sábado, 21 de octubre de 2017

Giraldo Mazola Collazo: Unas tablas no diplomáticas

Unas tablas no diplomáticas
Por Giraldo Mazola Collazo*

Jugar ajedrez a ciegas y mantener más o menos el mismo nivel de juego que mirando el tablero es una proeza. Hay que tener, además de talento y dominio del juego, una memoria prodigiosa. Casi una computadora metida en la cabeza. Y si un ajedrecista es capaz de jugar a ciegas contra varios jugadores simultáneamente, la proeza es mayor.

Cuando en 1956 estudiaba Medicina y trabajaba en la Sala Gálvez del Hospital General Calixto García de La Habana, Eleazar Jiménez, entonces aspirante al título de Campeón Nacional, me habló por primera vez del juego a ciegas. Animado por mi curiosidad me estimuló a organizar un grupo de diez ajedrecistas contra los que jugaría a ciegas. Días después, en el salón de cirugía menor de la sala, me derrotó a mí y a los otros siete jugadores que logré reclutar entre médicos y estudiantes en el Hospital, cuando nos enfrentamos con él un sábado por la tarde.

Le pregunté mucho sobre la técnica que utilizaba pero no era fácil comprender sus explicaciones y  todos los que participamos en aquel encuentro inusual, en un sitio reservado para hechos menos agradables, conservamos el recuerdo de haber visto una especie de acto de magia.

El campeón cubano, MI Eleazar Jiménez, en la simultánea inaugural. (archivo Bohemia)

Meses después, detenido en el Vivac del Castillo del Príncipe, fui conducido con una veintena de compañeros de presidio al Tribunal de Urgencia, -hoy sede del Consejo de Estado, - donde debían celebrarnos los juicios. Salí con mi tablero de ajedrez para jugar con Más Martín, mi compañero de contiendas, pues los que habían ido antes me dijeron que pasaríamos muy aburridos allí toda la mañana en el calabozo. Lo  que no me advirtieron es que no dejaban llevar nada y a la salida nos quitaron, a pesar de nuestras protestas, mi tablero y las piezas junto con los libros y revistas que otros compañeros llevaban.

Parados en el fondo del ómnibus enrejado que nos transportaba Mas Martín me retó a jugar a ciegas. Dijo su primera jugada y espero la mía; le respondí y en un santiamén efectuamos casi mecánicamente las cuatro o cinco primeras jugadas de una apertura que conocíamos bien y que solíamos usar en nuestros juegos habituales. Los dos policías con ametralladoras que iban también de pie, al lado nuestro pero en el rellano externo del camión, nos miraron atónitos sin comprender nada. Sin ponernos de acuerdo previamente, ésta fue una forma de seguir protestando por la requisa y de demostrarles que podíamos jugar sin tablero; esos cretinos pensaron en cambio que hablábamos en alguna especie de clave secreta y nos conminaron a callarnos, amenazándonos con sus armas.

Sentados después en una esquina del frío suelo del calabozo reanudamos el intento y utilizamos así ese tiempo en la espera de juicios que la tiranía dilataba en celebrar porque temía que los continuáramos convirtiendo en mítines de condena a sus atrocidades.

Así comenzamos a jugar a ciegas los dos y después lo seguimos haciendo en el propio Vivac, acostado uno en la litera de arriba y el otro en la de abajo. Algunas veces aparecía un voluntario que con un tablero seguía la partida ante la mirada de otros que seguían creyendo que se trataba de un truco nuestro. Claro, ambos jugábamos muy mal, nuestro juego que no era tan bueno con el tablero delante, disminuía notablemente de calidad y con frecuencia nos equivocábamos y armábamos tremendos rollos o dejábamos piezas sin protección.

No volví a ver ni a jugar una partida a ciegas hasta que, después del triunfo de la Revolución, vino a participar en el Primer Torneo Internacional `Capablanca in Memoriam', en 1962, el Gran Maestro argentino Miguel Najdorf.

En las sesiones del Torneo el Che hablaba mucho con su compatriota y no sólo de ajedrez; se apartaban y sostenían extensos diálogos.

Fue Eleazar quien me mencionó que Najdorf ostentaba el récord mundial de simultáneas a ciegas por haber enfrentado 45 jugadores con el siguiente resultado: ganó 39, entabló cuatro y perdió dos. Conociendo esto promoví la idea de efectuar un encuentro a ciegas y Barreras, Comisionado de Ajedrez entonces, también muy entusiasmado con la idea, se ocupó de organizarlo; los jugadores se seleccionaron fundamentalmente entre un grupo de altos funcionarios del Gobierno que tenían relativa fortaleza en su juego pero que sin categoría en la titulación ajedrecística.

