(Cobertura temática sobre las relaciones entre Rusia y los EE.UU.) Orestes Martí |
Rusia-EE.UU.: ¿un divorcio inevitable?
Por Antonio Rondón García (PL) |
Rusia y Estados Unidos protagonizan hoy un divorcio inevitable en sus nexos bilaterales, ahora con el nuevo tropiezo creado por Washington de sancionar a Moscú por una supuesta violación del tratado de cohetes de mediano y corto alcance.
La Casa Blanca encuentra un nuevo pretexto para continuar con su política de sanciones contra el Kremlin, algo que se inició en tiempos de la administración del demócrata Barack Obama y que, contrario a lo deseado por este país, continúa bajo el mando de Donald Trump.
De esa forma, la nueva disposición firmada por Trump se une a otro paquete de sanciones aprobado en agosto pasado que castiga a empresas norteamericanas o foráneas con inversiones de un millón de dólares en un año en la esfera energética rusa, entre otras medidas de presión.
Además, en octubre de este año Washington también puso en práctica otro grupo de restricciones contra casi todas las empresas del complejo militar industrial ruso, visto aquí como un intento por sacar ventaja en el mercado de armamentos.
Rusia logró contratos multimillonarios en los últimos tiempos para venta de equipos bélicos como el complejo antiaéreo S-400 con líderes regionales como Arabia Saudita y Turquía.
El reino saudita es uno de los principales clientes del complejo militar industrial norteamericano, mientras el citado país euroasiático es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el único en ese bloque en esta región que integra la Unión Europea.
Por otro lado, la guerra contra el Estado Islámico (EI) en Siria concluye, después del anuncio en ese sentido del mando militar ruso en esa nación levantina, por lo cual la presencia bélica e injerencista de Washington allí se hace cada vez más evidente.
Como mismo ocurrió con la primera ola de sanciones en este año contra Rusia por supuestamente interferir en el sistema político estadounidense, a través de hackers, Estados Unidos basa su aplicación en acusaciones infundadas, para las cuales nunca presenta pruebas concretas.
Ahora tocó el turno al Tratado de Eliminación de Cohetes de Mediano y Corto Alcance, firmado hace 30 años por Estados Unidos y la entonces Unión Soviética que, como afirmó el canciller ruso, Serguei Lavrov, solo contaba con misiles de ese tipo situados en tierra.
Por ello, opinó Lavrov, quedamos bien desarmados en esa categoría, contrario a Estados Unidos que si poseía misiles de la referida categoría en naves y aviones, armamentos que no fueron tenidos en cuenta en el acuerdo.
En 2007, Rusia intentó, sin resultado, concederle al citado tratado un carácter global, para incluir a los medios navales y aéreos en cualquier parte del planeta, pero Washington descartó esa posibilidad.
Pero ahora Rusia posee los misiles Calibre, lanzados con evidente éxito desde buques de superficie y submarinos contra objetivos terroristas en Siria, así como bombas activadas desde aviones estratégicos, en ambos casos con un alcance de dos mil kilómetros.
Mientras Washington era el único país con misiles del referido alcance en buques y aviones, se negó a modificar el acuerdo.
La Casa Blanca encuentra un nuevo pretexto para continuar con su política de sanciones contra el Kremlin, algo que se inició en tiempos de la administración del demócrata Barack Obama y que, contrario a lo deseado por este país, continúa bajo el mando de Donald Trump.
De esa forma, la nueva disposición firmada por Trump se une a otro paquete de sanciones aprobado en agosto pasado que castiga a empresas norteamericanas o foráneas con inversiones de un millón de dólares en un año en la esfera energética rusa, entre otras medidas de presión.
Además, en octubre de este año Washington también puso en práctica otro grupo de restricciones contra casi todas las empresas del complejo militar industrial ruso, visto aquí como un intento por sacar ventaja en el mercado de armamentos.
Rusia logró contratos multimillonarios en los últimos tiempos para venta de equipos bélicos como el complejo antiaéreo S-400 con líderes regionales como Arabia Saudita y Turquía.
El reino saudita es uno de los principales clientes del complejo militar industrial norteamericano, mientras el citado país euroasiático es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el único en ese bloque en esta región que integra la Unión Europea.
