domingo, 28 de octubre de 2018

La Habana Por Orestes Martí

La Habana
 Por Orestes Martí
 
La Habana ―antiguamente nombrada Ciudad de La Habana― es la actual ciudad capital de la República de Cuba y a la vez una de las quince provincias cubanas. La Habana es la ciudad más poblada de Cuba y de todo el Caribe insular, con una población superior a los dos millones de personas.
El territorio de la capital ocupa el décimo sexto lugar en extensión entre las provincias, con 726,75 kilómetros cuadrados, representando el 0,7 por ciento de la superficie total del país

Cuando llegué a La Habana
Graziella Pogolotti
digital@juventudrebelde.cu


El barco se mantenía al pairo en espera del amanecer, cuando vendría el práctico para conducirlo a través del estrecho canal del puerto. El espléndido arco luminoso del Malecón abría los brazos a los visitantes llegados del mar. Al desembarcar, recibí el impacto del calor, del bullicio generalizado y de un idioma que escuchaba por primera vez. Poco a poco, en el barrio, en la escuela, en el retozo del parque, el país me fue entrando por los poros.

La Habana era todavía, por aquel entonces, una ciudad provincianota, recogida en el entorno del puerto, donde se concentraba el bullicio de la vida. De los almacenes emanaba el olor acre de cebollas y papas importadas. Pululaban los empleados de las oficinas gubernamentales, de los bancos, de los bufetes de abogados. Se aglomeraban también los buscadores de empleo y las maestras a la procura de un aula donde cubrir, por unos días, la ausencia de la titular del cargo. Los vetustos tranvías cerraban el paso a los chóferes impacientes por proseguir su camino. En las tardes, el bullicio se interrumpía apenas por el paso de los últimos pregoneros que dejaban en el ambiente el penetrante aroma de las mariposas y por el rumor de la radio que dejaba escuchar las páginas sonoras de la novela del aire. Los enamorados conversaban ventana por medio, en espera de que la familia diera entrada al joven pretendiente. Solo entonces podría permanecer algunas horas en la sala, siempre bajo la vigilancia implacable de la chaperona.

Sin embargo, de manera imperceptible, el tiempo transcurría y la realidad se transformaba. En un abrir y cerrar de ojos, la aviación fue desplazando al transporte marítimo. La ciudad vieja se ahogaba en sus calles estrechas y los inversionistas salieron en busca de nuevos horizontes. A pesar de la proliferación de ostentosos palacetes surgidos durante la danza de los millones que siguió a la Primera Guerra Mundial, las fronteras de El Vedado disponían de suelos a bajo precio. A la vuelta de los 50 del pasado siglo, una arquitectura con códigos remozados levantó edificios para albergar la televisión en plena expansión y modernas oficinas de negocios. Había nacido La Rampa, coronada más tarde con la construcción de la heladería Coppelia, lugar de culto para la generación que habría de emerger después del triunfo de la Revolución. Ante la mirada crítica de sus mayores, los jóvenes entregaban las noches a pasear Rampa arriba y Rampa abajo. La Habana se había convertido en centro emisor de ideas que pugnaban por conquistar la plena emancipación humana.

Las fuentes originarias de ese pensamiento venían desde muy atrás. En la ciudad provincianota que descubrí en los días de mi infancia, conocí la irreductible inconformidad.
Hombres y mujeres convergían en tertulias regidas por la idea obsesiva de construir un país. Condenados al más absoluto desamparo, ignorados por las autoridades y por una burguesía volcada al disfrute de bienes materiales que desplegaba su boato en la crónica social de los periódicos, los artistas proseguían haciendo obra y los investigadores rescataban en archivos y bibliotecas la historia de la nación. No tenían interlocutor visible. Estaban movidos por la voluntad de hacer un país. A contracorriente, el rasguño en la piedra fue dejando huella. Las pinturas de Víctor Manuel, Ponce, Carlos Enríquez, Wifredo Lam, los textos de Lezama y Carpentier, los estudios de Fernando Ortiz y Emilio Roig dibujaron el rostro de la nación y animaron desde la subjetividad un imaginario colectivo. Dotaron de sentido la continuidad de la lucha a favor de la plena emancipación.

En ese empeño por hacer un país fue tomando cuerpo mi propia identidad. Mi existencia toda adquirió sentido en aquella ciudad que alguna vez me acogiera con los brazos abiertos de su espléndido Malecón iluminado. No ha llegado la hora de dormir sobre los laureles conquistados. En el contexto de la globalización neoliberal, ante la agresividad de una derecha prepotente, hay que remendar errores y seguir edificando el país con el obrar de las manos de todos, de los adultos mayores que disponen del aval de una experiencia de vida y con la energía de los más jóvenes, comprometidos con el acicate de labrarse un destino.
Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, recibe Premio Hadrian que concede el World Monuments Fund (WMF)
NUEVA YORK- Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, recibió el Premio Hadrian que concede el World Monuments Fund (WMF) “en reconocimiento a sus heroicos esfuerzos para preservar y restaurar La Habana Vieja”, uno de los centros históricos más bellos y conservados de nuestro continente, nombrado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, en 1982.
Durante la ceremonia se proyectó un video sobre la filosofía conservacionista que anima la restauración del Centro Histórico, su compromiso social y el apoyo gubernamental que ha recibido el proyecto desde que en 1993 el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, concibió y rubricó el Decreto Ley 143, instrumento de gran valor para la rehabilitación integral de esa zona de alta significación patrimonial para el mundo.
El Historiador agradeció tan relevante premio que reconoce el esfuerzo de Cuba por salvaguardar para las generaciones venideras un legado de alto contenido cultural e identitario, con el fin de fomentar la participación ciudadana en el destino de la ciudad presente y futura.
El premio Hadrian se entrega anualmente, desde 1988, a “un individuo distinguido, en reconocimiento de su liderazgo en promover la comprensión, apreciación y preservación del patrimonio mundial.”
WMF es una organización sin fines de lucro, dedicada a la preservación de sitios de arquitectura histórica y patrimonio cultural mundial a través del trabajo de campo, promoción, concesión de subvenciones, educación y formación.
Fundado en 1965, WMF tiene su sede en Nueva York y cuenta con oficinas en todo el mundo, donde sus afiliados identifican y desarrollan proyectos de restauración y atraen apoyo local para gestionarlos.
La embajadora de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas, Anayansi Rodríguez, asistió a la gala de premiación anual concebida por el World Monuments Fund, así como participaron importantes expertos y mecenas del patrimonio universal.
Mayi Rizk
24 de octubre a las 00:36

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