Escuchar audios: “Después de décadas de guerra..”. “EE.UU. crea crisis de refugiados”
El tema de Afganistán continúa ocupando espacios en los medios norteamericanos, además de en la llamada “prensa occidental”, en la que la manipulación informativa es cada vez más burda, con omisiones -o “blancos informativos”- a todas luces intencionadamente preparados y “ruidos informativos” rayando casi en lo estúpido.
Ayer mismo -mientras los grandes medios corporativos tratan de desviar la atención hacia los refugiados afganos y el destino que espera a mujeres y niñas en un régimen a todas luces retrógrado, fue denunciado -aunque muy poco divulgado- que varios fallecidos en el aeropuerto de Kabul habrían sido asesinados por los propios EE.UU.
Por otra parte, cada día es más evidente quien es quien crea problemas, crisis y tensiones de forma constante y de alcance global; lo que viene a ser algo así como un “troublemaker” internacional (1), pero que se ha autoproclamado como policía mundial, siguiendo su vieja y conocida doctrina del “destino manifiesto” (2).
Nuestro propósito continúa siendo el de brindar información de fuentes generalmente bien informadas y poco dadas a la manipulación mediática; por lo general -y siempre que ello es posible- desde el interior de la propia sociedad norteamericana, aunque no necesariamente compartamos con su enfoque puesto que las conclusiones las dejamos para los propios lectores..
Hoy vamos a brindar materiales de la publicación norteamericana Democracy now!
Después de décadas de guerra, el pueblo afgano merece la paz
Amy Goodman y Denis Moynihan
Después de dos décadas de guerra, derramamiento de sangre y ocupación estadounidense en Afganistán , el Gobierno de Biden ha sido acusado de no haber previsto la velocidad con la que colapsaría el Gobierno afgano, un gobierno que se ha sostenido con el apoyo de las fuerzas armadas de Estados Unidos y con el aporte de billones de dólares de los contribuyentes estadounidenses.
Zabihullah Mujahid, principal portavoz del Talibán, dijo en una conferencia de prensa realizada el martes en la ciudad de Kabul: “La enemistad entre las partes en el conflicto ha terminado. Se debe formar un Gobierno inclusivo; todas las partes y todos los afganos deben participar en él”. Mujahid hizo estas declaraciones desde el asiento que hasta hace poco pertenecía al principal portavoz del Gobierno afgano, Dawa Khan Menapal, que fue asesinado por los talibanes diez días antes, durante las oraciones del viernes.
Bilal Sarwary, un periodista afgano que reside en la ciudad de Kabul, dijo a Democracy Now!: “Al pueblo afgano le gustaría saber a dónde conduce este camino, porque la gente ansía un acuerdo político. La gente tiene sed de paz”.
Bilal se convirtió en un refugiado de la guerra civil que sufrió el país durante la década de 1990, luego de que concluyó el sangriento conflicto con la Unión Soviética. El periodista afgano aprendió inglés en la ciudad pakistaní de Peshawar y regresó a Afganistán como coordinador de un equipo noticioso de televisión en 2001, poco después de que Estados Unidos invadiera su país tras los atentados del 11 de septiembre. Durante los 20 años de guerra y de ocupación, Bilal se convirtió en un experimentado periodista en la primera línea del conflicto.
En un artículo recientemente publicado por el periódico británico The Telegraph, Bilal describió el impacto que la cobertura de la violencia ha tenido en su vida: “Me ha quebrado por completo […]. La peor sensación ha sido ver la enorme cantidad de ataúdes apilados en pequeños pueblos y valles de todo el país: eso fue como si 1.000 cuchillos afilados apuñalaran mi corazón”.
Miembros del Congreso de Estados Unidos han prometido iniciar investigaciones sobre la fallida retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán. Las indagaciones deberían examinar no solo las últimas dos semanas o dos meses, sino las dos décadas completas de esta desastrosa guerra y ocupación.