Por otro lado, la guerra contra el Estado Islámico (EI) en Siria concluye, después del anuncio en ese sentido del mando militar ruso en esa nación levantina, por lo cual la presencia bélica e injerencista de Washington allí se hace cada vez más evidente.
Como mismo ocurrió con la primera ola de sanciones en este año contra Rusia por supuestamente interferir en el sistema político estadounidense, a través de hackers, Estados Unidos basa su aplicación en acusaciones infundadas, para las cuales nunca presenta pruebas concretas.
Ahora tocó el turno al Tratado de Eliminación de Cohetes de Mediano y Corto Alcance, firmado hace 30 años por Estados Unidos y la entonces Unión Soviética que, como afirmó el canciller ruso, Serguei Lavrov, solo contaba con misiles de ese tipo situados en tierra.
Por ello, opinó Lavrov, quedamos bien desarmados en esa categoría, contrario a Estados Unidos que si poseía misiles de la referida categoría en naves y aviones, armamentos que no fueron tenidos en cuenta en el acuerdo.
En 2007, Rusia intentó, sin resultado, concederle al citado tratado un carácter global, para incluir a los medios navales y aéreos en cualquier parte del planeta, pero Washington descartó esa posibilidad.
Pero ahora Rusia posee los misiles Calibre, lanzados con evidente éxito desde buques de superficie y submarinos contra objetivos terroristas en Siria, así como bombas activadas desde aviones estratégicos, en ambos casos con un alcance de dos mil kilómetros.
Mientras Washington era el único país con misiles del referido alcance en buques y aviones, se negó a modificar el acuerdo.
Ahora Estados Unidos acusa de violar esa avenencia a Rusia, preocupada, a su vez, por el incumplimiento norteamericano del tratado, al desplegar rampas terrestres para misiles Tomahawks en Europa. El viceministro ruso de Relaciones Exteriores Serguei Riabkov denunció que las lanzaderas situadas en Rumania y Polonia, con el anunciado propósito de emplearlas para los misiles de intercepción SM-3, pueden ser transformadas en breve tiempo en rampas para cohetes alados Tomahawks. La presencia en tierra de los referidos cohetes norteamericanos esta prohibida por el Tratado de 1987. Washington más bien pretende culpar a Rusia de violaciones, para justificar con ello sus propios propósitos de ignorar el acuerdo de eliminación de misiles, estimó. Estados Unidos busca un pretexto para salirse del citado acuerdo, como lo hizo en su momento con el Tratado de Defensa Antimisil, todo lo cual podría ser un duro golpe contra el proceso de control de desarme y la no proliferación nuclear, advirtió el viceministro ruso. Trump ordenó el plan de Análisis de Armas Nucleares (NPR), que prevé la modernización y funcionamiento de la triada nuclear estadounidense hasta 2046, para lo cual dedicaría un billón 250 mil millones de dólares, destaca el diario Nezavisimaya Gezeta. El NPR prevé dedicar del mencionado total 400 mil millones para la modernización del arsenal estratégico en sí, incluidos 25 mil millones para mejorar los portadores de las armas nucleares tácticas y 261 mil millones para laboratorios e infraestructura. La nueva ola de sanciones de Washington está lejos de señalar una posibilidad para la reconciliación en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, de cuyo desarrollo depende la estabilidad y seguridad estratégica en el orbe. rc/to | |
Rusia-EE.UU.: entre obstáculos y contradicciones
Por Antonio Rondón Moscú (PL) Los nexos entre la Rusia de Vladimir Putin y los Estados Unidos de Donald Trump se transformaron en apenas un semestre: de un esperado camino hacia el acercamiento y la cooperación en varios temas a la confrontación. El problema se inició con el propio Trump, culpable del brusco giro, cuando expresaba sobre sus intenciones de cambiar la política exterior de Estados Unidos, de evitar las injerencias en los asuntos internos de otros Estados y de acercarse a Rusia. Pese a ello, la primera en dar la clave de lo que podría suceder, en realidad, en el futuro en los nexos entre ambos estados, fue la nueva embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley. La diplomática desde un primer momento afirmó que el problema número uno para Estados Unidos era Rusia. 