colonia y luego del
país, convirtiendo así a la provincia del norte, Saguia el Hamra, en la
región más activa económicamente (también cercana a la península
española y a las Islas Canarias). En el sur del país, Dâkhla constituyó
la capital de la provincia de Río de Oro y un mayor puerto marítimo para
la colonia. Otros grandes centros urbanos son Smara en el interior de
Saguia el Hamra y Bojador en zona costera entre Laâyoune y Dâkhla.
Laâyoune, actualmente, está ocupada por unos 150.000 marroquíes, que la
convierten en la mayor ciudad de Sahara Occidental, mientras que la zona
de Tinduf en Argelia alberga a la mayor parte de la población
saharaui.”.
Sobre el histórico conflicto entre la RASD y el Reino de Marruecos,
hace un tiempo el Programa “Al Hilo de la Historia” entrevistó a Carmelo
Ramírez y vamos a compartirla íntegramente con nuestros amables lectores
como una forma de contextualizar el mismo:
Las relaciones de Marruecos con España
-también con Alemania- se han venido tensando cada vez más debido
precisamente a “presiones” de Marruecos que trata de obtener
réditos políticos en una estrategia vinculada geopolíticamente con el
polo norteamericano cuya mejor expresión fue el reconocimiento del ex
presidente de EE.UU. Donald Trump de la “soberanía” marroquí sobre el
territorio del Sáhara occidental, violando descaradamente el
derecho internacional.
Así las cosas, desde suelo marroquí se produjo una masiva irrupción de
migrantes irregulares hacia España sin que por las autoridades
marroquíes se hiciera algo por impedirlo (más bien todo lo contrario).
Casi de inmediato comenzaron las llamadas “devoluciones en caliente” de
migrantes marroquíes. Las devoluciones de los que lo hicieron por
Ceuta superaban ya el 23 de mayo -según
informaba la Agencia Prensa Latina- “las siete mil 500,
según datos de la Delegación del Gobierno en esa región autónoma
española”.
La extrema derecha española también ha pretendido
sacar provecho de la situación. Por cierto, Pablo Casado se reunió hace
unas semanas con un ministro marroquí y con el líder de un partido que
sostiene que ‘Marruecos llega hasta Andalucía’, según escribió Javier Lezaola, en La Última Hora;
mientras, como en su momento informara la Agencia Prensa Latina,
más de medio centenar de personas
intentaron irrumpir en un hotel de la ciudad autónoma española de
Ceuta para protestar contra la presencia allí del líder de la
ultraderechista agrupación Vox, Santiago Abascal.
No ha sido ni es una invasión. Por mucho que la extrema derecha y
algunos medios de comunicación afines hablen de “invasión” cuando se
refieren a la entrada ilegal de miles de personas en Ceuta (y en menor
medida en Melilla), lo que se ha producido en esta ciudad no es otra
Marcha Verde ni se pretendía tomar la ciudad de la misma manera que
se ocupó el Sahara Español.
No ha sido, ni es, ni será una invasión, pero sí es el fiel reflejo
de que el hambre no entiende de fronteras ni hay muros, ya sean en
Estados Unidos, Turquía o España, terrestres o marinos, que
frenen a los que la sufren. A los que sufren el hambre y las guerras y
las dictaduras de sus países de origen…
El sur de Europa se está viendo sometido a esta presión migratoria que
no se va a detener fácilmente. Se ha demostrado que no bastan ingentes
cantidades de dinero para “ayudar” a los países de origen, entre otras
cosas porque, como sucede en el caso de Marruecos, la mayor parte
de esos ingresos europeos se dedican a la compra de armamento o a llenar
las arcas particulares de Mohamed VI, uno de los hombres más
ricos de África. Y esto mientras el pueblo marroquí está sumido
en una pobreza extrema, agravada por la pandemia y la ausencia de
turismo.
El gobierno español ha actuado tarde, mal y de manera bastante laxa. La
ministra de Exteriores, que ha demostrado con creces su incapacidad
diplomática a la hora de manifestarse contundente (salvo que se trate de
algún país señalado por Estados Unidos como
enemigo), se limita a quejarse en voz baja, casi como si rezase el
rosario. Algo parecido a lo que hizo cuando el gobierno marroquí decidió
ampliar su zona económica exclusiva de forma unilateral hacia las aguas
de las Islas Canarias. Por otro lado, el presidente hace un viaje
relámpago a las ciudades de Ceuta y Melilla y se limita a
hablar de las “buenas relaciones” que existen con Marruecos,
obviando la mayor: que su monarca es un déspota sin escrúpulos que
utiliza a su propio pueblo como arma política. Al otro lado, la
oposición del PP hace flaco favor a las políticas exteriores del
gobierno, con dirigentes que se reúnen con partidos políticos marroquíes
que tienen en sus programas la incorporación de Ceuta y
Melilla a la soberanía de Marruecos.
