Aunque todos los cubanos reconocemos –o
damos por reconocido– el papel histórico que ha jugado la décima (improvisada,
cantada y escrita) en los momentos cruciales de la historia de Cuba, lo cierto
es que poco se ha escrito y se ha estudiado al respecto, y todo cuando conocemos
es información tangencial, referencial, citas de citas extraídas de ensayos y
artículos de prensa (pocos libros).
En mi libro Teoría de la improvisación poética, en sus tres ediciones (Sendoa, Guipúzcoa, 1998; Unión, La Habana, 2000 y Scripta Manent, Almería, 2015), doy noticias yo de este asunto, poniendo en valor el papel de la décima y el repentismo más allá del ropaje artístico y folclórico. Allí comentaba:
En mi libro Teoría de la improvisación poética, en sus tres ediciones (Sendoa, Guipúzcoa, 1998; Unión, La Habana, 2000 y Scripta Manent, Almería, 2015), doy noticias yo de este asunto, poniendo en valor el papel de la décima y el repentismo más allá del ropaje artístico y folclórico. Allí comentaba:
Otro hecho importante marca la improvisación cubana en la segunda mitad del siglo XIX: su presencia en la guerra independentista contra España. Muchas décimas improvisadas se perdieron en la manigua, cantadas por soldados del Ejército Libertador, salvándose solo aquellas que Martí —tan previsor siempre— logró antologar en Los poetas de la guerra. En esta antología, Martí recoge décimas improvisadas de Antonio Hurtado del Valle, Miguel Jerónimo Gutiérrez, José Joaquín Palma y Catalina Rodríguez, una mujer habanera, excelente repentista en su adolescencia. Y fue precisamente José Joaquín Palma, poeta e improvisador, figura política y cultural de Cuba y Centroamérica (fundamentalmente Guatemala y Honduras), amigo personal con gran influjo sobre el precoz poeta —e improvisador— Rubén Darío; fue José Joaquín Palma, junto a Plácido, la otra figura cimera de la improvisación en la Cuba del siglo XIX. Suya es, por ejemplo, esta décima improvisada que nos refiere José María Chacón y Calvo, cuando lo aclamaban las mujeres en el Teatro Nacional de Guatemala (Menéndez Pidal 1986: 233):¡Las mujeres son tan bellas!:
las formaron los amores
con la esencia de las flores
y la luz de las estrellas;
donde están inspiran ellas
sueños de dulces placeres:
que derraman estos seres
gracia, ternura, fragancia,
pero tienen la constancia
cogida con alfileres.
Entonces, sabida la escacez de documentos
serios y fiables en torno al papel de la décima y el repentismo en los episodios
bélicos y los momentos históricos de Cuba, no nos queda más remedio que saludar,
con absoluto beneplácito y emoción, los trabajos del joven investigador cubano
Jaddiel Díaz Frene, quien lleva años elaborando un minucioso estudio sobre la
décima en la prensa cubana del siglo XIX (trabajo que comenzó en Cuba y que ha
terminado reciente en México, obteniendo el premio a la mejor tesis doctoral del
país azteca, por su tesis La guitarra, la imprenta y la memoria. Una historia de
Cuba desde la cultura popular, 1898-1902); su labor investigativa ha dado
jugosos frutos para los estudiosos tanto de la historia de Cuba como de la
décima y de la improvisación, algo tan necesario.
Por ejemplo, en su artículo titulado "Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)", parte de la tesis, publicado en la revista Historia Crítica de la Universidad de los Ande , en Colombia, el joven Jaddiel Díaz Frene nos regala joyas como esta, sobre la presencia de la décima y el repentismo en la guerra del 95:
Por ejemplo, en su artículo titulado "Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898)", parte de la tesis, publicado en la revista Historia Crítica de la Universidad de los Ande , en Colombia, el joven Jaddiel Díaz Frene nos regala joyas como esta, sobre la presencia de la décima y el repentismo en la guerra del 95:
las estrofas eran cantadas por soldados como el Viejo Gil cuando se "estaba en situación bastante difícil", aludiendo, seguramente, a la capacidad de las estrofas para ayudar a vencer el miedo ante el combate y motivar a sus compañeros, quienes debían cargar al machete contra un ejército que superaba en municiones y hombres. Por su parte, Mestre refirió el efecto amnésico que generó varias horas de emocionantes controversias: "pasamos muy bien rato esa noche y nos nos olvidó la guerra, gracias a la décima"
Y en otra parte cuenta que un soldado del
ejército español se vanagloriaba de haberles quitado una guitarra a los mambises
porque estos "van a la guerra como a una fiesta", aludiendo a la costumbre de
improvisar décimas al son del instrumento, antes y después de las batallas.