El Instituto Watson calcula que más de 47.000 civiles afganos murieron y más de 75.000 resultaron heridos durante las hostilidades. La Oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán, un organismo de supervisión estadounidense, sostiene que “ambas cifras son probablemente mucho mayores”. Mientras tanto, se estima que a lo largo del conflicto militar murieron alrededor de 70.000 soldados y policías afganos; 50.000 talibanes y combatientes opositores; más de 2.400 miembros de las fuerzas armadas de Estados Unidos; y cerca de 4.000 contratistas estadounidenses. Incluyendo a los periodistas, trabajadores humanitarios y soldados de la OTAN, han muerto al menos 170.000 personas en total.
Esta semana, la casi frenética retirada de las tropas de Estados Unidos desató el caos. Varias personas se treparon y aferraron al exterior de las aeronaves militares estadounidenses que despegaban del aeropuerto de la ciudad de Kabul y luego cayeron al vacío desde decenas de metros de altura o murieron durante el viaje en la cavidad de las ruedas del avión. Según se informa, las fuerzas armadas estadounidenses están negociando con las fuerzas talibanes para mantener el orden en el aeropuerto de Kabul. Varios civiles han muerto a manos de ambos grupos al querer conseguir de manera desesperada un vuelo para irse del país.
Matthew Hoh fue el primer funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos que renunció en señal de protesta contra la escalada de la guerra en Afganistán que tuvo lugar en 2009. En conversación con Democracy Now!, Hoh describió así la estrategia fallida de Estados Unidos en Afganistán: “[Estados Unidos] ha bombardeado poblaciones enteras y ha realizado redadas nocturnas, en las que ha llegado a enviar hasta 20 veces por noche comandos militares a los pueblos afganos para entrar en los hogares y matar gente. Y ahora vemos el resultado de todo eso. El resultado es que, año tras año, los talibanes se hicieron más fuertes y obtuvieron cada vez más apoyo de la población”.
Hoh no es optimista: “Lo único que es aún más trágico que lo que le sucedió al pueblo afgano es que en unos días Estados Unidos se habrá olvidado de Afganistán nuevamente”.
Sin embargo, las y los afganos no se olvidarán de Estados Unidos. Zahra Nader es una estudiante de posgrado que reside en Toronto, Canadá. Nació en la ciudad afgana de Bamiyán y huyó a Irán con su familia, donde creció como refugiada, sin poder asistir a la escuela. En 2004, Zahra regresó junto con su familia a Afganistán y después de unos años de estudio se convirtió en periodista y llegó a escribir para el periódico The New York Times. Zahra dejó ese trabajo soñado para mudarse a Canadá y asegurarse de que su hijo pequeño tuviera más oportunidades de las que ella tuvo cuando era niña. En una conversación telefónica, Zahra ofreció un crítico resumen del papel de Estados Unidos en Afganistán a partir de finales de la década de 1970:
“Estados Unidos apoyó a los muyahidines afganos, un grupo fundamentalista islámico, para librar una guerra indirecta contra los soviéticos. Hasta 2001, los derechos de las mujeres y los derechos humanos no le importaban a nadie, ni a Estados Unidos ni a otros países occidentales. Antes de esa fecha parecía que no existíamos. Luego nos usaron para justificar la guerra”.
Para Zahra Nader, Bilal Sarwary y decenas de millones de afganos y afganas, comienza de nuevo la difícil tarea de reconstruir Afganistán. Estados Unidos tiene el deber de apoyar estos esfuerzos, sin intentar controlarlos. Estados Unidos, el último imperio en huir de Afganistán, también debería aprender, de una vez por todas, que no se puede bombardear el camino hacia la paz.