Desde luego, el primer invitado fue el Che. Aceptó gustoso y acudió a la cita con puntualidad sajona. Recuerdo entre otros participantes a Osmany y Díaz Astaraín, entonces Ministros de Construcción y Hacienda respectivamente y Mario Zorrilla, Viceministro de Industrias.

Éramos 16. Najdorf, vuelto de espaldas a nosotros y a los tableros conducía las blancas y en ocho tableros abrió con peón dama, mientras en los ocho restantes lo hizo con peón rey. Después de esa primera jugada, cuando terminó con el último, el primer jugador debía decirle su jugada y mover la pieza en su tablero. Najdorf volvía a anunciar su jugada contra ese jugador y el del siguiente decía la suya en alta voz y se repetía la respuesta del simultaneísta.

Las jugadas del Gran Maestro argentino las realizaba en cada tablero el Comisionado Nacional de Ajedrez, Barreras,  que tenía que andar con prisa pues la velocidad de respuesta de Najdorf era asombrosa. Cada uno de los jugadores tenía que estar concentrado en su tablero, anotar las jugadas, y apenas se podía mirar lo que hacían los demás.

En la ronda doce, después de escuchar la respuesta de un jugador, pensó unos segundos más de los habituales y dijo que quería confirmar la posición de las piezas de ese tablero. Todos concentramos nuestra atención. Yo inicialmente pensé que  quería que se la dijeran porque se había confundido y comprendí lo que pasaba cuando el propio Najdorf de espaldas desde luego, dijo la ubicación de todas las piezas blancas y negras a una velocidad supersónica. Cuando Barreras le confirmó la exactitud de las mismas, el Maestro con su voz de bajo anunció: ¡Mate en dos! Y dijo las dos jugadas obligatorias en que se efectuaba. Un corto silencio y luego los aplausos. El veterano General español Bayo, el primero abatido en un mate espectacular, reaccionó con hidalguía y de pie, mirando todavía con sorpresa lo sucedido le dijo a su contrincante: "Enhorabuena, Maestro" y los aplausos se repitieron.    

Ya era evidente que aquel hombre de hablar pausado pero a la vez muy inquieto, sentado de espaldas a nosotros, cuya tensión sólo se apreciaba por la forma en que se secaba constantemente la calva con su pañuelo, tenía ventaja ostensible en cerca de la mitad de los tableros.

En esas circunstancias, un jugador que se enfrente a una veintena de tableros, trata de desembarazarse de dos o tres oponentes cuyo juego está complicado o muy cerrado, que pueden ganarle o hacerle tablas y le roban tiempo y esfuerzo para ocuparse de los demás. Así, ofrece tablas a dos o tres y puede concentrarse en los restantes, para derrotarlos con más facilidad y lograr un buen average.

Cuando le tocó el turno, el Che movió su pieza y anunció su jugada. Najdorf también se demoró un poco más, como si hiciera una pausa y con voz también más grave que de costumbre dijo con cierta solemnidad: ¡Le ofrezco tablas!

Che frente al tablero. Tomado de Cubadebate

Se hizo un silencio mayor del que había en ese momento en la sala. Todos miramos porque eran las primeras tablas que se ofrecían y no eran para desdeñarse, pero el Che, después de exhalar una larga bocanada de humo, muy serenamente, le respondió lo que yo por lo menos no esperaba: "Maestro, agradezco sus tablas diplomáticas pero creo que todavía se puede seguir jugando". "Muy bien", replico Najdorf, anunció su jugada y pasó al siguiente tablero.

Después de varias rondas más alguien fue objeto de un fulminante mate y otro abandonó ante la inminencia de un descalabro similar. Luego se ofrecieron otras tablas que fueron aceptadas de inmediato y con júbilo por cada jugador. Así llegaron las tablas de Osmany y la mía que acepté sin vacilar y muy contento. Ya había varios derrotados, varias tablas y otros que seguían con obstinación, aunque su posición era un verdadero desastre.

Najdorf llegó nuevamente ante el tablero del Che en la ronda 16 y volvió a ofrecerle tablas. El Che le dijo: "Acepto, ya no son diplomáticas, Maestro."

Quedaban varios jugadores; una decena de rondas más y un soviético logró la primera victoria seguida de aplausos, que encabezó el propio Najdorf, cuando le anunció que se rendía.

Sólo seguía jugando Mario Zorrilla, y Barreras lo apremiaba para que jugara tan pronto él se le paraba delante como establecen las reglas para una simultánea. Najdorf se percató de esa situación y en un gesto muy caballeroso pidió al árbitro que dejaran  pensar a su único contrincante.

