lunes, 20 de abril de 2020

Pueblos: DyC. ¿Una nueva economía? (III) Por Orestes Martí.


Pueblos: DyC. ¿Una nueva economía? (III)
Por Orestes Martí.

Las Palmas de Gran Canaria
2020-4-20
Si en Pueblos: DyC. ¿Una nueva economía? (I) les presentamos un escenario mundial de la mano de Pepe Escobar en el que el autor nos hablaba de “La falla total del Sistema” y de la aparición de una “nueva economía”, en Pueblos: DyC. ¿Una nueva economía? (II) reprodujimos la opinión de Roberto Cobas Avivar, sobre un escenario específico: los Estados Unidos de América, en la que también mencionó el sistema socio sanitario de Cuba.
Les proponemos ahora hacer el recorrido a la inversa: hacer una breve incursión en los Estados Unidos de América -a través de la opinión de la destacada comunicadora Amy Goodman- y pasar al escenario mundial -también con mención de Cuba y su sistema socio sanitario- de la mano de Carlos Lage Codorniu.

Médico afroestadounidense que realizaba pruebas de detección de Covid-19 fue detenido por la Policía de Miami
Amy Goodman y Denis Moynihan


El Dr. Armen Henderson es médico y profesor adjunto en la Carrera de Medicina de la Universidad de Miami. Además de su trabajo clínico, el Dr. Henderson realiza pruebas de detección de Covid-19 a personas en situación de calle, como parte de un grupo de voluntarios. El viernes pasado, Henderson, que es afroestadounidense, estaba en su casa cargando una camioneta con carpas y otros suministros para distribuir a las personas sin hogar, cuando un patrullero de la Policía de Miami se detuvo. El oficial salió del vehículo, acusó a Henderson de arrojar basura a la calle, lo increpó y lo esposó.

El Dr. Henderson llevaba puesta una mascarilla quirúrgica para protegerse del nuevo coronavirus, que se desprendió de su cara durante el encuentro. En una entrevista para Democracy Now!, el doctor expresó:“[El agente] estaba a centímetros de mi cara, gritándome que tenía que tratarlo de ‘sargento’ y de ‘señor’. No tenía mascarilla, no tenía guantes. Sentí cómo caían gotas de su saliva sobre mis labios”.


Henderson continuó el relato: “Mientras estaba parado frente a mí me quedé bastante callado, esperando a que viniera mi esposa. Cuando ella salió, le preguntó al agente por qué me había esposado y le dijo que vivíamos ahí. Y él dijo ‘Bueno, necesito ver alguna identificación. Vaya a buscarla’. Así que ella volvió a entrar a casa a buscar su documento, le mostró que realmente vivíamos ahí y, en ese momento, básicamente me dejó ir”.


La cámara de seguridad de la casa de Henderson registró el intercambio. Incluso sin audio, el video se volvió viral y provocó una indignación generalizada. En menos de 24 horas, el jefe de policía de Miami,Jorge Colina, anunció una investigación interna.

Ante la pregunta de por qué enfoca su trabajo de ayuda en la población sin hogar, el Dr. Henderson respondió: “Tenemos que refugiarnos en donde estemos para lograr el distanciamiento social. Para alguien sin techo, sin refugio, es imposible hacerlo. En una pandemia estas son las personas más vulnerables, a quienes se supone que debemos prestar más atención, porque son personas que duermen en autobuses, en paradas de autobús, en bancos. Cuando se habla de la respuesta de salud pública ante una pandemia, el foco debe estar en quienes más utilizan los espacios públicos… Es difícil lograr que te hagan la prueba de detección si no eres rico”.La mayor parte del trabajo voluntario de Henderson se realiza en el vecindario históricamente afroestadounidense de Miami,Overtown.


Henderson explicó la historia reciente del vecindario: “Era una comunidad negra floreciente, como el Harlem del Sur. Con el tiempo, Overtown se vio muy afectado por la construcción de la Interestatal 95, que destruyó a la comunidad y la dejó asolada por la pobreza y la adicción a las drogas. A pocos kilómetros de distancia se encuentra una de las zonas más acaudaladas del país, Fisher Island, una isla privada que aloja unas 800 familias, accesible sólo por barco o helicóptero. Allí, donde el ingreso anual promedio fue de 2,5 millones de dólares en 2015, todos tienen acceso a una prueba de anticuerpos de Covid-19 de respuesta rápida, que Fisher Island compró al Sistema de Salud de la Universidad de Miami para abastecer a sus residentes.

