viernes, 10 de enero de 2020

Mella: recordación y nuevas informaciones Por Orestes Martí


Mella: recordación y nuevas informaciones
Por Orestes Martí

Las Palmas de Gran Canaria
2020-01-
10
Hoy, al iniciar nuestra nota diaria y acceder a la Red Twitter, nos impactó un “trino” del Presidente de Cuba y muchos recuerdos se agolparon en mi mente.
A continuación accedí al interesante trabajo publicado en el periódico Granma (el 12 de octubre de 2018 y su autor: Delfín Xiqués Cutiño) bajo el título “Casi 30 años permanecieron ocultas las cenizas de Mella”, que vamos a reproducir de forma íntegra. 
Luego de producirse la caída de la tiranía machadista el 12 de agosto de 1933, el Partido Comunista cubano tomó la decisión de traer de México los restos del líder antimperialista Julio Antonio Mella, quien fuera alevosamente asesinado en ese país por órdenes del dictador Gerardo Machado, el 10 de enero de 1929.
Su vida fue tan impetuosa que con tan solo casi 26 años de existencia física, ya se había proyectado en múltiples frentes y esferas: inició la Reforma Universitaria, vinculó a los estudiantes con los obreros, organizó el Primer Congreso de Estudiantes, fue artífice de la Universidad Popular José Martí y de la Liga Antimperialista de Cuba, y fundó, junto a Carlos Baliño, Fabio Grobart y otros revolucionarios, el primer partido marxista-leninista de Cuba.
Por todas esas razones fue el cobarde ensañamiento contra el joven, y los dirigentes del Partido estaban conscientes de que el aparato represivo del machadato se mantenía intacto y que trataría de impedir a toda costa que sus restos llegaran a Cuba. Esa fue la razón de peso por la que tuvieron que planificar minuciosamente una operación clandestina.
Representantes de organizaciones revolucionarias como el Partido Comunista, Socorro Rojo, la Liga Juvenil Comunista, la Federación de Estudiantes Revolucionarios de México, el Ala Izquierda Estudiantil de Cuba y un grupo de intelectuales antimperialistas acordaron, entre otras actividades, realizar una colecta para costear el traslado de los restos de Mella a Cuba.
Con anterioridad, el 5 de septiembre de 1933, en la capital mexicana se había constituido el Comité del Frente Único Pro-Mella, que era el encargado de coordinar todas las tareas. Para presidir la delegación cubana se escogió al doctor Juan Marinello, respetable intelectual y militante comunista, quien desde hacía seis meses se encontraba exiliado allí.
El día 6 de septiembre el Departamento de Salubridad realizaría la exhumación. Fueron citados para el Panteón Dolores los compañeros que tenían tareas que cumplir en dicha ceremonia junto a Marinello: Mirta y Sergio Aguirre, Jorge Rojas y Aida Carreras, entre otros comunistas cubanos y mexicanos.
De acuerdo con los libros sepulcrales, la tumba de Mella correspondía a la №44, pero no era así. Realmente era la №45. Se extrajo el ataúd y los compañeros lo llevaron en hombros hasta el horno crematorio, con el riesgo de que había presencia de policías en el lugar.
Transcurrieron unas dos horas de incineración cuando advirtieron que no tenían más tiempo por la presencia policial. Entonces los restos fueron colocados en una caja tallada. Marinello y sus compañeros pasaron con ella entre los policías, que ya habían detenido a un grupo de compañeros. Se había dicho que los restos debían llevarlos a la Agencia Alcázar para ser enviados a Cuba.
Inmediatamente Marinello tomó un auto que lo llevó al salón de exposiciones donde depositó las cenizas. Más tarde llegaron otros compañeros que las sacaron de la caja y las llevaron para la casa de Mirta Aguirre y tiempo después estuvieron bajo la protección de una maestra peruana de confianza.
Mientras numerosos agentes indagaban en la Agencia Alcázar por las cenizas, la señora Aida Carreras, madre de Mirta y Sergio Aguirre, abandonaba el camposanto. Ganaba la Calzada y se perdía entre los transeúntes. Ella era la que las resguardaba. Todo lo anterior había sido una genial operación de desinformación.
Para rendirle homenaje al líder antimperialista cubano, se organizó una solemne velada en el anfiteatro Bolívar, en el mismo edificio de la Universidad. Por supuesto que el cofre, donde supuestamente se encontraban las cenizas y una gran foto de Mella estaban allí.
Luego de la intervención de varios oradores, Marinello cerró la velada. A esa hora ya la policía rodeaba el edificio y desde la presidencia se podía observar cómo los esperaban en la puerta para actuar contra los asistentes.
