viernes, 23 de agosto de 2019

Derechos humanos ¿Doble rasero también? Por Orestes Martí


Derechos humanos ¿Doble rasero también?
Por Orestes Martí
Leemos en la Enciclopedia: “La doble moral es un criterio aplicado cuando a un individuo o institución se le acusa de ejercer una doble norma en el tratamiento dado a diferentes grupos de personas, es decir, que injustamente permiten más libertad de conducta a un sujeto que a otro. La doble moral es injusta porque viola el principio de justicia conocido como imparcialidad, el principio según el cual los mismos criterios se aplican a todas las personas sin parcialidad ni favoritismo. La doble moral viola este principio pues toma en cuenta a las personas según diferentes criterios.
Aunque la doble moral, por lo general, es una práctica que se condena, en la práctica es muy común su empleo. Los esfuerzos para defender una situación en la que se alegue la existencia de una doble moral terminan negando que se esté aplicando, o bien se intenta acabar con la discusión dando una buena razón para el trato diferente. Por ejemplo, un hombre que condena el adulterio mientras mantiene a una amante y, además, juzga negativamente que su esposa llegue a tener también un amante.
Esta forma de tratamiento diferenciador podría catalogarse como una doble moral porque dos grupos sociales son sometidos a criterios morales diferentes.
Por lo tanto, ante la acusación de un trato desigual, lo que se da es una justificación “adecuada” para el tratamiento diferente y no un empeño en eliminar el trato desigual propiamente dicho. Este mecanismo es muy común en los centros de poder, como las religiones y los gobiernos.
Un ejemplo tradicional en muchas sociedades es el caso del adulterio cuando este es aceptado para un esposo y negado a una esposa que desee tener un amante. Del mismo modo, un hombre que tiene relaciones sexuales con muchas mujeres puede ser llamado “galán” o “don Juan” y ser calificado positivamente, mientras que una mujer que tiene sexo con muchos hombres puede ser llamada prostituta”, “perra”, “puta”, etc., y es calificada negativamente.
El antiguo aforismo latino “Quod licet Iovi, non licet bovi” (‘Lo que es lícito para Júpiter no es lícito para todos’) capta la idea de las relajadas normas de comportamiento que la élite aplica a sí misma y las normas más ásperas que aplica a las masas.

Como bien saben nuestros lectores no acostumbramos a brindar “recetas pre cocinadas” sobre tema alguno; preferimos brindar información -de fuentes seguras, obviamente- y recomendar la búsqueda de más información en otras fuentes -también seguras, obviamente- contrastarlas y solo después sacar “conclusiones propias”, pues consideramos que los lectores -ellas y ellos- no son tontos -ni ellas ni ellos- y lo sabrán hacer solitas y solitos.

Vayamos al grano pues y abordemos el tema y para ello, centraré el análisis en un texto leído el pasado año titulado “La doble moral y los derechos humanos” aparecido en el periódico Juventud Rebelde y escrito por el intelectual cubano residente en Estados Unidos, Lázaro Fariñas:
“La semana pasada escribí sobre la doble moral en general, ahora me interesa escribir sobre la doble moral de algunas naciones cuyos Gobiernos se dan golpes de pecho mientras acusan a otros de ser violadores de los llamados derechos humanos.
La defensa de los derechos humanos de sus habitantes debería ser una asignatura de necesaria aprobación para todos los gobernantes del mundo. Defender los derechos humanos de sus pueblos es un deber de todos los Gobiernos, pero defender los de otras naciones directamente, a mi modo de ver, no es de la incumbencia de ningún Gobierno, eso es simplemente intervenir en los asuntos internos de otros países. Creo que en el marco de un organismo internacional como la ONU es donde se puede denunciar, si es necesario, cualquier tipo de violación y discutirse de una forma respetuosa y civilizada de diálogo constructivo. Es allí, en la sede del Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, donde se debe plantear cualquier preocupación sobre violaciones de esos derechos por parte de cualquier Gobierno.
Se sabe, y los ejemplos sobran, que las denuncias que hacen muchos de los países sobre otros están basadas en consideraciones políticas y no humanitarias. La Carta de los derechos humanos de las Naciones Unidas debería ser aplicada en cuanto país en el mundo existe, pero se sabe también que la realidad no se ajusta a ese deseo. No creo que exista en el mundo un Gobierno que lleve al pie de la letra lo que esa Carta proclama, eso es imposible, tan imposible como el hecho de que alguien nos diga que nunca ha dicho una mentira o que nunca ha cometido algún error. Todos hemos cometido errores en la vida y todos, aunque fuera piadosa, hemos dicho una mentirilla en el transcurso de los tiempos, sino invito a cualquiera que proclame lo contrario a que tire la primera piedra. Pero este comportamiento no tiene comparación con el de un mentiroso empedernido que miente siempre o casi siempre.
En la historia de las naciones ha habido casos de Gobiernos que han cometido atroces violaciones contra sus pueblos y además, también contra otros pueblos, el Gobierno de Adolfo Hitler en Alemania en el siglo pasado es el ejemplo clásico de un actuar criminal, bárbaro y deshumanizante. El problema es que Hitler no ocultaba sus ideas, ni tampoco sus hechos. Hitler proclamaba abiertamente sus teorías, y las llevaba a la práctica; pero, ¿qué pasa con los gobernantes que se ocultan tras cortinas de realidades inventadas y asesinan sin piedad a otros pueblos, mediante intervenciones militares y bombardeos indiscriminados de ciudades y pueblos? ¿Qué pasa con los que proclaman a los cuatro vientos que son los verdaderos defensores universales de los derechos humanos, mientras les caen a palos a sus ciudadanos cuando salen a las calles a protestar o apoyan a Gobiernos dictatoriales como el de Arabia Saudita? ¿Qué pasa con aquellos que apoyan ciegamente al Estado de Israel que mata indiscriminadamente a los pobladores palestinos de la Franja de Gaza?
Pero también, para ver otra doble moral, solamente hay que referirse a Chile, Argentina, Perú y Brasil cuando estos acusan al Gobierno bolivariano de Venezuela de violar los derechos de los venezolanos. Estos son los que ven la paja en el ojo ajeno y no la barra que tienen en el propio. ¿Con qué moral esos países pueden acusar a Venezuela? Habría que subir a las favelas brasileñas o ir al sur de Chile y preguntarles a los mapuches para que nos cuenten sobre la labor de sus Gobiernos en relación con ellos.
Cuando triunfó la Revolución Cubana, el Gobierno de Estados Unidos implantó la ya conocida y añeja política agresiva contra el pueblo cubano — de la que forma parte el bloqueo — , alegando falta de democracia, mientras en los mismos momentos apoyaba a cuanto dictador existía en América Latina.
Casi 60 años después de aquel triunfo, el actual Gobierno norteamericano crea un show mediático en la sede de la ONU en Nueva York para acusar al Gobierno de Cuba de violar los derechos humanos, mientras en la misma semana el Presidente de esta nación defiende a Arabia Saudita ante las acusaciones de haber torturado y asesinado a un periodista de The Washington Post. Según Trump, hay que dejar que los sauditas lleven su propia investigación, hay que darles tiempo.
Los llamados Gobiernos del Primer Mundo son bien selectivos a la hora de acusar a cualquier otro país. Para ellos hay terroristas buenos y terroristas malos, clasificándolos, claro está, según les convenga a sus intereses. Para ellos, la doble moral está siempre presente en sus actuaciones.
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