La disparidad racial y de clase en las muertes por Covid-19 es cada vez más evidente. Las personas de comunidades pobres y de comunidades de color tienen más probabilidades de presentar problemas de salud subyacentes, agravados por un menor acceso a servicios de salud de calidad. El Dr. Henderson explicó: “La esperanza de vida de las personas que viven en Overtown, en comparación con las de Fisher Island, es de 15 años menos. Esto refleja la hipocresía del sistema en general”.

Estas disparidades son incuestionables y de alcance global. La sede estadounidense de la organización humanitaria Oxfam publicó un informe la semana pasada, “Dignidad, no destitución: un ‘plan de rescate económico para todos’ para enfrentar la crisis del coronavirus y reconstruir un mundo más igualitario”. Oxfam estima que la Covid-19, de no controlarse, podría matar a 40 millones de personas en todo el mundo y arrastrar a la pobreza a 600 millones más, dejando a la mitad de los 7.800 millones de habitantes del mundo en estado de pobreza.

Este informe se hizo público al tiempo que el presidente Trump anunció que Estados Unidos iba a retener fondos de la Organización Mundial de la Salud, la agencia de la ONU que lidera la respuesta mundial a la pandemia. El editor en jefe de la prestigiosa revista médica The Lancet calificó la medida como “un crimen contra la humanidad”. En una entrevista para Democracy Now!, Paul O’Brien, de la organización Oxfam, opinó sobre la decisión de Trump: “Se trata de una maniobra de corto plazo para delegar culpas y nombrar chivos expiatorios para distraer a las personas del fracaso del gobierno en el manejo adecuado de este tema. Las consecuencias podrían ser devastadoras”.Frente a la magnitud de la pandemia abundan los actos individuales de coraje y compasión. Son tiempos de florecimiento de la ayuda mutua, liderados por grupos de base, de inmigrantes y de jóvenes, sindicatos, congregaciones y organizaciones indígenas. Si bien ninguna de estas acciones sustituye a una acción global coordinada y financiada por los gobiernos, están realmente haciendo la diferencia al brindar ayuda fundamental y salvar vidas.

Refiriéndose al agente de policía que lo esposó cuando estaba por salir a hacer pruebas de detección de Covid-19 a las personas sin hogar de Miami, el Dr. Armen Henderson expresó: “Quiero que rinda cuentas y quiero una disculpa”. Sin dejarse intimidar, el Dr. Henderson sigue trabajando en Overtown, donde está implementando una nueva prueba que arrojará resultados en solo 15 minutos, mejor que el tiempo de respuesta de la prueba anterior, que es de cuatro a diez días. Esperemos que su trabajo se desarrolle sin interferencias y que lo único que se vea refrenado sea la calamitosa respuesta de Trump a esta dura pandemia.

Hasta aquí la opinión de Amy Goodman; que también se la ofrecemos en formato audio para que los interesados puedan escucharla, así como un vídeo que reprodujimos recientemente en nuestras redes sociales.




Tomado de RT:Ver en Youtube

Pasemos ahora a la opinión publicada por Lage Codorniu en “La Tiza”.


Cuba, el coronavirus y el dinosaurio
Por Carlos Lage Codorniu


El coronavirus llegó, pero pudo ser una catástrofe meteorológica, un meteorito venido del espacio o cualquier otro buen tema para una película de ciencia ficción. Vino para recordarnos nuestra fragilidad como especie. Y cuando despertamos, como el dinosaurio de Monterroso, el capitalismo todavía estaba ahí.

De pronto, los medios descubrieron que desmontar los sistemas de sanidad pública tenía un costo enorme y que lo pagarían los de siempre: los que no van al médico porque no pueden pagar el seguro, los que no pueden dejar de trabajar, los que más se enferman y tienen su sistema inmunológico deprimido por llevar una vida de total stress físico y mental, los que no tienen casa o viven en condiciones higiénicas deplorables.

Pero ese relato, duro, difícil, es el relato de los países ricos. El coronavirus reservará eso y más a los países pobres; porque incluso aquellos que logren contener la enfermedad, no tendrán luego como contener el daño económico. El efecto en los países subdesarrollados será varias veces más fuerte.

En estos días se ha discutido mucho como el virus puso en stand by — y en duda — el sello de la economía mundial de las últimas décadas: la globalización. La globalización tiene apellido: es neoliberal. Los acelerados procesos de interconexión del comercio, la producción y las finanzas mundiales se articularon sobre la base de criterios de rentabilidad para las grandes empresas trasnacionales.

Los países pobres, que mucho sacrificaron por la obtención de su soberanía política, la intercambiaron por soberanía económica. Ahora tienen bandera, presidentes, parlamentos, procesos electorales y debates televisados; pero de la noche a la mañana, gracias a la tan aplaudida liberalización financiera, los principales jugadores de los mercados financieros pueden sacar todo su dinero del país y, de un plumazo, hacer trizas la economía. En el reino de la libre movilidad de capitales, los países pequeños subordinan todo — políticas sociales, protección de recursos naturales y humanos, transformación económica — a «atraer capitales». Los mercados gobiernan. Los gobiernos obedecen.

En esta crisis no será diferente. Europa y Estados Unidos han sacado sus famosas bazucas de recursos para intervenir en la economía. Tanto los gobiernos como los bancos centrales han dicho que harán «todo lo que haya que hacer». El diablo está en los detalles, porque la mayor parte de ese dinero irá a parar, al igual que en la crisis anterior, a los grandes bancos y las grandes empresas. Y cuando todo pase, habrá que pagar con impuestos la deuda en que incurrieron los gobiernos para activar sus bazucas. El capital se salva. Los demás pagan los costos.

Pero los países pobres tampoco podrían hacer eso. Aunque necesitarían más dinero — sus sistemas de sanidad, asistencia social y protección al desempleo son mucho más frágiles — , tienen enormes niveles de deuda gubernamental, por lo que no estarían en condiciones de destinar los recursos que asignan las grandes naciones a sostener el sistema de salud y recuperar la economía.

No tienen una moneda de reserva internacional, por lo que sus bancos centrales no pueden inyectar dinero en niveles desproporcionados.[1] En adición, la salida de capitales conducirá a la depreciación de las monedas nacionales, al tiempo que complicará los problemas de la deuda y comprometerá las reservas de divisas. En ninguna circunstancia, los países pobres podrán hacer «todo lo que haya hacer».

¿Qué les deja a los países pobres el orden económico actual? La cooperación internacional. Desde hace varias décadas los problemas de cerca de 200 naciones se deciden en reuniones de apenas 8 o 20 países. Los líderes del G20 se reunieron por videoconferencia a finales de marzo, cuando ya el virus había infectado a más de medio millón de personas en el mundo.[2]

Aunque hubo un compromiso para inyectar fondos y enviar un «mensaje fuerte» a la comunidad internacional, poco se puede conciliar cuando lo que prima es salvar al capital. Menos aún cuando algunas de las principales economías del mundo están gobernadas por personajes no solo extremistas, nacionalistas, racistas y xenófobos, sino incompetentes: Trump y Bolsonaro a la cabeza.

El gobierno norteamericano ha endurecido las sanciones contra Venezuela, Cuba e Irán en medio de la pandemia mundial y un caos total a nivel interno.[3] También pretende limitar la exportación de mascarillas y utensilios médicos necesarios para la gestión de la crisis a otros países[4] y fue denunciada su intención de buscar exclusividad para Estados Unidos de una posible vacuna contra el virus.[5]

Para colmo, el 1º de abril Trump anunció una supuesta maniobra para combatir el narcotráfico con la mayor movilización de tropas navales desde 1989 en el Caribe, aumentando la presión sobre Venezuela.[6] ¿Cooperación? No, America first.