Abunda Jaddiel Díaz en sus aportes e investigaciones:
Abunda Jaddiel Díaz en sus aportes e investigaciones:
La Guerra del 95 y, específicamente, la Invasión a Occidente brindaron un escenario único para que las decenas de improvisadores, quienes en muchos casos solo habían participado en sus estrofas ante miembros de su familia o amigos cercanos, revelaron sus aptitudes poéticas y ganaran el reconocimiento de multitudes : "Yo nunca volvía a cantar la décima ante tanta personas, todas calladas, observando", señaló Toribio Mestre, quien en la canturía de La Olayita improvisó, cantó décimas ante dos mil espectadores".
Estamos hablando, entonces, de lo que hoy
llamaríamos “espectáculo de masas”. ¿Cuántos repentistas actuales pueden decir
que han improvisado ante mil o dos personas?; muy pocos. Es más, ¿cuántos de
ellos mismos, los repentista independentistas, lograron luego de la contienda
volver a actuar para tan numeroso público? Muy pocos, podríamos afirmar que
ninguno, si tenemos en cuenta que una vez finalizada la contienda, en las
primeras décadas del siglo XX, adviene la que yo llamo en mi libro Teoría de la
improvisación poética la época “de los peseteros”. Y cito in extenso:
Luego del desengaño por el falso triunfo de la revolución contra España, deben de haber existido pequeños ciclos alrededor de los últimos acontecimientos de la guerra y de los primeros sucesos de la República, pero no hemos logrado "rescatar" anécdotas ni décimas improvisadas de esa época.
Dos décadas después, por los años 20, ya algunos repentistas andaban y desandaban las calles del occidente del país en busca de alguna peseta para el sustento a cambio de diez versos repentinos. Eran la época de “los peseteros”, los primeros juglares de la décima cubana en el siglo XX: principalmente, Juan Ruperto Limendoux, Gregorio Morejón (“Goyo”), Octavio Ordoñez Santana, Miguel Puertas Delgado, Celestino García, Horacio Martínez, Rodovaldo Valdés, Martín Silveira, Juan Pagés, Pedro Valencia, María la Matancera, Nena Cruz “La Calandria”, todos repentistas de gran ingenio y rapidez, algunos, como Celestino y Limendoux, personajes de leyenda con una vida tan novelesca como desconocida. Con su peregrinaje, “los peseteros” marcaron el final de una etapa y el comienzo de otra para el repentismo en Cuba. Ya los poetas no cantaban ocultos en la manigua insurreccional, o solitariamente en sus bohíos, en medio del campo, junto a unos pocos familiares y amigos; ahora salían a la gran ciudad, a conquistar la gran metrópolis con su arte rústico y subvalorado, no con la ambición pueril del oropel artístico, sino con la urgencia de llenar el estómago, de mantener a su familia con su arte. Hay cuatro versos del poeta repentista Pedro Guerra, que aunque se refieren exactamente a unas décadas más tarde, ilustran bien esta situación. Cuando Pedro era ya viejo y sentía el empuje de las nuevas generaciones repentistas, un poeta joven cuestionó en una controversia su calidad como improvisador, a lo que este contestó, con su tono de habitual ironía:
Luego del desengaño por el falso triunfo de la revolución contra España, deben de haber existido pequeños ciclos alrededor de los últimos acontecimientos de la guerra y de los primeros sucesos de la República, pero no hemos logrado "rescatar" anécdotas ni décimas improvisadas de esa época.
Dos décadas después, por los años 20, ya algunos repentistas andaban y desandaban las calles del occidente del país en busca de alguna peseta para el sustento a cambio de diez versos repentinos. Eran la época de “los peseteros”, los primeros juglares de la décima cubana en el siglo XX: principalmente, Juan Ruperto Limendoux, Gregorio Morejón (“Goyo”), Octavio Ordoñez Santana, Miguel Puertas Delgado, Celestino García, Horacio Martínez, Rodovaldo Valdés, Martín Silveira, Juan Pagés, Pedro Valencia, María la Matancera, Nena Cruz “La Calandria”, todos repentistas de gran ingenio y rapidez, algunos, como Celestino y Limendoux, personajes de leyenda con una vida tan novelesca como desconocida. Con su peregrinaje, “los peseteros” marcaron el final de una etapa y el comienzo de otra para el repentismo en Cuba. Ya los poetas no cantaban ocultos en la manigua insurreccional, o solitariamente en sus bohíos, en medio del campo, junto a unos pocos familiares y amigos; ahora salían a la gran ciudad, a conquistar la gran metrópolis con su arte rústico y subvalorado, no con la ambición pueril del oropel artístico, sino con la urgencia de llenar el estómago, de mantener a su familia con su arte. Hay cuatro versos del poeta repentista Pedro Guerra, que aunque se refieren exactamente a unas décadas más tarde, ilustran bien esta situación. Cuando Pedro era ya viejo y sentía el empuje de las nuevas generaciones repentistas, un poeta joven cuestionó en una controversia su calidad como improvisador, a lo que este contestó, con su tono de habitual ironía:
Yo fui bueno cuando había
que ser bueno de verdad,
porque la necesidad
de comer me lo imponía.