'Yo hablé con el Presidente, quien me dijo que veía en Rusia un problema', declaró Houle en el foro Mujeres en el mundo actual, señaló en su momento el diario Planet Today. 'Todo lo que hicieron con Ucrania y Crimea y el apoyo al presidente sirio, Bashar al-Assad, no se lo dejaremos pasar', advertía en enero pasado la representante norteamericana en la ONU. 'Todos quieren oír lo que él dice, pero es necesario ver lo que hace', agregó la funcionaria. De esa forma, Haley presentó el sustento del desarrollo de las futuras relaciones que desde sus palabras en enero pasado parecían presagiar lo que en realidad ocurriría. La Cancillería rusa en un principio, aún tras la expulsión de sus diplomáticos el 29 de diciembre de 2016, en tiempos de la administración de Barack Obama, prefería evitar momentos ásperos que llevaran a un agravamiento de las relaciones. Sin embargo, la retórica de Trump cambió respecto a lo que declaraba en su campaña electoral, cuando hablaba de tener buenas relaciones con Putin y de una cooperación para combatir el terrorismo, afirmó entonces Planet Today. El cambio lo hizo público Trump, tras el supuesto ataque con armas químicas contra la localidad siria de Jan Sheijun, en la provincia de Idlib, supuestamente lanzado por aviones que partieron de la base de Shairat, atacada en abril pasado por misiles norteamericanos Tomahawk. Con ese hecho se inició el cambio efectivo de la política de Trump respecto a Rusia y, por supuesto, la percepción en Moscú de quién podría ser ese político estadounidense. De hecho, además de la Casa Blanca demostrar que actuaría en Siria como lo hizo Obama, entró en conflicto con la operación militar efectiva de Rusia contra los terroristas en el país árabe y la creación de condiciones para una salida pacífica a ese diferendo. Al atacar con decenas de misiles Tomahawk a posiciones sirias, Washington planteó un desafío para Moscú, que actúa en apoyo al ejército de ese país y contra los terroristas, muchos de ellos entrenados, pertrechados y financiados por las potencias occidentales. Pero el cambio de política norteamericana hacia Rusia tuvo que ver mucho más con asuntos de política externa. El diario Wall Street Journal (WSJ) afirmó que los cambios en la política del equipo de Trump respecto a Rusia están acompañados de descubrimientos de contactos supuestamente secretos de políticos norteamericanos de la administración republicana con funcionarios de Moscú. Trump debió lidiar con presiones internas que nadie sabría decir a ciencia cierta si fueron la motivación de su cambio de línea respecto a Rusia. Otros analistas consideran que pudo falsear una realidad que pudiera darle una imagen electoral distinta para volver a la misma política trazada por el establishment norteamericano, con independencia de quien pueda llegar a la Casa Blanca. Una segunda etapa en el periodo de cambio de la política norteamericana respecto a Rusia fue el hecho de constatar éxitos palpables de Rusia en la contienda militar en Siria. Ello pudo poner en riesgo los verdaderos intereses de Estados Unidos en Siria: dividir al país en un contexto en que Damasco quede, al menos, sin el control de sus recursos minerales más importantes. Una tercera etapa se inició, precisamente, con la aprobación por el Congreso de un nuevo grupo de sanciones dirigidas contra el sector energético, clave para la economía rusa. A ello se sumó el incómodo desarrollo que tuvo el conflicto en torno a las propiedades de la embajada rusa en Estados Unidos. Varios agentes de seguridad norteamericanos registraron la sede del consulado ruso en San Francisco, California, y de las oficinas comerciales en Nueva York y Washington. Con anterioridad, el gobierno estadounidense se apropió de las mansiones de descanso rusas en Washington y Nueva York. Pero la aprobación de las medidas contra el sector energético fue el mayor signo del retroceso experimentado en las relaciones bilaterales en este año. Sin embargo, el diario Kommersant afirma que el documento fue sin revisión alguna de su aprobación en el Congreso a la ratificación por la Casa Blanca, donde Trump lo firmó sin que contara con los mecanismos para su aplicación. 