El Che se sentó al lado de Mario desde que hizo tablas y comenzó a anotarle la partida, para que dispusiera de más tiempo y en un susurro, que yo a pesar de estar más lejos oí claramente le dijo: "Si pierdes te quedas cesante"

Mario no perdió el empleo porque varias jugadas más tarde Najdorf abandonó y fue esa la segunda victoria.

Durante varios minutos una merecida ovación saludó al Maestro que concluyó con 9 victorias, 5 tablas y dos derrotas. Después comenzó un intercambio de opiniones sobre las partidas que el propio Najdorf, ahora de pie y frente a los tableros, sudando más que antes, reproducía como si las tuviera escritas en la cabeza.

Con el Che presente reprodujo de memoria la partida que jugó con él hasta el momento en que le ofreció por primera vez tablas y le demostró que la mayoría de las posibles variantes conducían a tablas, aunque también examinó una eventual posibilidad de victoria con las piezas negras que llevaba el Comandante. Movía las figuras hacia delante y hacia atrás, mientras iba explicando las diferentes alternativas,  en un examen que evidentemente no pudo hacer tan exhaustivo en medio del  juego, y finalmente concluyó que era casi siempre posible para él, con las piezas blancas, evitar la eventual victoria negra. El Che seguía con suma atención este sumarísimo análisis y en una breve pausa de Najdorf le espetó con picardía, aludiendo a esa hipotética variante de victoria: "Maestro, yo había visto esa posibilidad y por eso no acepté las tablas".

La partida se conserva y fue así:

Blancas: Najdorf
Negras: Che

Apertura: Ruy López

1—P4R, P4R;
2—C3AR, C3AD;
3—A5C, P3TD;
4—A4T, C3A;
5—O-O, A2R;
6—T1R, P4C;
7—A3C, O-O;
8—P3AD, P3D;
9—P3TR, P3T;
10—P4D, T1R;
11—CD2D, A1A;
12—P5D, C2R;
13—P4A, PxP;
14—CxPA, P3A;
15—PxP, CxPA;
16—A3R, A3R

Y tablas a propuesta del Gran Maestro.

Muchos años después, en 1988, Najdorf volvió a Cuba invitado por el INDER. Lo supe antes de que llegara y pedí a los compañeros de ese organismo  que quería saludarlo en algún momento. Además de mi responsabilidad como Vice Ministro de Relaciones Exteriores, me mantenía vinculado con la Federación de Ajedrez y me llamaron una mañana para invitarme a una simultánea gigante que se celebraría en la Plaza de la Revolución esa noche y donde estaría Najdorf. Había llegado el día anterior, le informaron de mi deseo de saludarlo y convinieron con él que allí nos podíamos ver.

Llegué primero que él y pude ver el corre corre de los organizadores de la actividad porque había llovido fuerte y a cada rato caía una llovizna ligera. Estaba previsto un pequeño acto antes de comenzar la simultánea, donde se iban a entregar algunos estímulos; Najdorf iba a participar en dicha ceremonia en la que también me habían incluido a mí, pero no iba a jugar. Los simultaneístas serían los jugadores que participaron en el Campeonato Panamericano.

El entusiasmo de nuestro pueblo por el ajedrez es realmente impresionante; centenares de aficionados seguían viniendo y colocándose ante los tableros ignorando las lloviznas y cada cual cubriéndose de forma distinta con capas, sombrillas, nylons o cualquier cosa que los protegiera.

Ernesto “Che” Guevara y Miguel Najdorf. Tomado de internet

Cuando por fin llegó el Gran Maestro nos saludamos teniendo como fondo impresionante la enorme imagen del Che en el edificio que albergó el Ministerio que dirigió durante varios años. Conocía bien a los cubanos y por tanto no le extrañó que aún en esas circunstancias la simultánea se efectuara.

Comenzamos a conversar de distintas cosas y pronto evocamos los recuerdos de aquella famosa simultánea a ciegas. Najdorf se refirió a sus múltiples conversaciones con el Che y recordó muchas anécdotas.

Incluso rememoró que el Che le había comentado, para explicar la declinación de su primera oferta de tablas, que en 1949, cuando era estudiante de medicina, había participado en otra simultánea que ofreció contra quince tableros en el hotel Provincial de Mar del Plata y perdió muy rápido por lo que en esta nueva ocasión quería desquitarse.

Mirando de vez en cuando su enorme reproducción, aludía con cariño y admiración a su compatriota, y como reiterándoselo de nuevo, como si estuviera hablando con la foto gigante y no conmigo, dijo de carretilla las doce jugadas hasta que le ofreció las tablas, mencionó aquella hipotética posibilidad de victoria y volvió a afirmar que la primera oferta de empate que hizo no fue por cortesía con su jerarquía, sino porque realmente el Che había logrado hacer tablas.

* Embajador de Cuba en Namibia. Presidente fundador del ICAP (Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos)

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