Para mí, como cubano, como intelectual,
como repentista, es emocionante saber de buena fuente que los grandes próceres
de la independencia cubana fueron conocedores y admiradores del arte de los
repentistas, hasta el punto de que cada uno tenía “sus propios poetas” (como los
sultanes en la antigua al-Andalus, como el Rey Alfonso el Sabio en su época), y
de esto también nos da noticias Jaddiel Díaz.
Veamos “las confesiones que le hizo a Toribio Mestre un poeta llamado Felipe Ventura, quien “murió en el combate de Cacarajícara, en Pinar del Río”:
Veamos “las confesiones que le hizo a Toribio Mestre un poeta llamado Felipe Ventura, quien “murió en el combate de Cacarajícara, en Pinar del Río”:
Me dijo que había sostenido controversias con los poetas de Serafín Sánchez, de Máximo Gómez, de Antonio Maceo y los de Leoncio Vidal y que todos los oficiales con mando en el Ejército Libertador tenían sus poetas. Me habló de algunos de ellos que conoció después: Alfredo Aguirre, Enrique Castañeda, Pepe Santos, Oscar Paz. Luego de terminarse la guerra, ellos tuvieron que vivir de la décima para no morirse de hambre. Los oficiales mambises estaban muy orgullosos de sus poetas: éramos gallos cantores, y nos llevaban muchas veces de una fuerza a otra a sostener controversias. Conmigo lo hizo Quintín Bandera muchas veces”.
En otra parte de su trabajo Jaddiel
destaca como en las confesiones del soldado Ventura se muestra algo tan
importante como “el interés de los oficiales por promover las controversias en
el campo insurgente”, y el papel conciliador y balsámico de las improvisaciones
no solo en las tropas, sino en los altos mandos militares: “Las gestas entre
diferentes regimientos y cuerpos del Ejército Libertador permitieron saldar en
el terreno del ingenio poético diferencias y desafíos entre generales y
coroneles signados por el regionalismo, la raza y el ego militar”.
Y termino citando un párrafo que me parece tan emotivo como significativo:
En ocasiones, las expresiones de placer emitidas por los oficiales fueron captadas por sus subordinados. Toribio Mestre, por ejemplo, al hablar de su primera experiencia como poeta mambí, no pudo dejar de mencionar las reacciones de los líderes del campamento, cuando algún poeta lograba una exitosa improvisación. Aquella noche, Quintín Bandera “daba saltos y se golpeaba las rodillas con las palmas de la mano”, mientras Ángel Guerra le gritaba “¡tus gallos no pueden con los míos, Quintín, no pueden!”
Muchas gracias y felicidades, Jaddiel Díaz
Frenes. Mucho más habrá que ahondar en el papel de la décima en la manigua
redentora. Pero basten estos párrafos y estos ejemplos para demostrar, una vez
más, por qué la poesía (no solo escrita, también improvisada) es un “arma
cargada” (en este caso, no solo de futuro, como decía Celaya, sino de pasado, de
historia, de memoria histórica).
Alexis Díaz-Pimienta
Cátedra de Poesía Improvisada,
La Habana, Cuba
Alexis Díaz-Pimienta
Cátedra de Poesía Improvisada,
La Habana, Cuba
Teoría de la improvisación poética (Alexis Díaz Pimienta,
Scripta Manent Ediciones, 2015)
Cultura popular y nacionalismo en los campos insurgentes. Cuba (1895-1898) (Jaddiel Diaz Frenes, Colegio de México, en Revista Historia crítica, Universidad de los Andes, Colombia).
Cultura popular y nacionalismo en los campos insurgentes. Cuba (1895-1898) (Jaddiel Diaz Frenes, Colegio de México, en Revista Historia crítica, Universidad de los Andes, Colombia).
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