La Habana
Por Orestes Martí La Habana ―antiguamente nombrada Ciudad de La
Habana― es la actual ciudad capital de la República de Cuba y a la vez una de
las quince provincias cubanas. La Habana es la ciudad más poblada de Cuba y de
todo el Caribe insular, con una población superior a los dos millones de
personas.
El territorio de la capital ocupa el décimo sexto lugar en extensión entre las provincias, con 726,75 kilómetros cuadrados, representando el 0,7 por ciento de la superficie total del país
Cuando
llegué a La Habana
Graziella Pogolotti digital@juventudrebelde.cu El barco se mantenía al pairo en espera del
amanecer, cuando vendría el práctico para conducirlo a través del
estrecho canal del puerto. El espléndido arco luminoso del Malecón abría
los brazos a los visitantes llegados del mar. Al desembarcar, recibí el
impacto del calor, del bullicio generalizado y de un idioma que
escuchaba por primera vez. Poco a poco, en el barrio, en la escuela, en
el retozo del parque, el país me fue entrando por los poros.
La Habana era todavía, por aquel entonces, una ciudad provincianota,
recogida en el entorno del puerto, donde se concentraba el bullicio de
la vida. De los almacenes emanaba el olor acre de cebollas y papas
importadas. Pululaban los empleados de las oficinas gubernamentales, de
los bancos, de los bufetes de abogados. Se aglomeraban también los
buscadores de empleo y las maestras a la procura de un aula donde
cubrir, por unos días, la ausencia de la titular del cargo. Los vetustos
tranvías cerraban el paso a los chóferes impacientes por proseguir su
camino. En las tardes, el bullicio se interrumpía apenas por el paso de
los últimos pregoneros que dejaban en el ambiente el penetrante aroma de
las mariposas y por el rumor de la radio que dejaba escuchar las páginas
sonoras de la novela del aire. Los enamorados conversaban ventana por
medio, en espera de que la familia diera entrada al joven pretendiente.
Solo entonces podría permanecer algunas horas en la sala, siempre bajo
la vigilancia implacable de la chaperona.
Sin embargo, de manera imperceptible, el tiempo transcurría y la
realidad se transformaba. En un abrir y cerrar de ojos, la aviación fue
desplazando al transporte marítimo. La ciudad vieja se ahogaba en sus
calles estrechas y los inversionistas salieron en busca de nuevos
horizontes. A pesar de la proliferación de ostentosos palacetes surgidos
durante la danza de los millones que siguió a la Primera Guerra Mundial,
las fronteras de El Vedado disponían de suelos a bajo precio. A la
vuelta de los 50 del pasado siglo, una arquitectura con códigos
remozados levantó edificios para albergar la televisión en plena
expansión y modernas oficinas de negocios. Había nacido La Rampa,
coronada más tarde con la construcción de la heladería Coppelia, lugar
de culto para la generación que habría de emerger después del triunfo de
la Revolución. Ante la mirada crítica de sus mayores, los jóvenes
entregaban las noches a pasear Rampa arriba y Rampa abajo. La Habana se
había convertido en centro emisor de ideas que pugnaban por conquistar
la plena emancipación humana.
Las fuentes originarias de ese pensamiento venían desde muy atrás. En la
ciudad provincianota que descubrí en los días de mi infancia, conocí la
irreductible inconformidad.
Hombres y mujeres convergían en tertulias regidas por la idea obsesiva de
construir un país. Condenados al más absoluto desamparo, ignorados por las
autoridades y por una burguesía volcada al disfrute de bienes materiales que
desplegaba su boato en la crónica social de los periódicos, los artistas
proseguían haciendo obra y los investigadores rescataban en archivos y
bibliotecas la historia de la nación. No tenían interlocutor visible.
Estaban movidos por la voluntad de hacer un país. A contracorriente, el
rasguño en la piedra fue dejando huella. Las pinturas de Víctor Manuel,
Ponce, Carlos Enríquez, Wifredo Lam, los textos de Lezama y Carpentier, los
estudios de Fernando Ortiz y Emilio Roig dibujaron el rostro de la nación y
animaron desde la subjetividad un imaginario colectivo. Dotaron de sentido
la continuidad de la lucha a favor de la plena emancipación.
En ese empeño por hacer un país fue tomando cuerpo mi propia identidad. Mi
existencia toda adquirió sentido en aquella ciudad que alguna vez me
acogiera con los brazos abiertos de su espléndido Malecón iluminado. No ha
llegado la hora de dormir sobre los laureles conquistados. En el contexto de
la globalización neoliberal, ante la agresividad de una derecha prepotente,
hay que remendar errores y seguir edificando el país con el obrar de las
manos de todos, de los adultos mayores que disponen del aval de una
experiencia de vida y con la energía de los más jóvenes, comprometidos con
el acicate de labrarse un destino.
Eusebio
Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, recibe Premio
Hadrian que concede el World Monuments Fund (WMF)
NUEVA YORK- Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La
Habana, recibió el Premio Hadrian que concede el World Monuments Fund (WMF)
“en reconocimiento a sus heroicos esfuerzos para preservar y restaurar
La Habana Vieja”, uno de los centros históricos más bellos y conservados
de nuestro continente, nombrado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la
Humanidad, en 1982.
Durante la ceremonia se proyectó un video sobre la filosofía
conservacionista que anima la restauración del Centro Histórico, su
compromiso social y el apoyo gubernamental que ha recibido el proyecto
desde que en 1993 el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel
Castro, concibió y rubricó el Decreto Ley 143, instrumento de gran valor
para la rehabilitación integral de esa zona de alta significación
patrimonial para el mundo.
El Historiador agradeció tan relevante premio que reconoce el esfuerzo
de Cuba por salvaguardar para las generaciones venideras un legado de
alto contenido cultural e identitario, con el fin de fomentar la
participación ciudadana en el destino de la ciudad presente y futura.
El premio Hadrian se entrega anualmente, desde 1988, a “un individuo
distinguido, en reconocimiento de su liderazgo en promover la
comprensión, apreciación y preservación del patrimonio mundial.”
WMF es una organización sin fines de lucro, dedicada a la preservación
de sitios de arquitectura histórica y patrimonio cultural mundial a
través del trabajo de campo, promoción, concesión de subvenciones,
educación y formación.
Fundado en 1965, WMF tiene su sede en Nueva York y cuenta con oficinas
en todo el mundo, donde sus afiliados identifican y desarrollan
proyectos de restauración y atraen apoyo local para gestionarlos.
La embajadora de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas,
Anayansi Rodríguez, asistió a la gala de premiación anual concebida por
el World Monuments Fund, así como participaron importantes expertos y
mecenas del patrimonio universal.
Mayi Rizk
24 de octubre a las 00:36
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