martes, 3 de noviembre de 2020

Pueblos: Estados Unidos de América; “La Hora de la verdad”, dicen algunos (II). La Hora ha llegado. Por Orestes Martí


Toma de pantalla

Pueblos: Estados Unidos de América; “La Hora de la verdad”, dicen algunos (II).
La Hora ha llegado.
Por Orestes Martí
Las Palmas de Gran Canaria
2020-11-0
3

Hace un par de días publicamos “Pueblos: Estados Unidos de América; “La Hora de la verdad”, dicen algunos”, pues esa “Hora” ha llegado y le vamos a dar cobertura -incluyendo emisiones “en vivo”- utilizando varias herramientas de Infocom.


Plataforma TeleSURen Youtube

Al mismo tiempo, continuamos brindando a nuestros amables lectores diferentes análisis, criterios y “visiones” para que como es nuestra costumbre, ofrecer elementos que les permitan formarse sus propias opiniones y proceder en consecuencia.

Hoy les ofreceremos “dos completas”: una del intelectual cubano -residente en los EE.UU. y vicepresidente de la Red Social Integrada Martianos- Andrés Gómez y otra del también destacado intelectual -no hace mucho galardonado por la Federación Internacional de Comunicadores Populares (FICP) con el Reconocimiento a la Práctica Responsable de la Comunicación Social- John M. Ackerman, publicada en “La Jornada”, de México

Andrés Gómez:


Andrés Gómez

Sobre algunas cuestiones electorales
31 de octubre de 2020
Andrés Gómez, director de Areito digital