Pero, insistamos, esto es lo que hay que tener claro: el pueblo marroquí
no es nuestro enemigo. El adversario a batir es la corruptela estatal de
la monarquía alauita, encabezada por un monarca que utiliza los fines
europeos para seguir enriqueciéndose. Sin embargo, Europa,
y España también, abogan por mantener las ayudas
económicas e, incluso, aumentarlas. Y recordemos que Francia
(y Estados Unidos en la lejanía) apoyan al gobierno de
Marruecos por motivos geoestratégicos por lo que nada harán o
no permitirán que la UE tome medidas contra Mohamed VI
para que cambie sus políticas y dedique el dinero recibido a los
objetivos que debería: promover políticas internas para mejorar el nivel
de vida de sus ciudadanos y combatir las mafias que trabajan con la
migración para que a un medio o largo plazo esta lacra social disminuya
e incluso desaparezca.
Y volvemos al principio. No es una invasión en absoluto. Y así lo han
entendido, no los fascistas de turno o los medios de comunicación
manipuladores y anclados en pasados añejos, sino el voluntariado de la
Cruz Roja, las fuerzas de seguridad y el ejército, a los que
hemos visto no solo en sus funciones de detener o controlar el flujo
incontrolado de migrantes sino en labores de socorro, ayuda y consuelo.
Esas imágenes que hemos visto deberían conmover las conciencias y
hacernos ver que los que cruzan las fronteras no son bereberes armados
hasta los dientes con ganas de violentar nuestra “apacible” sociedad
sino jóvenes desesperados porque en su país o países de origen no tienen
ninguna posibilidad de mejorar.
Todo este dolor y esta solidaridad no nos ha de hacer olvidar que,
de nuevo, el gobierno español ha procedido a realizar innumerables
“devoluciones en caliente”, práctica que, aunque el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, muy torticeramente, ha declarado
correcta, es muy criticada y considerada ilegal por muchas ONGs porque
vulnera derechos fundamentales.
La normalidad, empero, ha vuelto a la frontera. Una normalidad tensa,
cargada de dudas sobre el futuro de las relaciones entre Marruecos
y España, dado que el origen de esta avalancha humana hay
que buscarlo en el conflicto del Sahara Occidental y la
acogida en España de uno de sus líderes por razones
humanitarias, algo que Mohamed VI y su gobierno no aceptan
de buen grado y no se esconden en manifestarlo.
La UE deberá reconsiderar la manera en la que se gestionan unas
cantidades económicas que no están dando los frutos esperados: la
migración no solo no se frena ni disminuye sino que aumenta de una
manera exponencial, mientras los responsables del lamentable estado de
sus ciudadanos se enriquecen cada vez más y vulneran los derechos
humanos sin que una voz clara y contundente europea diga algo al
respecto.
Demasiados intereses enfrentados entre países que defienden diferentes
objetivos geoestratégicos. Pero, insistamos, el enemigo no es el pueblo
marroquí ni los hombres, mujeres y niños que huyen de la miseria sino
sus gobiernos corruptos, amparados por un sistema económico que
considera la subvención sin control como solución a todos los males.
Posicionamiento desde Canarias.
En ese contexto, la Televisión pública de España en Canarias (TVE1)
organizó un “debate” del que compartiremos las opiniones que
consideramos más consecuentes y apegadas a derecho.
RASD-Tv En Español
Canarias,
sobre el Sáhara Occidental y las últimas acciones de
chantaje y agresión del Reino de Marruecos contra España El profesor de
Derecho Internacional Público de la Universidad LPGC,
Carmelo Falep Pérez, ha manifestado que las intenciones de
Marruecos de presionar a España para que siga el camino de Donald Trump, en el Sáhara Occidental sería “un
acto ilícito internacional”. El profesor, además de advertir que
España“no puede” seguir los pasos de Trump, ha insistido en
que “reconocer una ocupación militar que viola una norma imperativa
del Derecho Internacional, como es el derecho a la autodeterminación de
los pueblo, es un acto ilícito. España no puede contribuir con sus
actos, ni siquiera con un mero reconocimiento político, a reconocer la
soberanía marroquí sobre un territorio que está pendiente de
descolonización”.
En 4 minutos, Carmelo Ramírez ha desmontado los débiles
argumentos del lobista pro marroquí, Rafael Esparza, en el
debate organizado por TVE1-Canarias, sobre el Sáhara Occidental y la
agresión y chantaje marroquí a España. En el debate, Esparza ha tenido
que soportar los claros argumentos de Ramírez, quien ha recurrido a la
legalidad internacional y a las atrocidades cometidas por Marruecos
contra el pueblo saharaui, par evidenciar de forma clara y contundente
que defender a un régimen agresor y chantajista no es rentable en
debates públicos.
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