Fotocomposición. Fotos de la Agencia BelTA |
Pueblos: Guerra y paz: Belarús (IV). Actualización
Por Orestes Martí
Las Palmas de Gran Canaria 2020-8-22
Este es el cuarto número de la “serie” sobre los sucesos de
Belarús y vamos a tratar de actualizar la situación con algunos elementos -que
consideramos nosotros son- importantes y bastante “objetivos”.
Veamos una interesante argumentación de la destacada comunicadora rusa Inna
Afinogenova que en su gustado y muy visitado espacio “Ahí les va”, ha publicado
bajo el incisivo título “¿Qué
sucede en Bielorrusia? Te contamos todo (y no solo una parte)”
A continuación un despacho de Antonio
Rondón, publicado hoy por la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina:
“Belarús,
¿un polígono político para Occidente?”. Escribe el también
Corresponsal jefe de Prensa Latina en Rusia:
Foto PL |
Moscú (Prensa Latina) Los sucesos en
Belarús, con una clara injerencia foránea, más bien parecen demostrar un intento
de Occidente por convertir a ese país en polígono para probar todos los métodos
de sacar del poder a un gobierno legítimo.
Al arsenal de cambios forzados se agregan métodos nuevos como en el caso de
Belarús, cuando se lleva a la huelga a los trabajadores para respaldar
exigencias políticas de lo que sería un intento de golpe de Estado.
Sin embargo, se repiten las provocaciones contra la policía, los desórdenes en
la capital, el involucramiento de la juventud, la exhortación a agentes del
orden público a desertar de sus funciones, aún después que muchos de ellos
fueron atacados por los mismos protestantes.
A ello se une el uso de grupos de mujeres en una maniobra para presentar una
cara pacífica de acciones de desestabilización, el intento de bloqueo de calles
o carreteras, la amenaza contra familiares de funcionarios estatales o la
creación de estructuras paralelas al poder.
Claro está, en algunos casos como Ucrania, en 2004, en Bolivia, en 2019 y ahora
en Belarús, el pretexto original fueron los comicios, aunque en otras etapas de
la desestabilización se convoca a acciones directamente en contra del Gobierno,
consideran analistas rusos.
De acuerdo con Evgueni Michenko, jefe de una compañía consultora que lleva su
nombre, en las protestas se utilizó el programa Psiphon para evitar el bloqueo
de la Internet, mientras el envío de información tuvo apoyo de embajadas
occidentales, reveló la prensa rusa.
Además, se empleó la comunicación por móviles sin servicio de Internet o
telefónico, a través de una red de Bluetooth.
El director del Instituto de Filosofía de Belarús, Piotr Potrovsky, subrayó que
esta vez una primera etapa de las manifestaciones careció de un centro único y
esas acciones fueron acompañadas por la creación en las redes sociales de
noticias falsas.
Potrovsky destaca el paso momentáneo de las acciones violentas a otras en
apariencia pacíficas que incluyen desde cadenas humanas, hasta formar piquetes a
la entrada de fábricas para alentar o presionar a obreros a ir a una huelga y
presentar eso como algo espontáneo.
EL TABLERO BELARUSO
De acuerdo con la Comisión Central Electoral belarusa, Alexander Lukashenko ganó
los comicios del 9 de agosto con el 80,1 por ciento de los votos, mientras la
candidata opositora Svetlana Tijanovskaya solo contó con el 10,12 por ciento del
apoyo en las urnas.
Aunque la diferencia de votos es visible, el esquema preparado en Occidente
ignora los números de los comicios e insiste, sin la demostración de una prueba
concreta y sin poder destruir las existentes en manos del Estado, en
deslegitimar el proceso electoral. Lituania y Polonia, los países fronterizos
con Belarús, están a la vanguardia dentro de la Unión Europea en la insistencia
en desconocer la legitimidad dada por la población a Lukashenko en las urnas.
Simplemente no ganó la oposición y, al parecer, por eso se debe anular la
votación.
Observadores opinan que el plan de una victoria relámpago sobre Lukashenko, con
tres días de provocaciones a la policía para obligarla a actuar y obtener los
‘inmolados’ del levantamiento, fracasaron, pues apenas se reportaron dos
fallecidos, uno de ellos por autoagresión.
Ello llevó a pasar de inmediato a una segunda fase de mítines y manifestaciones
frente a grandes empresas estatales para provocar paros laborales, con el
anunciado objetivo de paralizar la economía, mientras se exhorta a los
trabajadores a demandar nuevas elecciones.
Analistas rusos recuerdan las grandes empresas estatales, donde los obreros
reciben salarios de entre 500 y 700 dólares, beneficios sociales, incluidos
descansos en sanatorios, mientras la entrada en esos centros laborales por lo
general es por concurso.
Las demandas de ir a la huelga hechas por Tijanovskaya chocan con intereses
particulares de los obreros, quienes conocen los planes de la oposición de
privatizar muchas de las fábricas del llamado sector real de la economía.
El gobierno belaruso considera que apenas 300 de los 650 mil trabajadores del
sector industrial se unieron a los llamados de paralizar las actividades. En
otras regiones fuera de la capital belarusa, además, se registraron
manifestaciones a favor del Gobierno y la estabilidad.
Por cierto, en estos casos se trata de empresas competitivas con productos
acabados como tractores, fertilizantes y derivados del petróleo que, aunque
venden 60 por ciento de su volumen a Rusia, poseen una participación en el
mercado europeo.
Algunos analistas consideran que en Occidente podrían estar interesados en
llevar a la bancarrota de forma artificial a esas empresas para, luego de un
proceso de privatización durante otro gobierno, adquirirlas a precio de remate.