Miami.- En este año terrible de gran caos electoral en Estados Unidos hemos confrontado situaciones excepcionales provocadas por la Administración de Trump en su afán de mantenerse en el poder a casi cualquier precio. Los límites a su desmedida ambición se los han impuestos otras fuerzas institucionales que conforman el Estado.
Existe mucho desconocimiento sobre la historia política de este país. Trump, con los propósitos de sembrar confusión y temor en el electorado, exige que éstos sean tabulados la misma noche del día de las elecciones para que él considere a los resultados legítimos.
Ha sido la costumbre en tiempos más recientes que esto haya sido así. Aunque es la costumbre, no la legalidad. En tiempos anteriores, porque las circunstancias lo exigían debido a la falta de movilidad entonces, la fecha para las elecciones presidenciales se extendía desde principios de noviembre hasta principios de diciembre. No era entonces un día determinado. Era un mes. Esto fue así desde 1792, fecha de la segunda elección presidencial. La primera fue desde el 15 de diciembre de 1788 hasta el 10 de enero de 1789, un mes también.
No fue hasta 1845 que una ley federal, autorizada por el Congreso, fijó la fecha actual: el primer martes después del primer lunes de noviembre. El Artículo II de la constitución autoriza al Congreso federal determinar la fecha de las elecciones federales, parciales o generales.
En años recientes se ha permitido cada vez más la votación por correo y la votación anticipada en los colegios electorales fijados por ley. Este año de alta intimidación al electorado y con la intensión de suprimir el voto, son menos los colegios electorales que se han autorizados. Este año también debido en gran parte por la pandemia existente son mucho más los votos emitidos por correo. Hasta el momento son más de 58 millones de votos. Como cada estado de la Unión tiene el derecho de determinar cuándo se cuentan los votos emitidos por correo el caos es previsible. Especialmente cuando no se han tomado las medidas pertinentes para facilitar y garantizar que estos votos sean debidamente respetados. Al contrario se amenaza la seguridad de los votantes y de sus votos por parte de las más altas autoridades, incluido el propio presidente de la república.
Otra cuestión de importancia y bastante desconocida es sobre la fecha que asume el poder el presidente de la república. Esa fecha es fijada por la constitución. Hasta que en 1933 la XX Enmienda cambió esa fecha, la misma era el 4 de marzo. Desde entonces para el presidente y vicepresidente de la república es el 20 de enero seguido a las elecciones. Para los miembros del Congreso se cambió la fecha del 4 de marzo por la del 3 de enero. Principalmente la constitución había fijado la fecha de marzo por cuestiones evidentes del estado de las comunicaciones entonces, y claro, la situación ambiental de la época invernal. Además, como en este país se respeta tanto la religión y la moralidad… existe una excepción a esta fecha. Si el día 20 de enero cayera domingo, entonces el presidente y el vicepresidente asumirían el 21 de enero… No fue hasta la segunda toma de posesión de Franklin Roosevelt en 1937 que el presidente asumió la presidencia un 20 de enero.
Otro asunto es una cuestión elemental de derechos humanos y de los derechos democráticos, tan discutidos en estos tiempos turbulentos que ahora se le conoce por el término de racismo sistémico el cual, también sigue siendo, a su vez, endémico.
Originalmente, de acuerdo a la constitución federal sólo tenían el derecho al voto los hombres blancos con un alto ingreso. No tenían el derecho al voto las siguientes personas: los hombres blancos pobres, incluidos, por ser pobres, los prácticamente esclavos blancos (indentured servants); todas las mujeres, y todos los negros y mulatos –esclavos o no-.
En las segundas elecciones presidenciales que tuvo lugar en 1792, en la que se reeligió a George Washington, sin oposición, votaron 28,579 hombres blancos ricos. El censo de 1790, el primero realizado por el Buró del Censo federal, determinó la población de Estados Unidos ser 3.929,214 personas.
Debo señalar que la constitución establecía en su Artículo I Sección 2 que se contaría al esclavo como 3/5 de una persona con derecho al voto con el propósito de que se cuantificaran en el número de representantes que cada estado tiene derecho debido a su población en la Cámara de Representantes, en este caso los de los estados sureños esclavistas. Se estima que la población esclava en 1790 ser 700,000 personas o sea el 18% de la población. Los estados esclavistas exigieron esta demanda para incorporarse a la Unión.
Así la democracia. Un desarrollo lento, especialmente si uno es o ha sido negro, mulato o mujer…y pobre. Hay mucho más de que escribir y discutir sobre estas cuestiones.
Por ejemplo, ¿cómo es posible que Donald Trump sea presidente de Estados Unidos hoy en día, en el Siglo XXI, en el 2020, habiendo recibido su principal contrincante a la presidencia, Hillary Clinton, en las elecciones celebradas en 2016, prácticamente 3 millones de votos más que él?
En ningún otro país del mundo, incluyendo las dictaduras que recurren a elecciones fraudulentas, a un candidato que pierda por 3 millones de votos se le permite ser declarado ganador de las elecciones. Pero así lo establece la constitución de los Estados Unidos a través de su Colegio Electoral, establecido en 1787.


John M. Ackerman.

 La “democracia” del Tío Sam
Por: John M. Ackerman (@JohnMAckerman)