Todos se unen para salir protegiendo el cofre. La policía comienza su trabajo represivo para apoderarse de él. Golpes, empujones, puñetazos se intercambian con los uniformados. Cuando vino la calma con un numeroso grupo de detenidos, entre ellos Marinello, los policías advierten que el cofre ha
desaparecido. Lo encuentran en la azotea del edificio, lo abren y solo hallan una jocosa nota.
En tanto en La Habana, el Partido Comunista organizaba una gran movilización para recibir al barco en los muelles de la Ward Line (hoy La Coubre).
YA EN CUBA…
El 27 de septiembre de 1933 atracó el barco. Marinello y sus acompañantes bajaron al muelle, donde fueron recibidos solemnemente por la multitud que los esperaba.
Las preciadas cenizas habían viajado en primera clase custodiadas por una estadounidense. Juan Blanco, integrante de las brigadas de autodefensa del Partido, recibió las cenizas y las colocó en una urna de mármol que se había confeccionado para la ocasión y, custodiadas por la multitud, se dirigió hasta el local de la Liga Antimperialista, en las calles Reina y Escobar para su velatorio.
Se solicitó el permiso para efectuar el entierro el día 29 a las dos de la tarde. Para esa fecha estaría terminado el obelisco que se levantaba en el Parque de la Fraternidad, donde habían previsto que reposarían los restos de Mella.
Sin embargo, apenas una hora antes de comenzar el cortejo fúnebre, un grupo de soldados se apareció en el parque, detuvo a los obreros que todavía trabajaban y comenzaron a derribar el obelisco. Dijeron que no había permiso ni para el monumento, ni para el entierro.
No obstante, un numeroso grupo de obreros, desafiando a los soldados y a una fina llovizna, se concentró en la calle Reina, frente a la sede de la Liga Antimperialista, donde estaba el velatorio.
Desde el balcón, Rubén Martínez Villena, quien ya estaba herido de muerte por la tuberculosis, habló a la multitud que estaba congregada en la calle. Ese sería su último discurso público.
Cuando Marinello y otros compañeros rendían la última guardia a las cenizas, comenzó un tiroteo en la calle. Los disparos impactaban en el piso superior donde se efectuaba el velatorio. El edificio estaba cercado por los soldados enviados por el entonces coronel Fulgencio Batista. Ya subían por la escalera. Había que salvar las cenizas a toda prisa.
Juan Blanco las tomó y se las entregó a su cuñada. Ella las ocultó en su vientre fingiendo el inicio de un parto. Auxiliada por Juan y su esposa, la bajaron por la misma escalera que subían los soldados.
Ya en la calle tomaron un auto que los llevó hasta el cercano hospital de Emergencias, y luego tomaron un ómnibus hasta La Habana Vieja, a la calle Lamparilla №115, donde vivían. Allí ellos custodiaban y operaban una imprenta clandestina del Partido. Y en ese lugar ocultaron las cenizas.
La balacera en la calle Reina ocasionó numerosos muertos y heridos, entre ellos la del pionero de 13 años Francisco González Cueto (Paquito), a quien una bala le destrozó la cabeza.
En el año 1935 Juan Blanco le entregó las cenizas a Marinello y el venerable profesor y amigo de Mella las ocultó en su casa hasta que, debido a los registros que le hacía la policía batistiana, su vivienda dejó de ser un lugar seguro.
Nuevamente las cenizas fueron trasladadas. Esta vez bajo la custodia del doctor Antonio Barreras, quien era Magistrado de la Audiencia de La Habana. Pero a los pocos días Pepilla, la esposa de Marinello, tuvo que ir a buscarlas porque el magistrado procesó a un alto militar batistiano y su casa tampoco era segura para resguardar los restos de Mella.
Esta vez las cenizas serían acogidas y protegidas en la casa de un lejano pariente de Marinello, quien nunca había tenido filiación política. Allí permanecieron hasta que triunfó la Revolución.
A partir de entonces nuevamente Marinello se hizo cargo de custodiar los restos de Mella hasta que, en 1962, cuando se desempeñaba como Rector de la Universidad de La Habana, se los entregó al Comandante Raúl Castro, entonces Ministro de las far.
Las cenizas fueron expuestas en el Aula Magna de la Universidad de La Habana del 16 al 22 de agosto de 1975, y luego permanecieron en el Museo de la Revolución hasta el 10 de enero de 1976, cuando se colocaron definitivamente en el Memorial Julio Antonio Mella, frente a la centenaria Universidad.
La máxima dirección de la Revolución encabezó las solemnes jornadas de profundo tributo del pueblo que no olvida la grandeza de su historia.
Fuentes:
Revista Bohemia 1ro y 8 de octubre de 1933
La revolución que no se fue a bolina, por Rolando Rodríguez
Conversaciones con Juan Marinello, por Luis Báez