'Ahora la administración norteamericana se rompe la cabeza para no molestar al Congreso (de marcada posición antirrusa), no buscarse la enemistad de los aliados (Europa rechaza esa medida extraterritorial) y no aplicar medidas demasiado crudas contra Moscú, que puede responder. La cumbre del Grupo de los 20, efectuada en julio de este año en Hamburgo, tuvo como uno de sus principales acontecimientos el encuentro de Trump y Putin en lo que parecía una puerta para el acercamiento. Pero ello no ocurrió. El nuevo paquete de sanciones contra Rusia se aprobó un mes después y en octubre, el Congreso arremetió contra el complejo militar industrial ruso. El objetivo es desmontar, paso a paso, varios de los pilares de la recuperación económica y producción de tecnologías rusas de los últimos años (petróleo, energéticos e industria militar), en un intento por frenar, al mismo tiempo, su influencia en el orbe, estiman expertos. La XXV cumbre del Foro de Cooperación Económica-Asia Pacífico, efectuada en noviembre, en Vietnam , debió convertirse en otro intento de acercamiento de Moscú y Washington, aunque analistas presagian nuevas zancadillas en el Congreso a cualquier mejora de los nexos. Trump pareció reconocer, con la aprobación de una declaración conjunta sobre Siria, de que Rusia es un actor decisivo no solo en ese país levantino, sino en muchos aspectos cruciales en el orbe. En el horizonte crecen otros obstáculos y contradicciones como la instalación por Estados Unidos de rampas de lanzamiento en Europa que pueden ser empleadas tanto por cohetes interceptores como por misiles alados Tomahawks, de alcance medio. Tal posición viola abiertamente el tratado sobre eliminación de cohetes de corto y mediano alcances, firmado a mediados de la década de 1980 por el entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, y el máximo dirigente soviético, Mijail Gorbachov. *Corresponsal Jefe de Prensa Latina en Rusia. arb/To | |
Rusia responde contundentemente a los planes del gas de EEUU en Europa
Rusia se ha lanzado a producir la mayor cantidad de gas natural licuado del mundo, informa el Deusche Wirtschafts Nachrichten. Según el rotativo, los planes de Rusia "son una clara respuesta al deseo de los productores estadounidenses de aumentar su participación en el mercado europeo del gas". La empresa rusa Novatek comenzó a producir gas natural licuado —conocido como GNL— y se ha convertido en una de las empresas más grandes del país, informa el periódico alemán. Ha sido en la península de Yamal donde se ha llenado el primer tanque de gas licuado; el de la nueva planta de la compañía rusa. El primer buque cisterna de la nueva planta, el Christophe de Margerie, llevará el primer envío de gas licuado a China. La nueva planta está diseñada para poner a Rusia a la cabeza en la producción mundial de GNL. Junto con sus socios franceses y chinos, Novatek invirtió 27.000 millones de dólares en el proyecto. Una cantidad que se gastó en construir unas instalaciones de licuefacción que producirán 16,5 millones de toneladas de gas licuado al año, una ciudad para 30.000 personas, la planta, un puerto y un aeropuerto internacional. Está previsto que 15 rompehielos transporten el preciado gas licuado ruso por todo el mundo. Si bien ese primer tanque tiene previsto arribar a China, hay planes de que los consumidores españoles lo reciban a mediados de 2018 tras una larga travesía por el Ártico y por el norte de Europa. Y es que entre Yamal-SPG —la empresa rusa— y Gas Natural Fenosa, sus socios españoles, hay un contrato firmado desde 2013 por la compra de 2,5 millones de toneladas de gas cada año. El 10% del gas que consume España. El presidente ruso, Vladímir Putin, apuntó a que el proyecto confirma la condición de Rusia como una de las principales potencias energéticas mundiales. Europa necesita ahora y necesitará en el futuro el gas ruso, ya que es barato y lo tiene al alcance de la mano, por lo que no tendrá otra opción que comprárselo a Moscú, señaló ya en julio el secretario general del Foro de Países Exportadores de Gas, Said Mohamed Husein Adeli, quien también recordó que el gas licuado estadounidense es más caro que el que Rusia suministra a Europa | |
Canal Internacional en Youtube
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario