El año 2017 (Cobertura al concluir. II) Orestes Martí |
Palestina
2017, un año de continuidad y cambios
Por Manuel Vázquez *
El Cairo (PL) Para el pueblo palestino el 2017 constituyó un año más de rechazo a la ocupación israelí, como muchos anteriores, pero al mismo tiempo fue testigo de un giro en su organización, con el inicio de la reconciliación entre sus dos mayores fuerzas políticas, el movimiento Hamas y el partido Al Fatah.
Con la ascensión del presidente Donald Trump al poder en Washington, como esperaban muchos analistas, el gobierno israelí se sintió con un mayor respaldo que con administraciones estadounidenses anteriores y, entre otras acciones, le dio un nuevo impulso a la construcción de asentamientos en tierras palestinas.
En enero Tel Aviv autorizó la edificación de miles de nuevas unidades habitacionales en la Cisjordania ocupada, a pesar que a fines de 2016 el Consejo de Seguridad aprobara una resolución que demanda a Israel que 'cese inmediata y completamente los asentamientos en los territorios palestinos ocupados, incluido Jerusalén Oriental'.
A despecho de la voluntad del pueblo palestino, esos y otros planes similares posteriores se siguen implementando.
De otro lado, a mediados de abril un grupo de unos mil 500 palestinos presos en cárceles israelíes realizaron durante varias semanas una huelga de hambre en demanda de mejores condiciones de reclusión y el fin de las detenciones administrativas.
Ese proceder de las autoridades israelíes les permite mantener arrestada a una persona prácticamente por tiempo indefinido sin que se le presenten cargos o se le acuse formalmente ante un tribunal.
Mas allá de arrancar algunas concesiones de parte de Tel Aviv, el principal logro del desafío colectivo de los reclusos a las autoridades carcelarias fue el haber conseguido que éstas se vieran obligadas a negociar términos para que la protesta finalizara, a pesar de haber declarado con anterioridad que ello nunca ocurriría.
Sin embargo, la mayor satisfacción para los palestinos se gestó en Egipto, donde a inicios de octubre altos representantes del partido Al Fatah y del movimiento Hamas acordaron 'facultar al gobierno de unidad nacional palestino para que desempeñe sus funciones en la Franja de Gaza y la Cisjordania'.
Asimismo, según fuentes cercanas a las conversaciones, se formó un comité conjunto para fusionar a empleados de la ANP con los contratados por Hamas desde 2007, algo que a fines de diciembre aún queda por materializarse, y se acordó celebrar en el 2018 elecciones generales en Gaza, la Cisjordania ocupada y Jerusalén oriental.
Además, la Autoridad Nacional Palestina asumió el control de los cruces de fronteras que unen a la Franja de Gaza con la egipcia península del Sinaí y el territorio israelí.
De esa manera se puso fin a un conflicto, violento por momentos, que dividió a la sociedad palestina por más de una década.
Sin embargo, tras la visita Trump a Israel y la Palestina ocupada a mediados de año, que alimentó en algunos esperanzas de relanzar el estancado proceso de paz en la zona, para fines de año la propia administración estadounidense complicó a niveles aun impredecibles el conflicto palestino-israelí.
El reconocimiento por Washington de Jerusalén como capital de Israel, algo contrario a la postura de la mayoría de la comunidad internacional y a numerosas resoluciones de la ONU, desató inmediatamente el repudio de todo del pueblo palestino, que en consecuencia dio inicio a una nueva oleada de manifestaciones.
Por Manuel Vázquez *
El Cairo (PL) Para el pueblo palestino el 2017 constituyó un año más de rechazo a la ocupación israelí, como muchos anteriores, pero al mismo tiempo fue testigo de un giro en su organización, con el inicio de la reconciliación entre sus dos mayores fuerzas políticas, el movimiento Hamas y el partido Al Fatah.
Con la ascensión del presidente Donald Trump al poder en Washington, como esperaban muchos analistas, el gobierno israelí se sintió con un mayor respaldo que con administraciones estadounidenses anteriores y, entre otras acciones, le dio un nuevo impulso a la construcción de asentamientos en tierras palestinas.
En enero Tel Aviv autorizó la edificación de miles de nuevas unidades habitacionales en la Cisjordania ocupada, a pesar que a fines de 2016 el Consejo de Seguridad aprobara una resolución que demanda a Israel que 'cese inmediata y completamente los asentamientos en los territorios palestinos ocupados, incluido Jerusalén Oriental'.
A despecho de la voluntad del pueblo palestino, esos y otros planes similares posteriores se siguen implementando.
De otro lado, a mediados de abril un grupo de unos mil 500 palestinos presos en cárceles israelíes realizaron durante varias semanas una huelga de hambre en demanda de mejores condiciones de reclusión y el fin de las detenciones administrativas.
Ese proceder de las autoridades israelíes les permite mantener arrestada a una persona prácticamente por tiempo indefinido sin que se le presenten cargos o se le acuse formalmente ante un tribunal.
Mas allá de arrancar algunas concesiones de parte de Tel Aviv, el principal logro del desafío colectivo de los reclusos a las autoridades carcelarias fue el haber conseguido que éstas se vieran obligadas a negociar términos para que la protesta finalizara, a pesar de haber declarado con anterioridad que ello nunca ocurriría.
Sin embargo, la mayor satisfacción para los palestinos se gestó en Egipto, donde a inicios de octubre altos representantes del partido Al Fatah y del movimiento Hamas acordaron 'facultar al gobierno de unidad nacional palestino para que desempeñe sus funciones en la Franja de Gaza y la Cisjordania'.
Asimismo, según fuentes cercanas a las conversaciones, se formó un comité conjunto para fusionar a empleados de la ANP con los contratados por Hamas desde 2007, algo que a fines de diciembre aún queda por materializarse, y se acordó celebrar en el 2018 elecciones generales en Gaza, la Cisjordania ocupada y Jerusalén oriental.
Además, la Autoridad Nacional Palestina asumió el control de los cruces de fronteras que unen a la Franja de Gaza con la egipcia península del Sinaí y el territorio israelí.
De esa manera se puso fin a un conflicto, violento por momentos, que dividió a la sociedad palestina por más de una década.
Sin embargo, tras la visita Trump a Israel y la Palestina ocupada a mediados de año, que alimentó en algunos esperanzas de relanzar el estancado proceso de paz en la zona, para fines de año la propia administración estadounidense complicó a niveles aun impredecibles el conflicto palestino-israelí.
El reconocimiento por Washington de Jerusalén como capital de Israel, algo contrario a la postura de la mayoría de la comunidad internacional y a numerosas resoluciones de la ONU, desató inmediatamente el repudio de todo del pueblo palestino, que en consecuencia dio inicio a una nueva oleada de manifestaciones.
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