RELACIONADA:
NUEVA LUZ SOBRE EL ASESINATO DE JULIO ANTONIO MELLA EN LA VÍSPERA DEL TERCER ANIVERSARIO

Nota aclaratoria de la Redacción de @EmbaCubaItalia: El presente, es un texto inédito (hasta esta publicación el 10 de enero de 2020 en el sitio web de @EmbaCubaItalia). Fue escrito por Tina Modotti a inicios del año 1932. Fue entregado al Embajador de Cuba en Italia, José Carlos Rodríguez Ruiz, el 6 de enero de 2020, por la investigadora alemana ChristianeBarckhausen-Canale, notable experta internacional sobre la vida de Tina Modotti.[i]
Escrito por Tina Modotti

El asesinato de Julio Antonio Mella en las calles de la capital de México el 10 de enero de 1929 ha sido uno de los crímenes políticos más sensacionales cometidos en los últimos años en el mundo. Sin duda todos recuerdan todavía los detalles de aquel crimen.

Mella ha sido uno de los dirigentes más destacados del movimiento revolucionario de América Latina. Cubano de nacimiento empezó su actividad en el movimiento revolucionario organizando a los estudiantes en asociaciones de izquierda. Gracias a él se creó en Cuba una Universidad Popular para los obreros. Poco después comprendió que su mejor servicio para la causa revolucionaria sería dedicar todo su saber, todas sus capacidades, a las luchas políticas y económicas del proletariado. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba y uno de los dirigentes más prestigiosos del movimiento antiimperialista latinoamericano.

En diciembre de 1925, cuando ya estaba en el poder Machado, el actual dictador sangriento y agente de Wall Street, Mella fue encarcelado y empezó una huelga de hambre que duró 21 días. Del punto de vista de la agitación y como forma de protesta, esta huelga de hambre fue una de las más eficaces jamás realizadas en algún país. En la medida que pasaban los días y empeoró la condición física de Mella, poniendo en peligro su vida, reinó una tremenda tensión no sólo en la población de Cuba, sino que en todo el continente americano y también en otros países. La presión de las masas fue tan grande que el presidente Machado se vio obligado a ceder y a liberar a Mella.

Pero muy pronto, cuando Mella se había recuperado, empezó la persecución contra él. Machado buscaba venganza por su derrota. Hubo varios atentados contra la vida de Mella y él se vio obligado a abandonar Cuba. Se fue a México donde empezó inmediatamente a participar en el movimiento revolucionario de aquel país. Dedicó todo su tiempo a la causa de los obreros revolucionarios, organizó a los emigrados políticos cubanos que vivían en México, fundó un periódico para los obreros cubanos que llegó por vías ilegales a Cuba, llevó a cabo la lucha contra el imperialismo estadounidense en América Latina, dirigió el trabajo de otros grupos de emigrados políticos cubanos que vivían en otros países, fue activo en el Sindicato Rojo de México y fue un colaborador activo de la sección mexicana del S. R. I.

El 10 de enero de 1929, cuando salió de la sede del Socorro Rojo en la ciudad de México, a las nueve de la noche y a dos cuadras de su casa, recibió unos balazos y murió dos horas más tarde. Antes de morir nombró al presidente Machado como responsable de este asesinato y pronunció el nombre de la persona de la cual sospechaba que fuera el ejecutor del crimen.