Independientemente de quién gane o pierda la elección presidencial en los Estados Unidos (EEUU) este martes, 3 de noviembre, la lección histórica más importante será el colapso de cualquier fantasía con respecto al supuesto ejemplo del sistema democrático del país vecino.
Donald Trump no es un accidente histórico, sino una expresión de las profundas debilidades y contradicciones estructurales que aquejan a EEUU desde hace siglos. Aquella nación se construyó con base a la aniquilación casi total de sus pueblos indígenas y la esclavitud de más de 4 millones de africanos y sus descendientes. Y su sistema legal e institucional está diseñado para favorecer siempre al interés privado por encima del público.
EEUU fue uno de los primeros países del mundo en liberarse del yugo imperial de Europa e independizarse del Rey de Inglaterra, entre 1775 y 1783. Sin embargo, la República que se estableció con la Constitución de 1787 faltaba mucho para ser plenamente democrática. Los indígenas, los esclavos, las mujeres y los pobres fueron sistemáticamente excluidos de la política desde el inicio de la República.
La Constitución ha sido reformada en varias ocasiones pero hoy es un documento terriblemente desfasado. Se ha mantenido incólume su carácter elitista, con una defensa a ultranza de la propiedad privada y el privilegio, ya que EEUU no experimentó revolución alguna durante los siglos XIX, XX o XXI, un largo periodo histórico caracterizado por profundos procesos revolucionarios en la mayoría de las naciones del mundo.
A pesar de esta situación, la historia oficial y la cultura política dominantes en EEUU niegan rotundamente tanto su sangriento legado histórico como la evidente desactualización de su Carta Magna. Ni Biden ni Trump han propuesto un “cambio de régimen” y mucho menos una “transformación histórica”, sino solamente discuten sobre como mejor administrar el sistema de injusticia imperante.
Ahora bien, es importante recordar que
la votación popular nacional no decide quien llegará a la Casa Blanca. Todo se encuentra en manos de pequeñas comunidades de votantes indecisos que habitan en la media docena de “estados bisagra” (swing states) como Florida, Pensilvania, Ohio y Michigan. Hace cuatro años, Hillary Clinton recibió 3 millones de votos más que Trump pero perdió la elección por la manera tan anticuada de sumar votos de acuerdo con el sistema del “colegio electoral” estadounidense.
Asimismo, desde la resolución de la Suprema Corte en el caso Citizens United en 2010 son casi inexistentes los controles sobre el gasto privado en las campañas electorales. Biden ya ha gastado más que cualquier otro candidato presidencial en la historia, no solamente de EEUU sino de toda la humanidad. De acuerdo con el sitio de internet Open Secrets (véase: https://bit.ly/3oUopIb´), Biden ha recibido casi 1.5 mil millones de dólares en donativos, equivalente a 30 mil millones de pesos. Trump no se ha quedado muy atrás, con un monto que suma casi mil millones de dólares.
Adicionalmente, 5.2 millones de ciudadanos estadounidenses simplemente no podrán votar por haber sido condenado por algún delito en el pasado (véase:
https://bit.ly/3kOqQJL). Un gran porcentaje de estos ciudadanos privados de sus derechos son de comunidades raciales minoritarias que suelen apoyar al Partido Demócrata. Hay también millones de mexicanos y latinoamericanos que viven y trabajan en EEUU que no podrán votar porque jamás se registraron o porque no cuentan con la documentación requerida.
El contexto de la pandemia del COVID complica aún más el escenario. Los medios reportan que unos 80 millones de votos ya se han enviado vía correo postal, lo cual probablemente llegue a ser más de la mitad de la votación total.
El problema es que hay importantes atrasos en el proceso de entrega de los votos postales a los consejos electorales. Ello podría generar tanto una invalidación masiva de votos, en los estados que solamente reciben las boletas hasta el día de la elección, como un atraso significativo en el conteo oficial de los votos, en los estados cuya legislación permite la recepción de los votos hasta después del 3 de noviembre.
Es probable que no sabremos los resultados electorales hasta después de este martes, 3 de noviembre. Y es también muy posible que Trump continúe con su denuncia de un supuesto fraude electoral en su contra. Pero será importante recordar que la inestabilidad y el conflicto social que ello podría generar no será en realidad la culpa de un solo individuo irresponsable, sino el reflejo de problemas estructurales mucho más profundas que se deben resolver de fondo.
En este contexto, la esperanza no es Biden y mucho menos Trump, sino el avance de la vasta movilización social que se ha articulado alrededor de la causa de “Black Lives Matter” y pretende transformar de raíz al sistema político estadounidense en un sentido profundamente humanista y solidario.

Red FICP
Canal de la Red de la Federación Internacional de Comunicadores Populares

ESTA ES UNA PUBLICACIÓN DE LA RED DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE COMUNICADORES POPULARES (RedFICP)
ACTUALIZACIÓN PERMANENTE AQUÍ

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