Tampoco reaccionarán los organismos financieros internacionales, de dudoso prestigio en el auxilio a las naciones subdesarrolladas. El Fondo Monetario Internacional anunció que evalúa la creación de una línea de financiamientos de corto plazo para los países en problemas.[7] De momento, le negó un financiamiento a Venezuela en virtud de cuestionar la legitimidad de las autoridades bolivarianas,[8] mientras el gobierno norteamericano intenta bloquear un financiamiento a Irán.[9]

Y mientras todo eso ocurre, los mercados financieros siguen abiertos. Money never sleep. Aunque se oye hablar de grandes caídas o de elevada volatilidad de las bolsas, ese es el conjunto del mercado. A su interior hay ganadores y perdedores: el capital se recompone y se centraliza, aún más. ¿Y qué hace Wall Street? ¿Financiar los esfuerzos para salir de la pandemia? No, hace lo mismo de siempre, especular, apostar, tomar ventaja, en el gran casino global, mientras sus inversiones irrentables son asumidas por los grandes bancos centrales en el esfuerzo por salvar la economía.

No es difícil percatarse de cómo llegamos hasta aquí. Estamos recogiendo el resultado de la ofensiva neoliberal. Se ha dado paso, en cuestión de décadas a amplios procesos de privatización y desregulación de la actividad privada, en especial en los países del Sur. Mientras, se eliminaron las barreras fundamentales a los movimientos de bienes, servicios, capital y monedas entre países.

Como el peor de los virus, libre de restricciones, el capital se apropió de todo a su alrededor: bienes públicos, patentes de productos que salvan vidas, la formación de las generaciones futuras, la creación artística, el conocimiento científico, el discurso, la política, los ideales, los sueños, todo.

El coronavirus terminó de desnudar al capitalismo, un sistema que no entra en crisis ahora. La economía mundial aún no se recuperaba de la crisis de 2008, sobreviviendo la última década con respiración artificial, gracias a las desproporcionadas inyecciones de liquidez de los principales bancos centrales. A aquella crisis le llamaron financiera, pero era un reflejo del quiebre del patrón de acumulación del capitalismo, de su patrón de consumo, una crisis ecológica, política, de valores, sistémica.


Pero el capitalismo es una construcción social. El coronavirus nos desnudó también como especie; mostró nuestra capacidad de autodestrucción y nuestras mejores expresiones de solidaridad que, por desgracia, solo afloran de manera extendida en momentos extremos.

No es el coronavirus. Es el capitalismo. Somos nosotros

El escenario es sombrío y hay que decirlo con todas sus letras. La crisis sanitaria no tiene un final claro, en especial ante la irresponsabilidad y la incompetencia del gobierno de Trump. Los infectados, las muertes y las curvas siguen creciendo a nivel mundial. Y es pronto para saber cuánto tiempo durarán las condiciones atípicas, ya sea por la necesidad de esperar a una vacuna o por el peligro de aparición de nuevos virus.

Luego, vendrá el golpe económico, que empieza a sentirse, pero tendrá sus impactos más visibles una vez que se levanten las principales medidas de distanciamiento social. Muchos analistas auguran que será una crisis peor que la de 2008, con consecuencias probables en todas las latitudes del planeta.

El FMI prevé que 170 países entrarán en recesión en 2020.[10] Un reporte de Bloomberg indica que la crisis podría suponer una pérdida para la economía mundial de cerca de 5 millones de millones de dólares en los próximos dos años, un volumen superior al PIB anual de Japón.[11] Sus efectos asimétricos, con grandes costos para el Sur, pueden ser muy duros.

Ha sido enorme la sensibilidad a nivel mundial ante el número de muertes y las historias asociadas: cuerpos abandonados en las calles o esperando días para ser recogidos en una casa, sistemas sanitarios y funerarios colapsados, el ministerio de salud de Italia instruyendo dejar vivir a los de mayor esperanza de vida. Las muestras de solidaridad y la condena a la ineptitud de los gobiernos no se han hecho esperar en las redes sociales. Muchos creen, con esperanza en el mejoramiento humano, que cuando todo acabe las cosas serán diferentes.

