lunes, 24 de agosto de 2020

Pueblos: EE.UU. Elecciones y “visiones” (III). Nuevas visiones y opiniones Por Orestes Martí


Fotocomposición: el autor.

Pueblos: EE.UU. Elecciones y “visiones” (III). Nuevas visiones y opiniones
Por Orestes Martí
Las Palmas de Gran Canaria
2020-8-
24

Bueno, como nuestros lectores deciden sobre los temas que abordamos diariamente y así nos lo han hecho saber, vamos a continuar con el tema de las opiniones y las “visiones” sobre las próximas elecciones en los Estados Unidos de América…. y tal como también nos lo han solicitado muy encarecidamente, vamos a tratar de ofrecer un “abanico” de criterios obviamente no coincidentes, aunque nunca con enfoques fascistoides o proto fascistas, al estilo WASP (1).

Desde los Estados Unidos, el amigo Lorenzo Gonzalo, nos envía su opinión al respecto.


El periodista cubano residente en Miami, Lorenzo Gonzalo. De visita en Gran Canaria invitado por la Asociación de Cubanos Residentes en Gran Canaria y la Asociación de Amistad Canario Cubana, para dar a conocer la labor que realiza en EE.UU. en defensa de Cuba.

EL PARTIDO DEMÓCRATA Y LAS ELECCIONES.
Sabemos cómo funciona la política partidista en Estados Unidos. Al menos Bernie Sanders la conoce perfectamente, porque fue su víctima en la selección de la candidatura demócrata para las elecciones del 2016.
Cuando los indicadores señalaban como ganador a Sanders los dirigentes más importantes del Partido y los intereses más influyentes, se inclinaron por Hillary Clinton. Para complicar las cosas, las computadoras de la Convención Nacional Demócrata fueron jaqueadas. Sanders tuvo declaraciones duras al respecto.
Conservando la poca decencia que los políticos practican con sus oponentes, a la pregunta de Kasie Hunt de NBC, si apoyaría al candidato seleccionado por la Convención, éste respondió “Algunas personas dicen que tal vez si el sistema no hubiera sido manipulado en mi contra, habría ganado la nominación”. Fue un modo elegante de denunciar el amañamiento. El pobre no sabía que la nueva presidencia, erradicaría esa elegancia muchas veces hipócrita, encabezada por un pícaro callejero devenido en Presidente
En la selección del candidato presidencial del 2020 ha ocurrido otro tanto. No obstante, debemos reconocer que la maniobra ha sido más sutil. De repente, cuando la balanza se inclinaba por el Senador Sanders, apareció Joe Biden como salido del sombrero de un mago, uno de los líderes tradicionales del Partido, quien para beneficio de su postulación inesperada, había sido Vicepresidente junto al primer negro Presidente en la historia de Estados Unidos.
De salir electo Presidente en las elecciones del próximo noviembre, Joe Biden no podrá ser más de lo mismo, aunque durante su mandato hará lo posible por presentarse como continuador de la Administración de Barack Obama, algo muy difícil dada la enorme influencia alcanzada por el sector progresista y la corriente socialista democrática dentro del Partido.
En política internacional intentará acercarse al legado que Obama no pudo cumplir a cabalidad: la no injerencia en los asuntos de otros países. Para lograrlo deberá buscar un balance entre la nueva filosofía internacional próxima a un relativo cierre de fronteras, estimulada por criterios chovinistas de baja intensidad y los peligros militares de un mundo donde Rusia y China representan un gran desafío por sus exitosas políticas de extender sus fronteras de influencia.
Desde el primer instante de su presidencia parodiará el discurso de Obama en el Cairo y procurará poner sobre sus pies los desajustes internacionales creados por las erráticas políticas de Trump. Esperemos que la Secretaría de Estado no sea ocupada por alguien como Susan Rice quien según opinión de la institución Brooking Institute, de diciembre del 2012, “el elemento definitorio de la cosmovisión de Rice es que Estados Unidos debería poder usar su poder en todas sus formas para proteger sus intereses y defender los valores fundamentales”, esto la convierte en un personaje decimonónico dentro de la evolución comenzada en las filas del Partido Demócrata, además de tener fama de ser autoritaria y autosuficiente.