La sección mexicana del Socorro Rojo empezó en seguida con las investigaciones y pudo encontrar pruebas concretas: de hecho, el presidente Machado había enviado a dos pistoleros profesionales de La Habana a la ciudad de México para que cometieran el crimen, y uno de los responsables principales de la policía mexicana que había viajado dos semanas antes a La Habana sería un cómplice importante de este asesinato. Incluso había existido un acuerdo entre el Embajador de Cuba y el gobierno de México.

El Socorro Rojo mexicano, el Partido Comunista mexicano, los sindicatos, las organizaciones estudiantiles de izquierda, las organizaciones de los obreros e incluso abogados y políticos famosos exigieron que se hiciera justicia. Durante varias semanas el Gobierno de México recibió protestas de todo el mundo y declaró hipócritamente, por boca de la policía, que México no descansaría hasta que se aclare el asunto. Las exigencias más importantes fueron las siguientes: Arresto y castigo de varios cubanos residentes en México inculpados por Mella antes de su muerte, dimisión de Valente Quintana de su puesto y ruptura de las relaciones diplomáticas con el gobierno de Machado.

Sin embargo ¿qué pasó? El único cubano arrestado por la policía, el organizador técnico del crimen, fue puesto en libertad, después de algunas semanas, por falta de pruebas. Valente Quintana no fue despedido, sino que fue nombrado Jefe de la Policía Central de México (sin duda para premiarlo por su participación en el crimen), y todas las manifestaciones de protesta de las masas mexicanas fueron saboteadas y atacadas por la policía.

En lo que se refiere a la prensa burguesa y al gobierno mexicano, poco a poco el caso desapareció del primer plano y sólo el Socorro Rojo y las demás organizaciones revolucionarias insistieron en sus denuncias incansables, dirigidas contra Machado y los cómplices del gobierno mexicano. Cada año, el 10 de enero es, en todo el continente americano, el “Día de Mella“, y también este año ya se han hecho preparativos para el tercer aniversario de su asesinato, y hace poco aparecieron algunas declaraciones públicas sensacionales en torno al asesinato.

Una mujer, la esposa de un cubano que pertenecía a los círculos criminales, quería vengarse de su marido que había amenazado de asesinarla. El 3 de noviembre ella llamó la policía y contó con lujo de detalles cómo había sido asesinado Mella. Acusó a su esposo de haber sido el asesino. Todo lo que ella contó confirmó las acusaciones presentadas en el momento del crimen por el Socorro Rojo. Sus acusaciones fueron investigadas una tras otra y fueron confirmadas: un año más tarde, su marido había recibido de La Habana una suma de dinero que había sacado de una cierta banca en México (el precio que se le pagó por el crimen). Se demostró también que después del crimen el asesino había encontrado refugio en la casa de otro cubano, aquel José Magriñát inculpado por Mella poco antes de morir. Ahora el asesino se encuentra en la cárcel y aparecieron varios testigos que confirman las acusaciones pronunciadas por la esposa del asesino.

La sección mexicana del S. R. I pidió a las autoridades mexicanas que incluyera tres de sus representantes en las investigaciones, pero el gobierno fascista de México rechazó de manera tajante esa petición.

Esta es otra prueba de la complicidad del gobierno mexicano en el asesinato planificado por el dictador cubano, Machado. En vez de castigar a José Magriñát, el organizador técnico del crimen, el gobierno mexicano lo dejó libre y lo protegió, haciéndolo acompañar al puerto más vecino donde tomó una nave que iba a Cuba. Sin duda, el ejecutor material del crimen recibirá la misma protección. Dentro de algunas semanas, la prensa burguesa corrompida hablará nuevamente del caso, pero se dará cualquier tipo de ayuda al asesino para que pueda escapar a la venganza del proletariado mexicano. Este proletariado nunca olvidará que Mella ha muerto por la causa revolucionaria internacional.
Este año, el tercer aniversario de su muerte tendrá un nuevo significado; ofrecerá a todas las secciones del S. R. I la posibilidad de demostrar una vez más y con nuevas pruebas la hipocresía de la “justicia” burguesa.

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