© 2021 Amy Goodman. Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
De Kabul al río Bravo, Estados Unidos crea crisis de refugiados
Amy Goodman y Denis Moynihan
Estados Unidos ha sido descrito durante mucho tiempo como un refugio seguro para las personas que huyen de la guerra y de la persecución en otros países. La actual retirada de Estados Unidos de Afganistán es, de hecho, una prueba más de eso: las fuerzas armadas estadounidenses han evacuado a al menos 95.000 personas desde mediados de agosto. A pesar de esta notable operación de rescate aéreo, el Gobierno de Biden está siendo implacablemente cuestionado. La operación continúa pese al doble atentado suicida que tuvo lugar en los alrededores del aeropuerto de Kabul este jueves, que produjo la muerte de al menos 100 afganos y 13 soldados estadounidenses, y dejó al menos 140 personas heridas.
Al mismo tiempo que la retirada de Estados Unidos de Afganistán, está ocurriendo un éxodo similar de personas que intentan escapar de la amenaza de violencia, feminicidio y represión en otra región del mundo. Se trata de solicitantes de asilo que huyen de América Central y México haciendo el peligroso viaje hacia la frontera entre Estados Unidos y México, donde se encuentran con las draconianas políticas de inmigración estadounidenses que los obligan a “Permanecer en México” mientras tramitan su solicitud de asilo. Al igual que los civiles afganos que quedaron atrapados en el fuego cruzado de una guerra de 20 años de duración, estos migrantes viven en improvisados campamentos de refugiados en las ciudades fronterizas mexicanas — en condiciones precarias y en constante peligro — mientras esperan una oportunidad de asilo en Estados Unidos.
Si se ha desatado el caos mientras los afganos alineados con Estados Unidos luchan por huir de su nación devastada por la guerra, la culpa recae principalmente en el Gobierno anterior y en la mano derecha del expresidente Trump, el racista y xenófobo asesor presidencial Stephen Miller. El fervor de Miller contra los inmigrantes se inició tempranamente, al escuchar los discursos de Larry Elder, un presentador de radio de derecha que actualmente es el principal candidato para reemplazar al gobernador de California, Gavin Newsom, en una elección revocatoria.
Olivia Troye, que fue asistente del exvicepresidente Mike Pence, publicó hace poco en Twitter: “Hubo reuniones de gabinete sobre este tema durante el Gobierno de Trump en las que Stephen Miller diseminaba su histeria racista sobre Irak y Afganistán. Miller y su grupo de seguidores dentro del gobierno obstaculizaban los esfuerzos de quienes intentaban acelerar la emisión de visas especiales de inmigración, socavando ese sistema del Departamento de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado. Trump tuvo CUATRO años mientras ponían en marcha este plan, para evacuar a estos aliados afganos que nos salvaguardaron a muchos de los que pasamos un tiempo en Afganistán, [pero no lo hizo]. [Estas personas] llevan mucho tiempo esperando. El proceso [de emisión de visas] se ralentizó por la exigencia de revisiones y otras ‘prioridades’ y luego se detuvo por completo”.
Miller también diseñó el programa denominado “Protocolo de protección al migrante”, o MPP por sus siglas en inglés, más conocido como la política de “Permanecer en México”. La organización Human Rights First emitió recientemente un informe titulado “Enviados al Peligro” que documentó “al menos 1.544 casos reportados de asesinato, violación, tortura, secuestro y otras ataques violentos contra solicitantes de asilo y migrantes a los que el Gobierno de Trump obligaba a regresar a México”. El informe incluye un anexo de 97 páginas que enumera todos esos crímenes con detalles escalofriantes.