Por otro lado, ello dificultaría la producción cooperada con Rusia como en el
caso de la Fábrica de Remolques de Minsk, que produce los portadores de sistemas
de defensa antiaéreos e incluso de misiles intercontinentales rusos.
En lo que sería un objetivo a largo plazo, Occidente podría buscar la creación
de condiciones para convertir a Belarús en otro punto antirruso en la geografía
regional, como mismo ocurrió con Ucrania, donde el nacionalismo rechaza todo lo
que pueda venir de Moscú.
Además, países como Polonia desde hace algún tiempo actúan en regiones
fronterizas como Grodno, donde el 15 por ciento de la población es de origen
polaco y se promueve la identidad de sus ciudadanos con el país vecino, al cual
en su tiempo pertenecieron territorios como ese. De hecho, una de las pocas
administraciones provinciales belarusas que aceptaron el trabajo del llamado
Comité de Coordinación de la oposición, fue Grodno, donde se autorizaron
protestas y huelgas en los centros laborales y se demandaron nuevas elecciones. Como en anteriores esquemas de
revoluciones de colores, los comicios rara vez se repiten para escuchar la voz
del pueblo en un proceso transparente, sino para garantizar el triunfo de la
fuerza política que se intenta imponer con la desestabilización de un país,
estiman expertos.
El comité de coordinación opositor exige un diálogo con el Gobierno, aunque el
único punto de la agenda es el de ir a nuevos comicios, algo rechazado por
Lukashenko.
La oposición busca abiertamente un financiamiento de sus protestas en el
exterior. El excandidato presidencial Valeri Tsepkalo, quien expresó enojo por
quedar fuera del comité coordinador, viajó a Polonia, donde pareció pactar la
creación de un fondo polaco-estadounidense con ese fin.
De otro lado, llama la atención la partida de Tijanovskaya, después de salir del
país y dejar tras de sí un vídeo donde llamaba al fin de las protestas y de la
violencia. De hecho, Lukashenko señaló en su momento que a petición de ella, se
le ayudó a salir de Belarús.
En Vilna, la capital de Lituania, la excandidata parece seguir instrucciones de
Occidente de cómo intentar desde afuera activar a una oposición dividida y con
escaso recurso político para demostrar algún viso de legitimidad.
Pero Lituania parece tener intereses particulares en la desestabilización de
Belarús, en la cual también se promovió la suspensión de los trabajos en la
Central nuclear en construcción en la localidad de Ostrovts.
En Vilna parece causar preocupación la puesta en funcionamiento de la planta
nuclear, construida con un crédito ruso de 11 mil millones de dólares y en la
cual en agosto de este año se inició el proceso de carga de combustible en la
zona activa del reactor del primer bloque.
Después que en 2017 la Organización del Tratado del Atlántico Norte orientó a
Estonia, Letonia y Lituania abandonar el Circuito de Distribución de Energía
Eléctrica, formado con Belarús y Rusia como fuente, Vilna quedó como principal
distribuidor de esa energía.
Lituania, que lanzó una fuerte campaña, aparentemente ecológica, contra la
construcción de la central nuclear belarusa, recibe, sin embargo, energía
eléctrica de una planta atómica en Suecia que revende a Letonia, Estonia y
Polonia.
La puesta en funcionamiento de la instalación de Ostrovts dejaría a la república
exsoviética en el mar Báltico fuera de competencia, pues su costo de producción
de un kilowatt/hora es de 3–4 centavos de euro, en tanto el de la central sueca
es de poco más de siete centavos de euro.
De cualquier forma, aunque continúa el intento de Occidente para promover una
acción opositora en Belarús, su gobierno muestra nuevas herramientas para evitar
convertir al país en una edición exitosa de la imposición manual de revoluciones
de colores.
Por su parte, consideramos muy importante, tomar en consideración la propia
“visión” del Presidente Lukashenko sobre la situación en el país, expresada ayer
mismo:
Foto BelTA |
Lukashenko: No podemos permitir la destrucción del país
REGIÓN DE DZERZHINSK, 21 ago (BelTA). — La situación en la región está
politizada, sin embargo, no se trata de ningún desastre. Lo declaró el
Presidente belaruso, Aleksandr Lukashenko, visitando hoy la empresa agrícola
Dzerzhinski, informa BelTA.
“Son gente de trabajo, conocen que el dinero se gana trabajando. A veces se gana
en la calle, pero eso no dura mucho”, señaló el Jefe de Estado. “Han ganado un
poco, está bien, pero no hay que destruir el país. No podemos permitirlo porque
conocemos su valor”, añadió.
Acorde con las palabras del mandatario belaruso, la situación en el país está
muy politizada, sin embargo, no se trata de ningún desastre. Relató que en uno
de los talleres una de las trabajadoras de la empresa le había expresado
palabras de apoyo deseándole “resistir en esta situación”. Sin embargo, no es
tan complicada para tener que “resistir”.
“En Minsk hay descontentos. Es natural. Mientras tanto, no tiene que
preocuparles, es mi problema que debo resolver, ya lo estamos haciendo. Lo
conseguiremos dentro de unos días”, aseguró Aleksandr Lukashenko.
Señaló que en vísperas de la visita a la empresa se había reunido con los jefes
de los cuerpos de seguridad. Se discutieron los asuntos de mantenimiento del
orden dentro del país y las respuestas a las amenazas externas. “Trabajan día y
noche para preservar la paz y la tranquilidad. He visto que no piensan dejarle
el país a nadie”, resumió el Jefe de Estado.
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