Al capitalismo no lo puede matar un virus. Quizás observemos un poco más de inversión en sanidad y muestras simbólicas de filantropismo multimillonario a lo Bill Gates o Alibaba. Pero nada indica que la pandemia o sus impactos modificarán las condiciones de reproducción del capital. Al contrario, las crisis son fuente de regeneración del capital, más si su causante visible es un «agente externo» que puede cargar con todas las culpas. El sistema y sus instituciones podrían tambalearse o mutar, pero seguirán ahí, como el dinosaurio.

Sólo el «pobretariado», ante el hastío por la situación social, puede conducir a un proceso que pretenda una sociedad postcapitalista. En el preámbulo de la crisis, los estallidos sociales se hicieron notar con fuerza en varias latitudes del planeta. Sin embargo, no fueron capitalizados por movimientos que pudieran transformar la insatisfacción en aspiración a desarrollar un proyecto alternativo a partir de la discusión del poder político.

El mundo se debatirá entre el reacomodo del capitalismo que, herido de muerte, mostrará sus peores caras para salir de la crisis o una oportunidad de reverdecimiento de los movimientos sociales que puedan transformarse en proyectos políticos concretos. Más que nunca será real la paradoja de Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie.

Cuba tiene condiciones para salir menos afectada por la crisis sanitaria, dada la singularidad y universalidad de su sistema de salud. Golpeado por los años de crisis y la falta de recursos, muchos denigraban «lo que quedaba» de ese sistema, comparando la calidad con otros países por el servicio o la limpieza de los hospitales. Descubrimos, nosotros también, que con muchas cosas por resolver, su sello está en el nivel de sus profesionales, el sistema de atención primaria de salud y el desarrollo de la industria biofarmacéutica.

Pero el sistema de salud pública cubano no es causa, sino consecuencia. Es el resultado de un proyecto social que, con todos sus errores y tropiezos, y contra muchos, muchísimos demonios, demostró siempre una profunda eticidad y humanismo, su raíz martiana.

Nos cuesta mucho echar adelante la economía, pero tenemos meridiana claridad de que ante un ciclón, una pandemia o un enfermo de cáncer, en Cuba o en cualquier remoto lugar, los pocos recursos que tenemos se dispondrán para salvar vidas, en primera instancia. No solo es una cuestión de prioridad del gobierno, o del incuestionable liderazgo de Fidel, sino de la formación de un sujeto social diferente.

El ambiente sociocultural de nuestra historia libertaria y, en especial, la profunda conmoción social y política de los últimos sesenta años nos moldearon de modo singular, con una sensibilidad por el otro, por el bien común, que produce «valientes» por todos los costados: en África subsahariana, en Andorra y el Amazonas, en Angola y en el duro día a día de nuestra gente aquí.

Incluso muchos de los que emigran, en ambientes de competencia extrema y culturas muy diferentes, mantienen redes de solidaridad entre emigrados y con sus familias que merecerían el más profundo estudio.

Es el momento de sentir orgullo por lo que somos y lo que hemos construido, a mucho sacrificio. Por aquellos que son capaces de grandes desprendimientos en el «frente», pero también por muchos otros, menos visibles, como Roxanne Castellanos, la psicóloga que promovió un llamado espontáneo a aplaudir el esfuerzo con el «Cañonazo de las 9» y sintió la necesidad de reforzar su responsabilidad con los niños en momentos como este.

También es el momento de ser humildes. El orgullo no puede convertirse en arrogancia, porque no tenemos la mejor sociedad del mundo: apenas, la que hemos podido construir en medio de agresiones y las complejidades de toda obra hecha a mano, sin manual, por hombres y mujeres. Algunas de sus más notables virtudes son nuestra protección de hoy y nuestra posibilidad de ayudar a otros, pero no debe ser baratija política para ostentar la superioridad del socialismo.

La superioridad del socialismo está en la construcción de una alternativa a la lógica del capital, que habrá de demostrarse aún. De momento, la coyuntura es igual de difícil para nosotros. Somos ciudadanos de la aldea global y seremos golpeados con dureza, como país pobre y bloqueado, por los efectos de la crisis económica.