Pero lo más importante para Joe Biden y a la vez difícil, será la política nacional por ser lo que más importa en la actualidad a esta juventud informada y desinformada de Estados Unidos de América. Especialmente porque se trata de una generación que se está auto politizando y abraza criterios contrarios, opuestos y novedoso, respecto a la política tradicional inaugurada tras la Independencia de esa porción del Norte de América.
Obama demostró que las elecciones podían colocar un negro en la Presidencia, caracterizándose por predicar ideas caritativas y un cambio internacional que contradecía la política al uso. Pero su pensamiento, al menos el expresado, nunca fue cercano a reformas profundas que eventualmente condujesen a transformaciones radicales: seguro universal de salud, salarios más altos, limitación de la proporción de ingresos que puedan apropiarse los grandes empresarios y ejecutivos, en relación al salario mínimo del obrero más simple; educación gratuita, condonación de la deuda estudiantil y limitar la influencia del capital en la dirección del Estado. Esto dicho así, a calzón quitao, proviene del movimiento
MoveOn, del cual Bernie es su fundador y ha sido incorporado por millones de jóvenes y personas menores de cuarenta años y muchos sexagenarios y septuagenarios, quienes han descubierto que la política conocida hasta hoy, se ha convertido en un instrumento de bajo rendimiento y un impedimento para el progreso colectivo. Con estas novedades deberá lidiar Biden si llega a la Presidencia. Por suerte, Sanders se dedicará a mirar los toros desde la barrera y actuar en ocasiones de banderillero, aunque más cerca del toro que del matador.
Lo mejor de Bernie es que nunca llegará a Presidente, lo cual corrompe. Es mejor ser Maestro y que, un cúmulo de alumnos, se encarguen de la tarea. El Poder corrompe. A todos los corrompe de algún modo u otro. Nadie se salva. Quizás de algún modo, como un ejemplo, el caso de
José Mujica en Uruguay es una de esas raras excepciones, quien mantiene el mismo estatus económico anterior a su presidencia, dedicándose humildemente a sus tareas de ciudadano. También es una excepción el nonagenario Presidente Jimmy Carter quien en sus noventas aún participaba, junto a su esposa, en la construcción de casas para gente de bajos recursos.
Estamos ante una realidad nueva, alimentada además por el famoso virus que definitivamente demanda un cambio en el sistema de salud estadounidense, lo cual favorecerá otras demandas de igual radicalidad.
Creo que por ahí andan las cosas. No pretendo restarle importancia a Obama, quien tenía un pensamiento humanista de proyección social indefinida para quien el bien es lo importante. El problema es saber cuál es el bien. La juventud de hoy, por boca de Sanders, tiene una definición más clara del concepto, al menos eso parece mostrar el horizonte político.
Obama logró por vez primera en más de cien años, mostrar un Estados Unidos de América de cara más noble, menos agresiva, algo que
Donald Trump, aún sin realizar estridentes intervenciones, echó por tierra, haciendo que los más cercanos aliados europeos, se conviertan en potenciales enemigos o acervos críticos que laboran para desprenderse del paternalismo estadounidense.
Biden quizás recupere parcialmente para el país, ese estatus internacional, aunque nunca será semejante al alcanzado en los setenta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero sin dudas, las mayores dificultades estarán dadas en el desempeño de la política nacional.
Para compensarlas escogió a
Kamala Harris, una continuadora en pequeña escala de Bernie Sanders.
Si sale Presidente, “digo si sale”, como hubiese dicho César Vallejo, veremos hasta dónde pueden desatarse los torrentes, cuando la embriaguez de un relativo triunfo enardezca las nuevas corrientes, incluyendo el espíritu de los representantes y senadores recién electos, que no fueron ni son, parte del “establishment”.