El día de su investidura presidencial, Biden emitió varias órdenes ejecutivas, incluida una que revocó la orden antiinmigrante que dictó Trump durante su primera semana en el cargo en 2017. Luego de la orden ejecutiva de Biden, el Departamento de Seguridad Nacional suspendió al instante la inscripción de migrantes en el programa MPP. En respuesta, los estados de Texas y Misuri presentaron demandas contra el Gobierno de Biden. El 13 de agosto, el juez federal del Distrito Norte de Texas Matthew J. Kacsmaryk, designado por Trump, dictaminó que la Casa Blanca debe volver a implementar de inmediato la política de Permanecer en México.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos apeló el fallo y, en dos semanas, un panel del Tribunal de Apelaciones, conformado por tres jueces, confirmó la decisión del tribunal inferior. Dos de esos tres jueces del tribunal de apelaciones fueron designados por Trump: Andrew Oldham, que tenía solo 39 años cuando se confirmó su nombramiento vitalicio en 2018; y Cory Wilson, que actualmente tiene 51 años. Ambos jueces son acérrimos defensores de las ideas de derecha. La Corte Suprema rechazó rápidamente, por 6 votos a favor y 3 en contra, una solicitud de suspensión en espera de un litigio adicional.
Si bien el Gobierno de Biden lucha por revocar la política de Permanecer en México, enfrentándose a un poder judicial federal repleto de personas designadas por Trump, todavía hace uso del programa denominado “Título 42”. Esta política, implementada durante la presidencia de Trump, permite acelerar las deportaciones de los solicitantes de asilo que llegan a la frontera entre Estados Unidos y México, así como establecer otras prohibiciones de inmigración, por razones de salud pública. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades del Gobierno de Trump emitieron esta disposición prevista en el Título 42 en marzo de 2020 cuando la pandemia se extendió por todo el mundo y Biden renovó esta política el 2 de agosto de este año.
El Gobierno de Estados Unidos informó un récord de 210.000 detenciones de migrantes a lo largo de su frontera sur en julio. Muchas de estas personas provienen de El Salvador, Honduras y Guatemala — países que integran la región conocida como el “Triángulo Norte” — , en donde la desigualdad generalizada, la corrupción sistémica, la inseguridad alimentaria, la violencia de las pandillas y ahora la crisis climática están obligando a la gente a abandonar sus hogares. Todos estos problemas se han exacerbado por las intervenciones militares, económicas y políticas que Estados Unidos ha llevado a cabo durante años en la región.
Estados Unidos se ha involucrado en las llamadas “guerras sucias” en América Central y ha apoyado golpes de Estado contra Gobiernos centroamericanos elegidos democráticamente; desde el derrocamiento del Gobierno del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 hasta el apoyo activo al golpe de Estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya en 2009.
Del mismo modo, Estados Unidos proporcionó armas y respaldó a los muyahidines afganos durante su lucha contra la Unión Soviética. Más tarde, muchos de esos muyahidines apuntaron sus armas estadounidenses contra Estados Unidos. Esto condujo a la desastrosa e interminable guerra de Estados Unidos en Afganistán, que duró dos décadas y que dejó decenas de miles de muertos y millones de personas desplazadas.
Estados Unidos tiene la responsabilidad de proporcionar un puerto seguro para los refugiados, ya sean de Afganistán, de América Latina o de cualquier parte del mundo, y de poner fin a las intervenciones que alimentan estas crisis y obligan a tantas personas a dejar sus hogares.
© 2021 Amy Goodman. Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
NOTAS:
(1) Troublemaker, en castellano tiene varias acepciones, tales como: alborotador, alborotadora, calavera, cizañero, bochinchero, buscabullas, buscapleitos, enredador faccioso, follonero, gamberro, pendenciero, camorrista, entre otras más
(2) La doctrina del destino manifiesto (Manifest Destiny) es un concepto, frase e idea que expresa la creencia de que los Estados Unidos de América es una nación elegida y destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico y forma parte del llamado mito de la frontera. La “doctrina del Destino Manifiesto” fue utilizada de forma oportunista por los EE.UU. para su participación en la guerra Hispano cubana (1898) y apoderarse de Puerto Rico, Filipinas y de intervenir en Cuba. Esta idea ha sido también utilizada para justificar otras “adquisiciones” territoriales y aventuras militares y podría resumirse en la frase: «Por la Autoridad Divina o de Dios».
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