Habrá que aunar todas las fuerzas para salir adelante, porque lo que viene es duro. Tenemos experiencia en la gestión de epidemias y en la administración de crisis económicas, pero luego habrá que recuperarse y retomar las transformaciones económicas y políticas de un modelo que, no importa cuántos debates, documentos y congresos hayan dicho que «actualizaríamos», se ha empeñado en prevalecer.

En momentos en que el sistema capitalista muestra flaquezas por todos lados, Cuba no puede salvarse solo con su ejemplo y su solidaridad. Construir una alternativa es un apremio, quedar varados en transformaciones menores es un suicidio. Hay mucho aún que intentar, con pragmatismo sí, pero sin perder el rumbo, martiano y marxista.
Preciso hoy es salvar vidas, sin perder la vista en salvar e impulsar el proyecto.

Notas:
[1] Para hacer frente la crisis de 2008 la Reserva Federal, el banco central norteamericano, multiplicó por cuatro la emisión de dólares en circulación.
[2] «En su cumbre virtual líderes del G20 se compromete a dar fondos, esfuerzo y valentía contra el COVIV-19». 26 de marzo de 2020,www.vanguardia.com.mx.
[3] «¿Cómo las sanciones de Estados Unidos afectan a países con coronavirus?». 22 de marzo de 2020,www.razonesdecuba.cu.
[4]«Se desata feroz lucha entre países por hacerse con equipos médicos». 7 de abril de 2020, www.m.lacapital.com.ar.
[5] «Trump busca exclusividad para EEUU de posible vacuna alemana contra COVID-19». 15 de marzo de 2020, www.dw.com.
[6] «¿Por qué EEUU despliega ahora su operación militar antidroga?». 4 de abril de 2020, www.mundo.sputniknews.com.
[7] «IMF says world recession will be ´way worse¨ than 2008 crisis». 3 de abril de 2020, www.globalnews.ca .
[8] «FMI niega a Venezuela los 5 mil millones de dólares solicitados para enfrentar el nuevo coronavirus». 18 de marzo de 2020,www.cubadebate.cu.
[9] «US to block Iran´s request to IMF for 5 billion loan to fight coronavirus». 7 de abril de 2020. www.wsj.com .
[10] «El FMI prevé que 170 países entren en recesión este año en la peor crisis desde la Gran Depresión ». 9 de abril de 2020,www.lavanguardia.com.
[11] «World economy faces 5 trillion hit that´s like losing Japan». 8 de abril de 2020. www.bloomberg.com.

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Ciencia de Cuba abre caminos contra la Covid-19, afirma Díaz-Canel

La Habana, 19 abr (Prensa Latina) El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, afirmó hoy que los hombres y mujeres de ciencia de la isla abren caminos para enfrentar mejor la pandemia de Covid-19.

El jefe de Estado resaltó en su cuenta de Twitter que el trabajo que realizan permite una mayor preparación para combatir la enfermedad causada por el SARS CoV-2, a partir de recursos y tecnologías propias.

La meta es erradicarla, destruir su alta letalidad y que nos podamos inmunizar, añadió en otro mensaje en esa misma red social.

La víspera el mandatario se reunió con representantes de instituciones científicas del país, con los que repasó los aportes a la batalla común contra el nuevo coronavirus.

Díaz-Canel destacó que lo logrado hasta ahora valida la aplicación del método científico para enfrentar contingencias, pues contribuye a la toma de decisiones y a la efectividad de las acciones para contrarrestar la pandemia.

En el encuentro se compartieron los primeros resultados del pesquisador virtual desarrollado por la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) y los ministerios de Salud y de Comunicaciones.

La herramienta, en menos de 24 horas, fue utilizada por 11 mil 237 personas, de las cuales 61 declararon ser contactos de alguien confirmado como positivo a la Covid-19.

También se conoció sobre la prueba de diagnóstico serológico en la que se trabaja, y que emplea el Sistema Ultra Microanalítico (Suma), de factura nacional, lo que facilitará la búsqueda masiva de casos en la población.

La fabricación de medios de protección y la reparación de ventiladores necesarios en las terapias intensivas fueron otros de los aportes de la comunidad científica, para lo cual se unieron varias instituciones e incluso los trabajadores del sector privado.


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