Veamos ahora -y escuchemos- lo que nos dice la destacada comunicadora Amy Goodman también desde los Estados Unidos de América, su muy compartida columna y bajo el título: “Elecciones en EE.UU.: si Biden rechaza a su base progresista, cantará victoria Trump

Este martes, la Convención Nacional Demócrata oficializó a Joe Biden como candidato presidencial del Partido Demócrata para las elecciones de noviembre. Durante la votación nominal, efectuada de forma virtual a causa de la pandemia, representantes de 57 estados y territorios estadounidenses declararon sus totales de delegados para Bernie Sanders y Joe Biden, cada uno desde un entorno icónico que destacaba su región. Los delegados indígenas estadounidenses de Dakota del Norte, Dakota del Sur y Nuevo México saludaron a los espectadores en sus lenguas nativas. Delegados afroestadounidenses hablaron desde la Plaza Black Lives Matter en Washington DC y el Puente Edmund Pettus en Selma, Alabama.
Sin embargo, la espectacular celebración de la diversidad del Partido Demócrata también destacó la fractura entre la dirigencia del partido, de posturas centristas, y el ala progresista emergente. Sí, todas las delegaciones declararon con entusiasmo a Joe Biden “el próximo presidente de Estados Unidos”. No obstante, el total de delegados de Bernie Sanders, 1.151, en comparación con los 3.558 de Biden, indica que persiste una división ideológica significativa.
Dos voces del ala progresista tuvieron la oportunidad de expresarse durante algunos minutos de transmisión en el programa del martes por la noche: la congresista Alexandria Ocasio-Cortéz y el activista a favor de Medicare para todos Ady Barkan.
Ocasio-Cortéz, más conocida como “AOC”, transformó la política del Partido Demócrata con su sorpresiva victoria en las primarias de 2018 contra el poderoso demócrata Joe Crowley, que llevaba diez mandatos en funciones. La victoria de AOC demostró el poder de la organización de base junto con las posiciones políticas progresistas para energizar a un electorado joven y diverso. A Ocasio-Cortéz se le habían concedido 60 segundos para su discurso en la Convención, pero ella habló 90: “Buenas noches, bienvenidos y gracias a todos los que están aquí hoy, esforzándose por construir un futuro mejor y más justo para nuestro país y nuestro mundo. En fidelidad y gratitud al movimiento popular de masas que trabaja para establecer los derechos sociales, económicos y humanos del siglo XXI, incluida la atención médica garantizada, la educación superior, salarios dignos y derechos laborales para todas las personas en Estados Unidos. Un movimiento que se esfuerza por reconocer y reparar las heridas de la injusticia racial, la colonización, la misoginia y la homofobia y proponer, construir y reimaginar sistemas de inmigración y política exterior que se alejen de la violencia y xenofobia de nuestro pasado; un movimiento que se da cuenta de la brutalidad insostenible de un sistema económico que recompensa las explosivas desigualdades de la riqueza para unos pocos a expensas de la estabilidad a largo plazo para muchos, y que organizó una histórica campaña de base para recuperar nuestra democracia, en una época en la que millones de personas en Estados Unidos estamos buscando soluciones profundas y sistémicas para nuestras crisis de desalojos masivos, desempleo y falta de atención médica”.


La declaración de Ady Barkan también fue pregrabada, pero por otra razón: se está muriendo de esclerosis lateral amiotrófica. Barkan, abogado y activista israelí-estadounidense formado en Yale, fue diagnosticado con esa enfermedad en 2016 a la edad de 32 años y sufrió una creciente degeneración nerviosa, atrofia muscular y parálisis. Ya no puede hablar, por lo que redacta sus discursos con anticipación, utilizando una voz sintética de computadora: “En medio de una pandemia, casi cien millones de estadounidenses no cuentan con cobertura médica suficiente. E incluso un buen seguro de salud no cubre necesidades esenciales como como tratamientos a largo plazo. Nuestros seres queridos están muriendo en hogares de ancianos inseguros, el personal de enfermería está abrumado y desprotegido y nuestros trabajadores esenciales son tratados como prescindibles. Vivimos en el país más rico que existe. Y aun así no logramos garantizar este derecho humano básico. Todas las personas que viven en Estados Unidos deben recibir la atención médica que necesitan, independientemente de su situación laboral o su capacidad de pago”.
Ady Barkan
abogó por Medicare para todos sin nombrarlo, aunque por lo general lo hace, tal vez porque
Joe Biden prometió que, de llegar a ser presidente, iba a vetar cualquier proyecto de ley de Medicare para todos que llegara a su escritorio. Poco después de que se transmitiera su discurso pregrabado, Barkan tuiteó: “Necesitamos elegir a Joe Biden para dar el siguiente paso hacia el programa Medicare para todos. ¿Y después del 4 de noviembre? Vamos a poner un proyecto de Ley en su escritorio”, tuiteó Barkan.
¿Va el Partido Demócrata a desdeñar las demandas de su ala progresista más joven y cada vez más diversa? Lo va a intentar.
Esta semana, el Comité Nacional Demócrata retiró silenciosamente de la plataforma partidaria su compromiso de eliminar los subsidios y las exenciones fiscales para la industria de los combustibles fósiles y declaró que había aparecido en el borrador de la plataforma de este año “por error”, a pesar de aparecer en la plataforma de 2016 y contar con el apoyo de Biden y su compañera de fórmula, la candidata a la vicepresidencia Kamala Harris.
También esta semana, la campaña de Biden denunció a la respetada activista musulmana de origen palestino-estadounidense Linda Sarsour, después de que ella saliera en la transmisión en vivo de la Asamblea de Delegados Musulmanes y Aliados, un evento paralelo a la Convención Nacional Demócrata. Sarsour ha luchado públicamente contra el racismo, la xenofobia, la islamofobia y el antisemitismo. También apoya el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a favor de los derechos de los palestinos. Un portavoz de Biden afirmó que este “obviamente condena los puntos de vista [de Sarsour] y se opone al movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones”.
Ady Barkan utilizó su cuenta de Twitter para solidarizarse con Sarsour: “Digo esto como judío y ciudadano israelí… la campaña de Biden emitió una declaración vil y deshonesta contra mi amada hermana Linda Sarsour, una firme defensora de la justicia y la libertad, así como una líder en la lucha contra el racismo y el antisemitismo. La campaña de Biden debe retractarse y ofrecerle disculpas”, tuiteó.
Si Joe Biden ignora, desmoraliza o se aparta activamente de su base progresista, podría allanar el camino para otra victoria de Donald Trump, en lo que el intelectual Noam Chomsky ha llamado “la elección más crucial en la historia de la humanidad”.

NOTAS:

(1) Wikipedia: WASP (White, Anglo-Saxon andProtestant) es el acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y protestante».
Se trata de un término informal, descriptivo de un grupo social cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que históricamente ha ostentado el poder social y económico en los Estados Unidos, y es asociado a los estadounidenses blancos que defienden los valores tradicionales y rechazan la influencia de cualquier etnia, nacionalidad o cultura ajena a la suya. Se emplea para referirse a los estadounidenses blancos cristianos protestantes, excluyendo judíos, católicos, negros, asiáticos, eslavos, amerindios, gitanos, italianos, turcos e hispanos. El término es utilizado con similar significado en Australia y Canadá.
Su asociación con el poder establecido en los Estados Unidos, entre otros aspectos, por su estrecha relación con los Big Three, es decir, las universidades de Harvard, Yale y Princeton, sobre todo, pero también con la Ivy League en general, ha ido disminuyendo en los cien últimos años.​ Así, de acuerdo con Jerome Karabel, catedrático de Sociología de la Universidad de California en Berkeley, cuando el futuro presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, estudiaba en Harvard, el 85 % de los alumnos allí, como en la mayor parte de las instituciones estadounidenses, eran WASP, mientras que en el año 2000, esta cifra se había visto reducida al 20 %.​ En la década de 1950, esta clase social todavía dominaba la vida política, académica y militar, además del mundo empresarial.​ Sin embargo, tanto la Gran Depresión como la Segunda Guerra Mundial ya habían mostrado las ventajas de la meritocracia, y fue precisamente Roosevelt el que más nombramientos de cargos para su administración hizo de personas provenientes de otros grupos sociales: más que todos los anteriores presidentes de los Estados Unidos juntos.​
El presidente estadounidense John F. Kennedy, católico y de origen irlandés (es decir, celta y no inglés), fue el primer presidente del país que no era un WASP.
En 2012, por primera vez en su historia, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos no contó con ningún juez de religión protestante. Aunque todos sus miembros habían estudiado en Harvard, al igual que el primer presidente negro del país Barack Obama (quien sin embargo, sí es protestante), o en Yale.

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